La enseñanza privada: esa gran marginada
Es notoria la dejadez o el desinterés que una gran parte de los padres cuyos hijos estudian en centros de enseñanza privada mantienen de cara a la problemática situación que tanto a nivel laboral como profe sional y económico tienen planteado los profesionales de la misma. Es evidente que estos padres, que pagan unas fuertes sumas por la educación de sus hijos, no tienen otra preocupación u otras miras que el consabido cartón de notas. Son contadísimos los casos en que di chos padres se interesan verdade ramente por la pésima situación de aquellos a los que tienen encomendada la educación y formación de sus descendientes. Sin embargo, esta situación, esta ausencia de nuestros problemas, de nuestros anhelos y reivindicaciones en el marco de nuestra comunidad, la hemos creado nosotros mismos, los profesionales. Tal vez seamos el sector laboral con uno de los salarios más bajos y con mayores y más graves problemas profesionales de la sociedad actual. A pesar de ello, nuestra amplia problemática es la peor conocida por todos los esta inentos. ya que nuestra combativi dad ha sido casi nula y total nuestra sumisión y nuestro «agachar ore jas» ante esta situación. Creo que la razón de ello está bastante clara. Durante el régimen anterior, y aun hoy día. el estamento profesional del profesorado de enseñanza privada se ha automarginado de la lucha reivindicativa por la que venían combatiendo otros sectores. Ha sido esa especie de complejo de superioridad de poseer un título universitario lo que, tal vez sin darnos cuenta, ha contribuido a que en la gran mayoría de nosotros brillase por su ausencia esa conciencia de clase que como «trabajadores» de la enseñanza deberíamos tener. ¿En dónde reside el punto de partida de este fenómeno? En el propio sistema educativo en el que vivimos. insertos desde años. Durante este largo período la inmensa mayoría de los jóvenes que accedían a la Universidad pertenecían a una burguesía media o alta que sucesivamente pasaba a engrosar sus propios cuadros de mando. Muchos de estos licenciados decidían, por vocación o por necesidad, hacer de la enseñanza su actividad profesional. Es, pues, fácil el comprender que toda una serie de prejuicios invadía a muchos de estos profesionales a la hora de luchar por la consecución de unas mejoras económicas y profesionales dignas. Para muchos supone rebajarse socialmente el simple hecho de ir a una huelga legal en apoyo de estas peticiones, ya que visceralmente ello supondría como un mezclarse con esa clase baja o proletariado sin formación de ningún tipo. La pobreza de su conformidad llega incluso al extremo de aceptar los hechos como algo innato a nuestra profesión y que debemos tolerar.(profesor de BUP)
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