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Miles de personas exigieron a Garrigues la derogación del decreto sobre la vivienda

Durante más de hora y media, más de 3.500 personas permanecieron concentradas ayer frente al Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo para exigir la derogación del real decreto, publicado en el BOE el 16 de enero, que modifica las condiciones en que la Administración se había comprometido a remodelar más de 17.000 viviendas de barrios madrileños. Un importante destacamento de la Policía Nacional del cuerpo de antidisturbios se encargó de dispersar a los concentrados.

Mientras varios mil es de personas gritaban contra el decreto en la plaza de San Juan de la Cruz, el delegado provincial de Urbanismo, Luis Laorden, esperaba la llegada de los representantes vecinales, quienes se negaron a asistir a la entrevista por considerar que el decreto sólo puede ser anulado por el ministro y que una entrevista con el señor Laorden «era una ostentosa e inútil pérdida de tiempo».Poco antes de las once de la mañana, los vecinos, procedentes de numerosos barrios, empezaron a hacer acto de presencia en la plaza de San Juan de la Cruz. En ese momento, un solo coche de Policía Nacional se encontraba en el lugar de la concentración, Las pancartas que los distintos barrios iban desplegando hacían alusión a las promesas incumplidas por el Gobierno de UCD y a la necesidad de que los compromisos sean respetados.

Mientras tanto, una comisión integrada por representantes de la coordinadora de afectados por este problema y de la Federación Provincial de Asociaciones de Vecinos entraba en el edificio ministerial con la intención de ser recibidos por el ministro o cualquiera de los dos subsecretarios. Pero, en el Ministerio, además de la Guardia Civil de la puerta, sólo se encontraban las señoras de la limpieza. Todo el mundo estaba fuera. Joaquín Garrigues había salido para Murcia a hacer campaña electoral, los subsecretarios también trabajaban fuera con otros asuntos y el director general del INV, Manuel Díaz, había salido. Sin embargo, el señor Díaz sí se encontraba en la séptima planta del edificio, desde donde dijo a dos periodistas que se iba «porque esta guerra no va conmigo».

Hacia las once y media, llegaron seis furgones de la policía. Aunque no salieron todavía de los coches, los vecinos arreciaron sus gritos de protestas pidiendo que el ministro apareciera. Pisos, sí; chabolas, no. No queremos regalos, queremos precios justos para los obreros mal remunerados, gritaron ininterrumpidamente.

Sin embargo, lejos de que los responsables del MOPU aparecieran, lo que llegó fueron más refuerzos de la policía. Las órdenes fueron de dispersión inmediata. Los representantes vecinales consiguieron unos minutos para informar a los concentrados de cual era la situación. Un sector respondió entonando la canción No nos moverán aunque, ante la insistencia de los representantes, optaron por deshacer poco a poco la concentración.

El desencanto vecinal ante lo conseguido fue general. Y se notó especialmente cuando frente al despliegue de antidisturbios, la gente gritaba airada contra el incumplimiento de las promesas de UCD. «Se ríen constantemente de nosotros y todavía nos piden el voto, pueden pedirlo en otro sitio, porque lo que es nosotros ... », le increpaba una señora a uno de los policías. Por la tarde, la coordinadora de afectados celebró a última hora una reunión en San Blas, donde se estudiaron las nuevas formas de actuación y la manera de intensificar las acciones en los catorce barrios.

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