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Reportaje:Argelia, bajo la presidencia de Chadly / 1

Interrogantes sobre los nuevos rumbos de la dirección argelina

Desde el pasado 7 de febrero, Argelia se ha dotado del tercer presidente de su historia, a marchas forzadas y por el original procedimiento de la candidatura única. La designación de Chadly Benjedid como candidato a la presidencia y secretario general del Frente de Liberación Nacional (FLN) no sólo fue la mayor sorpresa del último Congreso del partido único, sino que plantea un considerable número de interrogantes sobre el futuro rumbo del régimen argelino. Nuestro corresponsal en Argel, , analiza las perspectivas del desarrollo político, económico y de las relaciones internacionales de Argelia, bajo la nueva dirección instaurada en el poder.

Chadly Benjedid accede a la presidencia en. condiciones que difieren de las que rodearon las tomas de poder de sus dos predecesores: Ahmed Ben Bella y Huari Bumedian. Personaje discreto y reservado, representa, según afirman algunos oficiales de las fuerzas armadas argelinas, el mejor ejemplo de hombre organizado y pragmático del que ahora parece tener tanta necesidad Argelia.La doble responsabilidad conferida al antiguo jefe de la región militar de Orán no es más que la fiel transcripción de uno de los artículos (el 111) de la Constitución argelina. Pero para convertirse en el futuro «hombre fuerte» de este país, Chadly Benjedid tendrá que demostrar que posee cualidades excepcionales de maniobra, ya que el recién reformado FLN representa, en su estructura dirigente, una coalición heteróclita de intereses y un abigarrado conjunto de personas en el que se dio cabida a todas las tendencias que componen el espectro político regional argelino.

La institucionalización del proceso político iniciado en 1965 por Bumedian y los demás miembros del Consejo de la Revolución ha concluido con la formación del nuevo partido, la constitución de sus órganos dirigentes y la aprobación de sus estatutos. En adelante, según los ideólogos de este país, no habrá lugar para convulsiones políticas, ya que Argelia se ha dotado de un régimen «capaz de sobrevivir a las circunstancias y a los hombres».

Reforma de la Constitución

La «continuidad» se encuentra en manos del nuevo presidente y de los 160 hombres que forman el comité central del FLN, al que incumbe armonizar la Constitución a tenor de los nuevos estatutos. La problemática no es reducir a cinco años el mandato presidencial, para hacerlo coincidir con cada congreso del partido, o delimitar las atribuciones de los vicepresidentes y el primer ministro con que contará el próximo Gobierno. El gran interrogante es prejuzgar hasta dónde va a llegar la necesaria «corrección de tiro» a la que está abocada Argelia.

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En primer término, los diecisiete hombres que componen el buró político van a repartirse el mayor número de puestos ministeriales (veinticinco en el último Gabinete) y los principales cargos de responsabilidad en el FLN. Un presidente-árbitro y una línea divisoria, no por teórica menos previsible, entre hombres de gobierno y de partido, entrañan una profunda modificación del sistema de dirección política que, necesariamente, seguirá siendo de carácter colegiado.

A falta de conocer los criterios que han determinado la presencia de siete «desconocidos» al lado de las ocho personas que integraban el disuelto Consejo de la Revolución, en el citado buró político, es posible determinar las finalidades que motivaron esa selección, sorprendente para los analistas.

Rabah Bitat es el único superviviente político de los nueve jefes «históricos» de la insurrección argelina y desempeñará, con toda seguridad, uno de los puestos de responsabilidad del partido. Belaid Abdessalam reúne la tecnocracia y la rigidez ideológica y debe ser, por tanto, uno de los pilares del próximo Gobierno. Ahmed Taleb Ibrahimi y Mohamed Amir son personajes que no pueden definirse con exactitud como ministros, sino más bien como eventuales «comisarios» del FLN. El primero de ellos goza de la estima de Benjedid y cuenta con el apoyo de la joven oficialidad del Ejército argelino.

Mohamed Salah Yahiaui, a quien se tiene, sin duda exageradamente, como el gran «sacrificado» del Congreso, no puede ser considerado como una persona sin futuro político. Por el contrario, se da por descontado que desempeñará la primera de las vicepresidencias y ocupará un cargo importante en el partido, donde se vería auxiliado por Seddick Benyahia y Mohamed Mazuzi, respectivamente ministros de Finanzas y de Antiguos Combatientes, que figuran entre los «más izquierdistas» de la nueva dirección política argelina.

Estructura típica de los regímenes socialistas

El presidente Benjedid gobernará en nombre de un partido que emerge difícilmente del Estado, poco menos que embrionario, al que había sido reducido. El dirigente argelino habrá de tener en cuenta la mutación operada en la estructura del poder, que se ve ampliada «de oficio» y heterogénea. En lo inmediato, la dirección argelina se dedicará a un reajuste profundo de su modelo de desarrollo económico, siguiendo en esto las directrices trazadas por el propio Bumedian, en sus últimos meses de vida, cuando especificó que «había que ocuparse más de las necesidades más elementales de los argelinos».

Tal vez el aspecto más significativo de la reforma constitucional argelina sea el que, a la estructura clásica gubernamental, se agregue ahora cierto número de comisiones del partido, encargadas de velar por la aplicación de las resoluciones aprobadas por el Congreso. Esta será la primera vez que esa estructura política, típica de los regímenes comunistas de partido único, será situada en Argelia.

La definición de las líneas de base del «poder compartido» no es una labor sencilla. A un presidente, calificado de «pragmático» y «moderado», hay que incorporar todo un dificil edificio representado por un conglomerado de relaciones que han de instaurarse entre las comisiones del FLN, los ministerios y el Buró Político. En la «cúspide» aparece el presidente de la República, pero por debajo se plantea el dilema del reparto de responsabilidades y la selección de responsables. ¿Quién, en esas condiciones, será el «más indicado» para ser ministro y quién para convertirse en «comisario»? La incógnita será despejada en los próximos días, pero aun así, será todavía prematuro para afirmar que la Argelia de Chadly Benjedid va a ser totalmente diferente a la de Bumedian. El cambio previsible de rumbo dejará trazas indelebles, suscitará tensiones y podría, incluso, radicalizar todavía más la revolución argelina, aunque a la larga, ésta aparezca como la posibilidad menos factible.

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