Francisco Umbral y su visión esperpéntica de la guerra civil
Francisco Umbral, escritor, continua acaparando buena parte de la información cialtural viva de este país. Un domingo interviene en Fantástico y recibe la ovación del público y la diatriba de una feminista. Días después presentará unos fascículos sobre la vida y obra del presidente del Gobierno, ayer leyó a una concurrencia mayoritariamente quinceañera dos capítulos de una de sus próximas novelas, Los helechos arborescentes, que definió como un esperpento en el que resume el perpetuo estado de guerra civil de España.
La acción, que transcurre en una casa de prostitutas, muestra, por obra y gracia de la síntesis y las técnicas experimentales de la narración literaria, todas las guerras civiles que ha sufrido este país en una sola, la de 1936 a 1939, y ésta vista desde el trasiego de una casa de prostitución.La lectura de los capítulos -reivindicación de una costumbre decimonónica ampliada cuantitativamente por la capacidad del salón del Centro Iberoamericano de Cooperación, entidad organizadora del acto- tuvo una audiencia especial y específica: estudiantes del Bachillerato Unificado Polivalente. El tema de la intervención era el de Infancia y guerra civil y se enmarcó en el ciclo Literarura viva, patrocinado por el organismo citado y en el que ya intervinieron Camilo José Cela y Felix Grande.
Francisco Umbral especuló sobre la incidencia de la guerra civil en su generacion y en la comprensión de España, y aseguró que «el hecho de haber conocido el mundo como guerra civil, España como guerra civil, es algo que ha dado a las gentes de mi generación una conciencia histórica absolutamente diferente de lo que haya podido ser la de otros españoles. Nosotros -señaló- hemos identificado España como guerra civil».
Refiriéndose a la novela Los helechos arborescentes declaró que era fruto de su «conciencia angustiada de España, ya que en la guerra civil no fue un hecho aislado, sino el retorno al hecho español, al guerracivilismo, hecho denunciado por nuestros escritores en diversas épocas y que revela un perpetuo estado de contienda civil, como lo fueron los conflictos entre catolicismo y laicismo, progresistas y conservadores, que parece imposible de resolver y que ahora ha tomado la forma democrática, que yo llamo de cortefiel».
Ya en terrenos más psicológicos, Umbral reconoció que su entendimiento de la historia de España es «absolutamente escéptico e inevitablemente irónico» y que desconfía de que «los españoles lleguemos a organizar nuestra vida común alejando el fantasma de la guerra que nos amenaza».
La novela de la que leyó una prepublicación parcial, simbiosis de esperpento y novela picaresca a juicio del autor, presenta los hechos de 1936 mezclados con los de las guerras carlistas, la expulsión de los judíos y algunos episodios de la Reconquista. En ella aparecen Isabel de Castilla junto a Pilar Primo de Rivera, Zorrilla junto a Jaime de Foxá y la abuela del propio Umbral, en burra, con la Pardo Bazán.
El protagonista de Los helechos arborescentes es el propio escritor vestido de monaguillo, «un monaguillo intemporal que viene de los cuadros de la Iglesia de San Miguel y que ha visto pasar por allí a Estebanillo González, a Quevedo y a toda la España nacionalista. La casa de prostitutas, epicentro de la acción, no es otra que La Formalita, conocida también por La Doña Nati, en Valladolid y por ella pasan los comuneros, los ilustrados, los moros y Franco. Una novela-collage que dará que hablar en su día y ante la que se escandalizarán los de siempre, suponiendo que queden.
En cualquier caso, las buenas costumbres y la moral deben de agradecer a Francisco Umbral el que no leyera otra de sus novelas, ésta a punto de publicarse, en la que el prolífico autor retorna la fiteratura erótica, incluso la pornográfica, para castigo de fieles. Además de la obra erótica, Umbral presentará también un diario íntimo, no publicado, en el que hace un ejercicio de autocrítica literaria, analizando sus propios artículos y la actualidad política y social de la España de 1977.
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