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Entrevista:

"Todos los sistemas de pensamiento perciben sólo una parte relativa de la realidad"

Henri Laborit, científico francés

Cuando diez personas ven un accidente de automóvil, dan diez versiones distintas del mismo. Y, sin embargo, todas las versiones son objetivas, exactas, pero parciales. Este ejemplo puesto por el científico francés Henri Laborit, en Madrid, en el transcurso de una conferencia sobre el fascinante tema Bases biológicas del comportamiento social, bajo el patrocinio de la embajada de Francia, muestra la tremenda relatividad de todos los sistemas de pensamiento que, desde el psicoanálisis al conductismo o al pensamiento estructuralista, perciben sólo una parte de las relaciones que existen en la realidad, relaciones que, en su totalidad, nunca podrán ser conocidas por el hombre.

«No hay biología ni psiquismo. Hablar así es perpetuar la dicotomía ... » Así comienza el científico francés a explicar las conclusiones a las que le han llevado numerosos años de investigación y trabajo. Un trabajo científico que le ha supuesto pertenecer a más de treinta sociedades científicas y obtener el Premio Lasker del American Public Health. Es también el fundador y director del Laboratorio de Eutonología -estudio del equilibrio biológico- del célebre hospital Boucicaut, de París.En sus concepciones sobre la realidad, el concepto de relación, parece ser la base de todo. «Existen relaciones -afirma-. Y el conjunto de las relaciones que existen entre los elementos del conjunto se llama estructura... La estructura no es energía ni masa; no se puede medir... En la sangre, por ejemplo, cuando circula por la carótida, se pueden cuantificar todos los elementos: tiempo, cantidad de sangre que va a pasar, etcétera. Se puede hacer un balance termodinámico de toda la materia que ha intervenido en el proceso. »

«Pero esto -dice, mientras pone su mano sobre el cuello por el que fluye la sangre a la que se refiere-, este conocimiento de los datos, no dice nada sobre este diálogo que estoy manteniendo con usted.» Todo está, pues, según Henri Laborit, en función de los niveles en los que están sucediendo las cosas, los niveles en los que se dan las relaciones. Hay niveles subatómicos, atómicos, moleculares, celulares, cerebrales, interpersonales, sociales...

El científico sólo hace una hipótesis de trabajo que nunca constituye para él objeto de creencia, prejuicio o similar. Los hechos confirman o niegan la hipótesis. Cu ando ésta es confirmada, cualquier persona en el mundo puede llegar al mismo resultado. No sucede lo mismo en terrenos fronterizos a los que se aplica una metodología no exactamente científica, desde la ya descrita perspectiva positivista y empirista. Por ejemplo, el psicoanálisis actúa de otra manera. «El psicoanálisis es la intuición genial de un hombre llamado Sigmund Freud», opina el investigador francés, quien añade, refiriéndose a la validez científica de su hipótesis, que «el propio Freud reconoció que esta validez vendría con la confirmación de sus hipótesis de trabajo por parte de las ciencias positivas.

Certeza y dominación

La certeza, la necesidad de seguridad, siempre está en el origen de los dogmatismos y de la pretensión por parte de los diversos sistemas de pensamiento de erigirse en cerradas coherencias de certeza. Por eso, Laborit, al referirse a ciertas escuelas de pensamiento, considera que se trata de verdaderas «especíes de religión», refiriéndose a muchos seguidores de Freud. «Sin embargo -prosigue-, hay que reconocer que ciertas intuiciones de Freud se confirman en la biología contemporánea.» Uno de estos temas confirmados, según el Investigador francés, es el conflicto entre el yo y el superyó, conflicto que, a nivel biológico, es, según él «el de la inhibición y la acción».

«Todos han visto una parte de la realidad -asegura el señor Laborit- Freud, Pavlov, los estructuralistas, etcétera... Todos han visto una subestructura de la realidad y creen que eso es la estructura completa. Cada uno ha visto algo que no excluye lo que los demás han visto... Hay que añadir ciertas piezas para demostrar que todas estas ideologías son complementarias. No se puede entender esta complementariedad, sin saber cómo funciona el cerebro.»

En este contexto, Laborit se refiere a un curioso por qué, a por qué es imposible crear, según él, una verdadera inteligencia artificial. «Los expertos en informática ha blan -dice sonriente- de la creación de inteligencia artificial pero las máquinas lo único que hacen es imitar una función y no una finalidad. Cuando sean capaces de construir una máquina que pueda crear ella misma su propia finalidad, en ese momento habrán creado algo realmente inteligente.» Esta es la diferencia entre el ser vivo y el autómata. «Por eso -prosigue- un robot, cuando no tiene energía, está simplemente desconectado, mientras un ser humano, cuando no la tiene, está muerto. Los robots no mueren como los seres vivos, precisamente porque no están vivos.»

Todo lo social es una interación de lo personal, pero una interacción, en la que se crean nuevos niveles de relaciones. «Un cerebro -afirma- se encuentra en el espacio con otros cerebros... La sociología es la ciencia de las relaciones interpersonales.»

Automatismo y creación

«Cuando un pianista da un concierto y trabaja durante meses el mismo pasaje de música, es perfectamente consciente de la dificultad que tiene que Superar, es plenamente consciente de los pequeños detalles. Pero, poco a poco, va automatizando su comportamiento. Llega a un estado en el que no tiene que estar pendiente de todos sus movimientos... Es entonces cuando adquiere un nivel superior de conciencia.»

Henri Laborit, al hablar así, se está refiriendo al acceso a niveles de relaciones superiores, a la relación entre inconsciencia y conciencia. La creación artística nace así, según él, cuando. entran en la inconsciencia niveles de relaciones que antes eran conscientes. De la mano del automatismo del pianista, nace su percepción y recreación en la obra artística.

Pero no siempre la inconsciencia, la'automatización, es el acceso a un nivel superior. Más veces es todo lo contrario. «Nacemos en la inconsciencia -concluye- y vamos construyendo nuestra conciencia. La mayoría de nuestros semejantes permanecen en la inconsciencia porque los prejuicios, introducidos en su sistema nervioso desde el nacimiento, les guían y nunca los han puesto en entredicho. La sociedad, sus relaciones de fuerza, premian la inconsciencia, la repetición automática de prejuicios y normas de comportamiento... No premian la creación.» Se gratifica, pues, al que repite, memoriza o se somete; no al que rompe o crea.

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