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A ti, mujer

Rosa Montero

Como las mujeres somos el 52 % del censo, en estas vísperas urnáticas y votacionales estamos recibiendo una atención enternecedora por parte de esos hombres que tanto nos quieren y a los que tanto debemos. Las propagandas electorales se dirigen a ti, mujer, y nos ofrecen palabras rimbombantes y elogiosas, mucho incienso feminoide y escasamente feminista. Todos los partidos dicen tener la solución de nuestros males, alardean de su definida vocación antimachista y prometen convertirnos en Sissí emperatriz a cambio de nuestro voto. Hay pocas mujeres en las listas, eso es cierto, y relegadas más bien a puestos por debajo de la línea de flotación, pero esto se, compensa por lo mucho que alardean de ellas. Somos tan modernos que tenemos dieciséis candidatas, dieciséis, trompetea por ejemplo UCD mientras les hace desfilar por la pasarela electoral enseñando el muslamen político y la pechuga centrista: porque de las diputables, en general, no interesa lo que digan, sino su condición mona y femenina.Hace unos. días, Sanroma, secretario general de la ORT, dio una conferencia-mitín-charla sobre la mujer en una sala madrileña. Es el primer secretario general que toma tal iniciativa feminista: se nota que la ORT es un partido aún bienintencionado, voluntarioso y crecedero. La sala estaba llena de mujeres, amén de un buen puñado de tiernas criaturas, cosa que no sucede, pongo por caso, en una conferencia del Club Siglo XXI, que allí son muy señores y todos los asistentes tienen una esposa en casa cuidando de los niños o, en su defecto, una nurse segoviana. Hablaba y hablaba Sanroma con los pelirris pegados al cráneo puntiagudo, enfundado como siempre en su trajecito gris de los domingos, las manos unidas sobre la mesa, a modo de devoto penitente, y los codos pegados al costado, que Sanroma cada día se parece más a una mantis religiosa zancuda y con corbata. Dio el hombre una animosa charla pespunteada por los berridos de los niños de la sala, intentó eludir honestamente el halago demagógico, y cayó a su pesar en el paternalismo, como todos. Tras comparar el movimiento feminista con la rebelión de los esclavos y la de los siervos de la gleba, rebeliones que no liberaron al hombre, puesto que introdujeron una sociedad también clasista, dijo que: «¿Por qué van a conseguir las mujeres lo que no consiguieron los esclavos ni los siervos?», para alentarnos después con un esperanzador pronóstico, «pero ahora sí, ahora, unidas con los hombres en la lucha por el socialismo, ante las mujeres se abre un porvenir luminoso. Con la ascensión de la clase obrera...»; intentó proseguir, y en ese momento, y a no dudar cegada por las luminarias futuribles, ascendió al estrado no la clase obrera, sino una nena de tres años cuya aparición dejó a Sanroma un tanto aturullado, cortando momentáneamente su discurso hasta que la criatura fue rescatada por su madre, que es esta, la de rescatar niños, la función primordial de toda madre en un país como este en el que no hay un sistema racional de guarderías.

Bueno, pues es eso. A las mujeres nos siguen regalando bombones, como siempre, pero ahora rellenos de papeletas en vez de uvas escarchadas. No hace falta hablar de los partidos de derechas, UCD incluido obviamente, cuyo feminismo es tan risible que no merece siquiera comentarlo. Hablemos de los otros, de una izquierda a la que se puede conceder incluso el beneficio de la duda en cuanto a buenas intenciones y que sin embargo nos ofrece puestos secundarios en las listas, parches feminoides, cambalaches consensuales, cuyo precio es el de las reivindicaciones feministas, entre otras claudicaciones. De esos partidos que, generosos ellos, ofrecen un porvenir luminoso a audiencias atosigadas por los hijos y atadas a una realidad de hoy y no futura. A Sanroma se le subió una niña a las barbas cuando él esperaba en pleno arrebato a la clase obrera: y es que las nuevas generaciones de mujeres vienen imparables.

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