Los separados
Primero fueron las separadas, claro. Todas las iniciativas sexuales, desde el estro periódico, más o menos mensual, o período de celo muy frecuente, en los primates hembras que olfateaban ya en la distancia el toque lotusse de la feminidad loewe, todas las iniciativas en ese campo o campos de pluma, para batallas de amor, han sido de la hembra pregongorina.Ellas inventaron el matrimonio, al hacer regresar al macho cazador, a la husma sexual, todas las noches, y ellas han inventado el divorcio y la separación de bienes, porque la mujer, desde el tiempo en que ellas y nosotros no éramos sino felices y pacíficos monos lémures, que ni siquiera tenían que votar, la mujer, digo, siempre ha tenido un abogado de su parte.
Robert Ardrey, que es darwinista, viene a sostener, más o menos, que vivimos entre dos glaciaciones: toda la Historia, la Cultura, la guerra y la gloria, Greta Garbo, Voltaire y el chanel número 5 no han sido sino un leve suspiro de lucidez entre dos glaciaciones del planeta.
Mas Naney de Keney, una lectora de caligrafía inteligente y desenmarañable, me avisa de que Ardrey es un reaccionario cuya filosofía ha sido aprovechada en USA por los Nixon, Goldwater y ésos. Ya Juan Cueto nos ha contado en este periódico la aplicación norteamericana de la filosofía al capitalismo. Dado que se trata previamente de una filosofía capitalista, no le veo yo mayor misterio a la cosa. Pero estoy con Ardrey en que las gachilillas, desde la lémur a la ucedista o Carmela García Moreno (que me invita a almorzar) han llevado siempre la iniciativa.
Después de las separadas, vinieron, en la marcha española hacia la New Frontier, los separados, que tenían mucha menos gracia, porque eran unos señores que salían en la tele como minusválidos de Iñigo, silbando la muerte del cisne matrimonial con un expediente de divorcio a modo de armónica.
Abc, en pleno y acertado frenesí retro, saca un bello tomo con todos los Marianos de Cavia. Los mejores, claro, en esta antología del periodismo español, son Agustín de Foxá Joaquín Calvo-Satelo, Luis Rosales y Carlos Luis Alvarez. Hay mucho muermo de por medio, Foxá le aconsejaba una vez a un interlocutor:
-¿Y por qué no se pinta usted los cuernos de purpurina?
Frase que el pluringenio Federico Muelas hizo suya con fortuna conquense. Lo de la Asociación de Separados no dejaba de tener algo de purpurina leguleya para dorar la cornamenta de los maridos de cabezas encandelabradas, que dijo el otro, pues ya Quevedo nos previene:
-Día llegará en que se are con maridos en Castilla.
A lo mejor por arar con maridos ha prosperado tanto Castilla y tiene sojuzgadas a las provincias, que ya en la etimología llevan el estigma de vencidas. Madrid y provincias, dice Correos, una institución triunfalista, en sus buzones. Eizaguirre y Kasner, dos abogados de la calle Goya, que tienen buzón propio, han decidido aprovechareste respiro entre dos glaciaciones para llevarse una honrada pastizara separando al personal. José Vidal-Beneyto (no le llamaré Pepín para que a mí no me llamen Paco) acaba de publicar en este periódicb un artículo donde alude, más o menos, al divorcio como sagrado báculo del matrimonio. La Asociación de Separados de Madrid, que auspician los dichos abogados, es ya una asociación mixta, quizá porque se ha visto que en el trance separacional siempre queda como más airosa y lib la jai, mientras que al marido lo ve nuestro costumbrismo entre la cornamenta lírica de oro y el bandonéon de la milonga cabrona.
De todo lo cual yo concluyo, primero, y principal, que la mujer siempre nos ganará por la mano (o por la pierna) en asuntos de ingle, pues que ella instituyó el matrimonio cuando no era más que una mona lémur, mucho antes que San Pablo por culpa de las fornicaciones, y ella ha instituido e institucionalizado )a separación antes que el hombre, creando la juricidad mediante la costumbre y yéndose de madrugada con el lechero. Y, segundo y quizá más principal, que el divorcio, religioso o jurídico, no es sino revés del matrimonio, báculo de la familia, dependencia del Estado y la Iglesia, alienación y sacacuartos. Recomiendo una vez más lo de siempre: bajar a por tabaco y no volver.
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