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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El petróleo iraní

LA DESAPARICION temporal de Irán como suministrador de petróleo no va a dar lugar a una crisis comparable a la de 1973-74. Sin embargo, ocasionará, sin duda, dificultades a aquellos países que -como España, Japón o Alemania- recibían casi un 20% de sus importaciones de crudo de aquel mercado.El consumo mundial de petróleo oscila alrededor de los siete millones de toneladas diarias, de las cuales la OPEP suministra en torno a los cuatro millones, correspondiendo a Irán entre 700.000 y 800.000 toneladas. El hueco iraní representa unos seis millones de barriles diarios (una tonelada equivale a 7,7 barriles), lo que significa casi un 10% de los suministros mundiales. Los expertos consideran que los países de la OPEP están en condiciones técnicas de cubrir casi la mitad del hueco dejado por Irán, si bien éstos invocan dificultades técnicas y pretextos poco convincentes para aumentar sus suministros. Lo más previsible, sin embargo, es que terminen por incrementar su producción en unos tres millones de barriles diarios, aunque, naturalmente, los coticen a un precio muy superior a los oficiales. Otro factor que invita a un moderado optimismo es el ligero descenso estacional de consumo que suele producirse en la primavera, así como las reducciones del mismo que puedan llevarse a cabo en algunos países por medidas de ahorro energético. Y al final de esta escalera de peldaños pintados de buenos augurios están las propias necesidades de Irán, que, con sus 33 millones de habitantes y sus importaciones anuales por valor de 18.000 millones de dólares (que cubren no sólo armamento sofisticado, sino también alimentos y materias primas para la industria), precisa exportar petróleo.

Aunque el panorama no sea desastroso, parece irremediable una subida de los crudos, si bien no en las enormes proporciones de la crisis de 1973-74, cuando los precios se multiplicaron por cuatro. Ese nuevo encarecimiento repercutirá más gravemente en países que, como España, tienen sus flancos más descubiertos. Así, nuestro país tiene que sustituir unos diez millones de toneladas de importación iraní con crudos de otras procedencias, que habrá que adquirir en el mercado de contado y a sus precios. El señor Magaña, comisario general de Energía, ha explicado las medidas urgentes adoptadas por el Gobierno: sustitución de fuel-oil por gas en las térmicas del noroeste de la Península, nuevas importaciones de Nigeria y Venezuela, anticipos en los envíos iraquíes y mayor utilización de las centrales hidráulicas en este año de lluvias. Y, sin embargo, estos esfuerzos no son suficientes para llenar el hueco de casi un millón de toneladas al mes de crudos iraníes que se venían refinando en España.

Hay que resolver a corto plazo algunos urgentes problemas de nuestra organización energética. Por un lado, CAMPSA se verá obligada a resolver sus problemas de almacenamiento. Renfe, por su parte, tendría que abaratar el carísimo coste del transporte de carbón, que podría ser quemado en las centrales térmicas en mayores proporciones que en la actualidad. Se precisa, sobre todo, una organización administrativa menos dispersa, más eficaz y mejor dispuesta a colaborar con los intereses privados de las refinerías. A medio plazo es preciso concebir y llevar acabo una política energética coherente, en la que-se tenga en cuenta que el problema del petróleo, como el caso de Irán demuestra, es fundamentalmente político y sólo en segundo plano económico y que se plantee seriamente la sustitución del petróleo por otras fuentes de energía, incluidos el carbón y la energía atómica.

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