El otro México
Los recibimientos multitudinarios dispensados por. los mexicanos al papa Wojtyla y al rey Juan Carlos forman parte de la idiosincrasia popular. Es de sobra sabido que el mexicano es gente de natural «entrador» y se vuelca con el visitante. Sin embargo, ese rasgo expansivo y acogedor no significa que el mexicano renuncie a mostrar las llagas de su cuerpo o se aplique a dar a -entender que su país sólo se conforma de los hoteles de lujo en Acapulco o en el paseo de la Reforma, insólitamente sublimados a la luz de la luna por los sones veracruzanos en la plaza Garibaldi. Que México cuenta con su envés patético nadie lo puede dudar. Que -se otro México, el que muy bien oculta la propaganda oficial, es mayoritario, tampoco. Del México real es del que vamos a hablar en este trabajo, que del brillador y oficial ya tenemos bastante con lo que leemos en los folletos turísticos.Revolucionarios en conserva
Este otro México que comentamos no es el lejano e insurgente de Reed, sino el México insuficiente de López Portillo, aun cuando algunos sectores, como el agrario, se encuentren, todavía, estancados en estructuras semejantes a las existentes en 19 10, año de la revolución, y fecha que puso fin a la dictadura de Porfirio Díaz.
El punto de arranque de la disparidad o de la insuficiencia de la nación mexicana, a nuestro juicio se sitúa en que las reformas efectuadas por Lázaro Cárdenas durante su mandato presidencial (1934-1960) no tuvieron continuación en sus sucesores, con la sola excepción del intento frustrado de Luis Echeverría (1970-1976). El conservadurismo de los presidentes mexicanos, bien arropados por la oligarquía y mejor controlados por su extensión partidista, la burocracía del PRI, es el principal causante de las desigualdades angustiosas que se dan en el México de hoy. El empecinamiento en no resolver las contradicciones internas del país, por medio de la antisocial «alianza en los beneficios», es lo que hizo a López Portillo, desde el momento mismo en que accedió a la suprema magistratura del Estado, tomar la bandera de su «alianza en la producción», hecho necesario para que el proceso mexicano aboque en una sociedad más justa y desarrollada.
El PRI, oxidado
La petrificación del PRI -término acuñado por Carlos Fuentes- es lo que realmente ha provocado permanezcan los desajustes socio-económicos en la realidad mexicana. El PRI, inmóvil y corrompido, desde su fundación en 1921, viene ejerciendo una dictadura de partido en lugar de promover un sistema flexible de democracia de partido predominante. La reciente legalización de los partidos Comunista y Mexicano Democrático demuestra de modo fehaciente que ha actua do sin oposición alguna, es decir en la más completa impunidad, incluido en ella el total control de las centrales sindicales. Lo curioso -Y dramático- del PRI reside en que fue creado como agente institucionalizador del cambio, pero su usu ra de poder le ha convertido en la herramienta de la consolidación del injusto statu quo y en el edecán de las avorazadas minorías privilegiadas. De ahí que los intentos del liberalizador López Portillo, en materia política, fiscal -especialmente en los impuestos directos- y de distribución de la riqueza, se topen continuamente con una dura resistencia del mal llamado Partido Revolucionario Institucional. Octavio Paz y el profesor González Casanova han escrito páginas bien lúcidas sobre este tema.
Entre el ejido y el petrodólar
Lógicamente, las rigideces de orden político tienen -un reflejo de índole social y económico. Así en México, la tasa demográfica es del 3,5 %; la inflación asciende al 17 %; el paro real y el subempleo juntos alcanzan el 50 % de la población activa; la agricultura da ocupación al 40 % de la fuerza laboral y contribuye con el 9 % al PNB.
Pero el drama agrícola -un 17 % de tierra cultivada-, exponente del crudo subdesarrollo en que se vesumido el sector, arranca de la creación del sistema ejidal en 1917 y se confirma con el precario aumento de su producción -del 2 % en 1977- y con la dedicación del gasto del presupuesto nacional de un escaso 8,4 %. Por otra parte, para acabar con el paro estructural haría falta la creación de 750.000 puestos de trabajo al año, cifra absolutamente imposible de alcanzar sin un vuelco completo de la política económica, es decir, de una profunda reforma de las estructuras vigentes que potencie la tasa del crecimiento global.
Al día de hoy, el sistema mexicano de economía mixta gira en torno, o mejor dicho, sobre los recursos petrolíferos, cuyas reservas, tras los recientísimos descubrimientos, se estiman en 40.000 millones de barriles. El prcgrama de inversiones del monopolio Pemex, para el período 1977-1982, se ha cifrado en 20.000 millones de dólares, y los ingresos por exportaciones de crudos en 1978, en 2.400 millones de dólares. El Gobierno, que continúa sin asociarse a la OPEC, juzga que para ahincar en la reforma del conjunto económico es menester potenciar el epígrafe petrolífero, y ello exige una fuerte internacionales se elevan a 4.500 aun sabiendo que las reservas internacionales se elvan a 4.500 millones de dólares y la deuda exterior roza los 30.000 millones de dólares. Indudablemente, toda la modernización de la economía mexicana pasa por los favores monetarios que aporte el «oro negro» en los años venideros.
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