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Un organismo con más de seis mil personas

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) fue creado por una ley del año 1939. Se trata de un organismo autónomo del Ministerio de Educación y Ciencia cuyo presidente nato es el titular de esta cartera. Según fuentes consultadas por EL PAÍS en el propio CSIC, éste tiene «una organización burocrática complicada y con poca claridad, así como una gran ambivalencia de funciones. Por un parte, la ley Fundacional, según la que fue creado, lo define como encargado de fomentar, impulsar y coordinar la ciencia española, y por otro, se le hace encargado de realizarla».El CSIC ha pasado por múltiples reestructuraciones, concentradoras de organismos, unas veces; desconcentradoras, otras. La base del CSIC son los institutos en los que se realiza la investigación. Pues bien, los organismos intermedios que hubo entre estos institutos y la presidencia del CSIC son considerados por las fuentes consultadas como los ámbitos «que constituían la cúspide administrativo-política, estando continuamente en situación de permanente interinidad». Desde enero de 1977 sólo existe un ente jurídico, el CSIC, del que dependen directamente los institutos de investigación.

Los institutos

Actualmente hay 175 institutos, en los que trabajan unas 4.000 personas, de las que 1.200 son titulados superiores. Un 60% de estos institutos está en Madrid; un 10%, en Barcelona, y entre un 3 y un 4%, en Andalucía. No hay ninguno en Euskadi.Además de los institutos existen 120 centros coordinados con universidades e instituciones. Pero el potencial investigador del CSIC no acaba aquí. A sus 62 departamentos y trece seminarios se unen ocho estaciones experimentales, diez fincas experimentales, dos barcos oceanográficos, cuatro museos, un jardín botánico, dos acuarios y diversas sociedades de investigación, escuelas u otras entidades.

¿Cómo es empleado todo este material, este inmenso arsenal de posibilidades materiales y humanas? Según algunos, mal. Según otros, lo mejor posible con las actuales estructuras. Un alto funcionario de la Universidad madrileña afirmaba recientemente en Televisión, ante el hecho de que España paga una gran cantidad de royalties a empresas extranjeras y, sin embargo, en España apenas se investiga, que «a la Universidad, que es a quien corresponde el formar investigadores, se le sustrajo, hace ya cuarenta años, esa función investigadora con la creación del CSIC. Con ello se le quitaron a la Universidad los medios necesarios para formar investigadores y reclutar investigadores entre la gente joven, que es la que demuestra verdadera vocación. Por otra parte, el CSIC no parece que haya cumplido la misión para la que había sido diseñado... La empresa privada investiga muy poco. Quizá más que lamentarnos de que invierta poco en investigación nos tendríamos que preguntar por qué invierte poco. Posiblemente invierte poco en investigación porque no se ha de los resultados que pueda obtener de los centros de investigación oficiales ».

No comparten esta afirmación portavoces de las personas que trabajan en el CSIC. Según datos facilitados a EL PAÍS, en un año han sido publicadas 342 tesis, lo cual, según algunos científicos, es incluso una cantidad excesiva. En revistas científicas aparecieron 1.652 artículos, 97 monografías y se editaron en los centros dependientes del CSIC 75 revistas. Tuvieron lugar 219 participaciones en comisiones internacionales de normalización y 163 en comisiones nacionales, también de normalización. Se llevaron a cabo 687 cursos monográficos, cursillos y seminarios; 9.250 informes técnicos a la industria; 424 participaciones en congresos internacionales; 284, en congresos nacionales, y 32 patentes.

Sin embargo, en el CSIC la mayor parte del personal que en él trabaja no está, en absoluto, satisfecha con el funcionamiento del mismo, lo cual no significa que se esté de acuerdo con la postura de las autoridades universitarias.

«Durante los últimos meses -declararon a EL PAÍS las citadas fuentes- se ha podido observar el desarrollo de una campaña pública de desprestigio de la investigación española, en general, y del CSIC, en particular. Quizás las dos intervenciones más desagradablemente sobresalientes hayan sido las protagonizadas por dos altas jerarquías de la Universidad Complutense: la del vicerrector, Gallego, en TVE en noviembre, y la del rector, Vian, en el acto académico del día de Santo Tomás de Aquino. Estas intervenciones han sido doblemente lamentables por cuanto no sólo han manchado a quienes las han protagonizado (y lo que es peor, al organismo al que representan), sino también a quien, pudiendo y debiendo replicar, no lo han hecho, ni siquiera tras la petición explícita de un buen número de sus subordinados.»

De estas palabras se deduce que, en opinión de estas fuentes, el malestar en el CSIC no se refiere exclusivamente a la crítica que le viene de la Universidad, sino a lo que ellos consideran un mal funcionamiento del organismo, afirmando incluso que «las propias autoridades máximas del CSIC parecen estar colocados ahí para cargárselo».

Solución a la investigación

Opinan numerosos profesionales de la investigación que «los problemas acuciantes de la investigación nacional (falta de directrices socio económicas, carencia de medios humanos y materiales, caciquismo, etcétera) tienen posibles soluciones (creación de un organismo único de planificación y control, con, intervención del Gobierno, el Parlamento y los investigadores, puesta en marcha de medidas fiscales de fomento a la investigación, etcétera ... )».Existe, al parecer, una «guerra sorda Universidad-CSIC de la que los investigadores, universitarios de formación y vocación, somos espectadores perplejos y prácticamente impotentes. Hoy, ante las actuaciones indicadas al principio, no queda más remedio que decir al país que en el dominio de la ciencia y la investigación el CSIC no es el único ni el primer organismo a reformar. Desde luego, su disolución sería suicida, por cuanto significa del orden del 50% del esfuerzo público en investigación, y es, con gran distancia a las demás, la única estructura nacional suficientemente cercana al mínimo operacional en este tema. En cuanto a su productividad, habría mucho que discutir, pues si los resultados son escasos, no hay que olvidar que la productividad es una relación de resultados a inversión ».

¿Debe, pues, desaparecer el CSIC? ¿Acaso no se puede llevar a cabo la investigación en ambas entidades, CSIC y Universidad? «Hay que decir también que si el CSIC no posee las estructuras idóneas para investigar -responden las fuentes del CSIC-, las de la Universidad son muchísimo menos idóneas. Desgraciadamente, las estructuras universitarias son ya muy deficientes para cubrir simplemente el objetivo que muchos consideran hoy como primario, la cualificación profesional de los universitarios, cuanto más para hacerlo con el auténtico, la formación de los cuadros intelectuales que todo país necesita. Excusado es, por tanto, hablar de las posibilidades que tiene de cubrir un tercer objetivo tan complejo como la investigación.» Consideran los científicos e investigadores consultados que el tercer ciclo de la enseñanza universitaria, por ejemplo, sería un marco excelente para la cooperación entre el CSIC y la Universidad a la hora de llevar a cabo la investigación.

«Es necesario recordar -concluyen- que si la política científica española ha sido y es desastrosa, y sus resultados muy escasos, la culpa, al menos en gran parte, no es de los investigadores. Todos los ministros de Educación y Ciencia de las últimas décadas y todos los presidentes del CSIC han sido profesores de Universidad y nunca se nos ha consultado a los investigadores sobre lo que se debería hacer. Hora es ya de un debate nacional sobre la investigación, pero donde todos tengamos voz. La ocasión, en período electoral, es única, pues así se podría conocer la opinión y la intención de gobierno, al respecto, de los diferentes partidos.»

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