El retorno del cine mexicano
Estreno de "El lugar sin límites"
En 1950, la industria cinematográfica mexicana alcanza su límite al producir 122 largometrajes que obtienen el 70% de sus ingresos en el mercado exterior. Es la época en que las películas de Emilio Fernández ganan sistemáticamente premios en los festivales de Cannes y Venecia y la producción mexicana llega regularmente a las pantallas de habla castellana.
Pero el cine mexicano está herido de muerte por la política restrictiva del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfico, que en 1958 reduce a 35 el número de directores, de forma que ese año cada uno hace tres películas. Tras tocar fondo en 1963, año en que se producen veintinueve largometrajes, la industria cinematográfica mexicana comienza a restablecerse.En la actualidad, con sus cuarenta largometrajes anuales de producción, el cine mexicano es prácticamente desconocido en España. Su presencia se limita a las películas que año tras año concurren al festival de San Sebastián, a algunas retrospectivas realizadas por el festival de Huelva, a algunos mínimos ciclos hechos por el segundo canal de televisión y al estreno de las más comerciales y peores de sus películas, generalmente disfrazadas de producciones norteamericanas, más la aparición marginal de alguna obra interesante, como México, México, ra, ra, ra, de Gustavo Alatriste.
La sala Luis Buñuel se inaugura con El lugar sin límites (1977) de Arturo Ripstein, sobre el relato homónimo del escritor chileno José Donoso, que en el pasado festival de cine de San Sebastián obtuvo el premio especial del jurado. Está interpretada por Lucha Villa, una de las cantantes folklóricas más populares de Latinoamérica, y Roberto Cobo, actor y bailarín que ha pertenecido a la compañía de Celia Gámez y que en cine se hizo famoso al hacer el papel de Jaibo en Los olvidados, de Luis Buñuel.
La película sigue muy de cerca la novela de Donoso. Cuenta la historia de la japonesita y su padre, un homosexual conocido por la Manuela, que regentan un prostíbulo en un perdido pueblo mexicano, y ambos se sienten atraídos por Pancho, prototipo del machismo. Arturo Ripstein, uno de los más importantes directores mexicanos actuales, autor de obras interesantes como El castillo de la pureza (1972) o Cadena negra (1978), vuelve a tratar el tema de los marginados sociales.
« No he variado prácticamente nada respecto a la novela -dice Ripstein-, salvo la estructura.»
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