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Reportaje:Comisarías, deficiente base del aparato de seguridad / 5

La profesionalización polocial, dificultada por la escasez de medios y la burocracia

Una comisaría de policía se encarga de una amplia gama de asuntos que producen una gran cantidad de burocracia. Permisos de permanencias para extranjeros, certificados de buena conducta, normales y para el IMEC (milicias universitarias), permisos de armas para escopeta, buscas y capturas, comunicación e intercambio de documentación con los juzgados, informes varios y archivo de documentos, etcétera.El horario de trabajo en una comisaría comprende las veinticuatro horas del día. El personal se turna. En general, este personal no puede dar abasto al trabajo que se acumula.

Junto a esa burocracia, los servicios especiales (tronchas, o vigilancias ocasionales), turnos de patrulla callejera, intervención ante un delito, investigación de asuntos pendientes de aclarar, informes de personas o entidades, y otros temas

Mientras el personal auxiliar administrativo -personal femenino- intenta dar salida al papel, los policías hacen el acopio de material. Por ejemplo, nueve inspectores estarán en el servicio de inspección de guardia, en turnos de tres por día. Otros tres o cuatro funcionarios se dedicarán a informes. Y de tres a seis u ocho formarán el equipo de investigación. Al mando están los comisarios jefe y segundo jefe. Y, de forma auxiliar, una variable dotación de Policía Nacional que depende de la comisaría, pero que puede recibir instrucciones directas de la superioridad.

Dice un inspector: «Nos teledirigen sin conocer la realidad de los barrios. Desde la Dirección ordenan, de pronto, vigilar todas las gasolineras o los bancos de la zona. Y no se dan cuenta de que ni hay hombres ni coches suficientes. Si hay de turno dos inspectores haciendo informes y otros dos investigando algún delito y en la guardia dos atienden al público y otro se ha ido a comer, porque tiene que comer, ¿de quién se echa mano?»

Los medios materiales no presentan mejor cuadro. «Retiraron los coches Z, los blancos, que los controla orden público. Si necesitas uno, te lo mandan, si quieren, claro, o sí pueden, o lo que sea. La realidad es que sólo cuentas con los dos camuflados, cuando alguno de ellos no está en el taller. Con uno o dos coches hay que atender a todo: acudir a una persecución, hacer una troncha, etcétera. Lo demás, es decir, la mayoría de las cosas, lo haces a pie, con la consiguiente enorme pérdida de tiempo.»

No se puede decir que estén contentos, precisamente, los funcionarios de policía de las comisarías. Que si la radio no se oye bien en los coches y ya podían revisarlas, que si los coches son pequeños y sólo tienen dos puertas, que si no hay entrenamiento de tiro obligatorio, que si las oficinas de las comisarías no reúnen condiciones.

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«Pero, vamos a ver -dice otro inspector-, ¿es que no se nos podía dotar de coches más potentes? ¿Dónde vamos con un R-5. cuando el delincuente más chorizo lleva un 132? En cambio, muchos coches oficiales estupendos se utilizan simplemente para llevar del trabajo a su casa a los cargos superiores y cambiarlos de cuando en cuando, antes de que se los conozcan todos los delincuentes del distrito.»

El resultado es no investigar los delitos cotidianos, o dejar sin inspección, por ejemplo, los horarios y la entrada de menores en clubs o salas de fiestas. «Hay que limitarse a patrullar con el K y, si hay suerte, de paso a lo mejor se ve algo.»

Exigencia de profesionalización

La concienciación profesional in crescendo que se advierte en el seno de la policía corre parejas al proceso democrático. Esta corriente de profesionalización pide suficiente dotación de personal y medios, un reparto racional de los mismos, y una potenciación de la igualdad,entre los funcionarios, sin camarillas, sin favoritismos, sin estrellas.

«Las brigadas centrales y otros funcionarios siguen teniendo gratificaciones, que no se dan en las comisarías.»

«Una cosa es la colaboración con las brigadas, que disponen de mejores medios, y otra cosa es que, cuando en una comisaría inicias un asunto importante, luego vengan y se lo llevan otros, para su gloria personal o por intereses de otro tipo», según dicen algunos funcionarios.

«Bien están, y bien funcionan los gabinetes centrales cuando funcionan, pero es excesiva la dependencia que tenemos de ellos.»

-¿Puede ser cierto que en un establecimiento donde se ha cometido un robo el gabinete de huellas acuda a los tres meses?

-Puede ser cierto. Creo qué sólo hay dos coches para este cometido en Madrid y se producen al día más de doscientos delitos, o sea, que ni aunque vayan volando -dice un inspector, que añade-: De todas formas, lo más normal es que tárden tres o cuatro días si el asunto no es muy importante. Pero, claro, las huellas pueden haberse perdido ya.

Algo similar ocurre con el gabinete central de investigación, Este debe abastecer de información a todas las comisarías, pero, como se hace por teléfono, casi siempre está comunicando. «Cuando te toca el turno, igual tienes que esperar una hora o dos.»

Este afán de profesionalizar su cometido empieza a situar el plano del oficio por encima del plano ideológico. «Lo cual no quiere decir que la policía sea apolítica, que no lo es. Primero, porque un funcionario puede tener sus ideas políticas, y segundo, porque la policía respalda y defiende una legislación vigente y, además, eso puede ser instrumento del Gobierno en el poder.» Esta frase del comisario Moreno, de Los Cármenes, responde a una idea bastante común entre los funcionarios consultados y centra los problemas en el momento sociopolítico actual.

«Quizá el principal problema estriba en que va más deprisa la legislación que los medios técnicos. Se suple con interés y con prisa», apunta el comisario Pérez Cayuela, de Buenavista. «El otro día, cuando la muerte del magistrado, diez minutos después, las balas estaban en el laboratorio de balística. Pero esto que aquí se hace en situaciones excepcionales, en Italia, por ejemplo, está preparado para ser habitual.»

Así, por ejemplo, según viene a ser una opinión bastante generalizada, se dan circunstancias complicadas. En el caso del presunto delincuente, que no puede estar más de 72 horas retenido sin pasar a disposición judicial, «sin que se tenga en cuenta que unos delitos requieren más tiempo que otros para su investigación máxime conIa nueva disposición de que éI detenido tiene derecho a avisar a un ábogado inmediatamente para que éste llegue en las ocho primeras horas de su detención».

Es pronto para opinar dicen respecto de los nuevos cambios en algunos aspectos de la mecanica operativá.

El artículo 520 del Código Penal faculta a Ios detenidos para avisar a sus familiares y a un abogado privado o de oficio, que acudirá antes de ocho horas. La policía no puede interrogar al detenido si no es en presencia del abogado el cual no puede hacer gestos, ni decir palabras durante el interrogatorio, cuya declaración firmará el detenido, así como el abogado con un comentario adjuntó. «Pero esto está originando problemas de trabajo. El Colegio dé Abogados ha respondido bastante bien. Pero los abogados, a veces, llegan tarde y nos hacen perder ocho horas en la investigación. Seguramente son problemas de rodaje», comentan. Por otra parte, el Colegio de Abogados ya ha establecido un sistema de guardias para poder atender esta situación. Un joven policía de Usera diría algo más: «Yo me alegro de este sistema, porque, así, estoy tranquilo de que nadie me va a decir que torturo en un interrogatorio.»

El comisario de Usera, Jesús Maroto, al hilo de estas ideas, mezcladas con los problemas de trabajo, venía a decir que, a su juicio, uno de los fallos estructurales del sistema actual de comisarías; radicaba, posiblemente, en la distribución territorial del personal. Creación de nuevas comisarías por toda España, incluida Madrid. Dotadas con personal de las anteriormente existentes, en gran medida. Consecuencia, restar en unas, para poner en otras, «muchas de las cuales son innecesarias o les sobra gente, por ejemplo, en zonas rurales de Andalucia».

En el proceso democratizador, la policía en general, y las comisarías madrileñas en particular, no se terminan de adecuar a la nueva situación sociopolítica.

«No vale trasplantar, sin más, unas determinadas normas de unos países a otros -generaliza el comisario Pérez Cayuela-; sin suficientes medios policiales se puede originar una falta de respeto del delincuente hacia la policía que se traduzca en mayor violencia por su parte y, a la vez, por parte de la policía.» Y añade: «En Estados Unidos, por ejemplo, todas las garantías del ciudadano se basan en la gran importancia que se concede al juramento; jurar en falso es severamente castigado.»

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