La comunicación del terror
Profesor de Teoría del Estado
Llevo unos días sin leer los periódicos. Los amigos no se lo creen y me preguntan sobre la situación del país y acerca de mi ánimo. Yo sólo sé lo que ellos me cuentan aterrorizados. Y entonces compruebo que el terrorismo solamente busca y únicamente encuentra el terror de la gente utilizando los medios de comunicación.
Hace tiempo, Julián Marías nos recordó que la noticia es noticia porque es pública, es decir, comunicada al público y no a cada particular. Un boletín de noticias en forma de carta con destino personal no produciría el mismo efecto en el receptor que la lectura del diario a la hora del desayuno. Si no supiéramos que a esa misma hora, o en el mismo día, miles o millones de personas reciben la misma noticia, no experimentaríamos esa emoción política o colectiva que nos une con los demás, justo porque la noticia es compartida y porque con quien nos comunicamos, en definitiva, no es con ella, sino con los que la reciben igual que nosotros.
Por eso Jacques Ellul escribió que un hecho se vuelve político cuando se da a conocer, cuando es sabido. Lo desconocido «no existe» políticamente. Los campos de concentración han sido y son una tremenda realidad humana, pero han carecidolde existencia política para quienes ignoraron su funcionamiento. Aplicando las afirmaciones de Marías y Ellul al caso del terrorismo actual, uno no puede por menos que comparar esas dos caras de la misma moneda aterrorizante que son la dictadura terrorista del silencio y el dictado terrorista a través de la comunicación.
Durante la pasada dictadura, el silencio de unos medios comunicantes obturados o amordazados «comunicaba» el terror de no saber lo que pasaba, de no saber, por tanto, a qué atenerse. La gente podía ser encarcelada, torturada y asesinada en la soledad aterrorizada de un grupo de familiares y amigos ante la indiferencia ignorante del público. Recuerdo los días en que condenaron a Miguel Nuñez o a Jordi Pujol y lo absurdo que me pareció, a la salida del local, ver caminar a la gente que no sabía nada. Y es que Maquiavelo ya había dicho algo muy profundo sobre el carácter silencioso de las dictaduras, que hace de ellas un anárquico y barroco «suspense» del «¿qué va a pasar?», sin otra finalidad que tener a la gente en vilo, en desasosiego e inquietud perpetua: «El emperador es hombre aficionado al secreto, no comunica sus propósitos ni consulta pareceres. Por ello nunca se prevé lo que quiere hacer ni lo que proyecta, siendo imposible fundarse en sus determinaciones.»
Ahora, en esta libertad incipiente, el terrorismo es el de la comunicación del terror. Se apunta muy alto a la hora de matar y se mata a los capitanes, a las cabezas, para ver si el Estado, si el centro de comunicación política, salta hecho pedazos. Pero es fundamental para el terrorismo que el terror se esparza. La muerte violenta, el asesinato, ha de ser lo más conocido, lo más público y notorio para que, entonces, la gente se pregunte aterrorizada: «¿Qué va a pasar?». Para que los ciudadanos imaginen y esperen la respuesta al golpe con otro golpe.
Mis amigos leen los periódicos, oyen la radio y ven la televisión. Saben, cuando les comunican el nuevo atentado diario, que muchos otros ciudadanos reciben el mismo impacto, como si la bala asesina nos alcanzara a todos a la vez. Y se crea un movimiento imaginativo reflejo. Todos nos sentirnos unidos por el miedo, y eso es el terror. Un terror total y pánico.
Como es natural, no propugno que se haga el silencio exterior al terrorismo para que sus efectos desaparezcan. Pero todos hemos de hacer en nuestro cerebro un silencio interior. En el fondo no nos puede afectar un acto tan individual y particular como es la muerte, pues si nos afectase se lograría la finalidad terrorista: que el miedo se comunique a la totalidad, es decir, al Estado, haciéndolo estallar en partículas. Por eso los militares, que son el brazo lúcido, el cerebro fuerte de la sociedad política, han de ser los más silenciosos y los más serenos. Infanteria quiere decir silencio y la infantería más fiel es la que calla, no por cobardía, no por traicion, sino porque de ese modo aisla el terror, lo frena y lo mata silenciosamente.
Si todos los civiles hiciéramos como la fiel Infantería, acallaríamos el terror difuso de los terroristas. No tendríamos miedo, no nos comunicaríamos el temor. Formaríamos una muralla humana inexpugnable, contra la cual rebotarían las balas de los asesinos, y el tiro destructor de la democracia les acabaría saliendo por la culata.
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