La larga marcha
Lo he pensado mucho, no crean ustedes que no, le he dado vueltas al tema, he consultado mi Capital y Mi lucha, he cambiado opinión con mi amiga la progre, dentro de su coche, mientras nos dábamos a los juegos sentimentalautomovilísticos que hubiera querido narrar el autor de My secret life, libro que me regala Coral Maspons, lo he consultado con la almohada (no con la propia, claro, sino con la de la otra) y al fin decido que, para las elecciones generales del 1-M, todos con Suárez.
Lo de 1-M tiene ya algo de M-30, de autopista de la muerte, de que nos la vamos a pegar, de cabalgada en el dos caballos a más de cien, con el coche flipado y sin indicaciones de cambio de sentido, pero hemos decidido hacer la travesía del desierto con el hombre más guapo de la historia política de España y no vamos a volvernos ahora atrás. Todos con Suárez.
Es la larga marcha hacia la democracia, es la travesía del desierto electoral, es la marcha verde de ucedé hacia el arcoiris de su logotipo de partido, que se dibuja en el incoloro casi verde y juanramoniano de los atardeceres de la Moncloa, es el mar Rojo abriéndose en dos para que pasemos los israelitas con el alma de nardo del árabe español, un mar Rojo que deja en medio y en pernetas al rojo Santiago Carrillo, es la fiebre del oro y la fiebre del heno que llevó a los pioneros de Mayflower kennediano hacia la Nueva Frontera y la orilla del Pacífico, incendiada en azul, es la leche tratante para el cutis de las aeromozas ucedé (Tarradellas recibe ahora en su casa a mi querida ucedista Bárbara Rey), es todo eso y más: no podemos dejarle solo al presi. Claro que España tiene otras opciones, otras posibilidades, otras libertades, otras democracias, otros caminos, otros líderes, otras derechas y otras izquierdas, pero ya hemos decidido jugárnoslo todo a esa dama de corazones que es Suárez.
Suárez va a salir de todas maneras, de modo que votar Suárez y a ver qué pasa. Es posible que el Sansón de la Moncloa tenga que hacer una voladura controlada del templo de Salomón, las columnas de Hércules y los palacios de la Bolsa y las Cortes, para que perezcamos con él todos sus filisteos, incursos en pacto y consenso, pero así pasaremos no sólo a la historia, sino a la Biblia en verso, como aquella que hizo o iba a hacer Pemán.
En este siglo de siglas profetizado por mi vecino, querido y entrañable maestro Dámaso Alonso, es ya tanta la, confusión babélica de los alfabetos políticos que lo mejor va a ser jugárselo todo a Suárez, reina de corazones, caballo de picas, comodín de la democracia, naipe impar en la baraja de la democracia española. Arrastro.
La luz de la inteligencia nos dice que había otras maneras, otras cosas que Suárez ha enloquecido de suarismo, que está ya entre Luis de Baviera y don Niceto Alcálá Zamora, con música de Barbieri, que a Wagner no llegamos aquí, pero no importa defendamos como mujeres lo que no hemos sabido llorar como hombres, corrigiendo y mejorando la sentencia a Boabdil el Chico. y entreguemos Granada - todo el país es una Granada granada de posibilidades y esperanzas frustradas en flor- a este príncipe civil que tiene su Maquiavelo en Rafael Ansón.
A ver qué pasa. Las fuentes generalmente desinformadas y los sondeos previos a los sondeos previos dan entre un quince y un cuarenta por ciento de abstencionismo, lo que quiere decir que el Luis I de la Moncloa, Adolfo wagneriano y viscontiano, se está alejando vertiginosamente de la realidad de la calle, que es una calle con bolsas de basura de varios días, esforzados policías adolescentes que recogen la basura y honestos padres de familia sacrificada que llevan la bombona de gas de la mano como si fuera un niño escarlata y un poco marciano (un niño de Ray Bradbury), que añadir a la familia numerosa galardonada por Franco. La huelga nos hace unos cerdos, por la saciedad, aquí en Madrid, y el abstencionismo nos hace arcángeles ácratas de Fernando Savater, pero también es hermoso y loco pasar a la historia en un Apocalipsis de guapos -Suárez, Felipe, Sartorius- que suicidaron históricamente su guapura.
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