De Puebla a La Habana
AMERICA LATINA, donde 110 millones de personas están por debajo de la nutrición considerada como de subsistencia, es un excelente terreno para la propaganda, la influencia, la autopromoción por la vía de las esperanzas y las promesas. Se trata de canalizar esta desesperación y la inquietud de los millones de personas alimentadas que temen «desclasarse», caer en el abismo del hambre o de la revolución de los otros. Se trata también, entre la muchedumbre de organizaciones públicas y privadas, de buscar soluciones o paliativos y, muchas veces, de evitar ser utilizadas por políticas menos humanas o menos éticas. A veces, incluso, contra el folklore festivo y superficial. No ha conseguido la Iglesia que la Conferencia Episcopal de Puebla, a la que da toda su trascendencia y su carácter de preocupación profunda la presencia del papa Juan Pablo II, evitar los millares de mariachis y de jinetes que darán un aire de fiesta a la tragedia sobre la que se van a inclinar 365 obispos y cardenales del continente. No ha resistido Cuba a su propia tentación de construir un palacio donde se reunirán en septiembre los delegados de los países no alineados, con sus jardines, sus avenidas y sus puentes sobre el río Quibú, que inevitablemente dará un tono suntuario a la reunión de los jefes de los pobres, de los «malditos de la tierra», que . cantarán La Internacional. Quizá estos dos acontecimientos sean los principales del año en el continente latinoamericano rodeados de un enjambre de reuniones adecuadas: el Consejo Ecuménico en Cuba; el seminario técnico de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo, el Sistema Económico Latinoamericano (SELA), la reunión de Coordinación Latinoamericana, la Organización Continental de Estudiantes Latinoamericanos... Habría que hacer un inventario largo y una trabajosa explicación de siglas para que se comprendiera bien el diluvio de iniciativas que cae sobre el desgraciado subcontinente.La Conferencia Episcopal, que comienza el día 27 -el Papa llegó hoy a México-, se ha organizado sobre un documento previo en el que se examinan las condiciones principales del hambre, de la miseria, la corrupción económica, la reforma agraria, la industrialización del continente. Todo ello sobre una base en la que lo espiritual religioso, el sentido humano de la existencia desde el punto de vista católico, se mezclan a propuestas de carácter técnico. Además de ese documento hay otros veintiuno que han sido elaborados por cada país, en sus conferencias episcopales nacionales, y en los que con tendencias relativamente distintas se llega a las mismas conclusiones. Sirva de ejemplo uno de los más breves, (cinco folios), que es el de Nicaragua: «La Iglesia no debe temer declaraciones políticas ni tomas de posición en favor de los pobres y de los oprimidos», ni debe sobrecogerse por las acusaciones de que se adentra en terrenos políticos. «Es necesario reconocer que la idea de política, entendida según criterios cristianos y científicos, constituye uno de los medios más eficaces para propagar el amor entre los miembros de la sociedad.» Algunos obispos, como los de Brasil, han temido que la presencia equilibrada del Papa y de un número importante de representantes de la curia romana que le acompañan pueda dar un carácter demasiado conservador a la reunión, y un tono excesivamente moderado al comunicado final y a los documentos de trabajo que se elaboren. La idea de que el Papa procede de un país al que una revolución no ha dado la felicidad y el bienestar - les inquieta lógicamente. Difícilmente el deseo nicaragüense y de otras naciones de que la Iglesia aborde directamente la política como medio de evangelización puede llegar a definirse así. Más bien parece que en Puebla se va a tratar de unificar la Iglesia, en peligro de ruptura en todos los países en conflicto, y de buscar una fórmula de evangelización que, efectivamente, defienda los derechos del pobre, pero sin proponer ninguna clase de revolución.
La «revolución» se propondría, en cambio, en la conferencia de La Habana en el mes de septiembre, a la que asistirán jefes de Gobierno y de Estado que se denominan a si mismos como no alineados, aunque en buena lexicografía pueda deducirse la veracidad de esta expresión, comenzando -por la alineación de la misma Cuba con la Unión Soviética. El peso de América Latina va a ser grande en esa reunión y, a juzgar por los borradores de ponencias y por los documentos preparatorios que se conocen, el temario va a ser eminentemente político.
El secretario ejecutivo del SELÁ (Sistema Económico Latinoamericano) ha advertido en la conferencia de este organismo en Caracas que habría que cuidar mucho en esa reunión no caer en el problema común de todas las conferencias internacionales: llegar a soluciones verbales que luego no se aplican en la práctica. El mismo temor puede aplicarse a la Conferencia de Puebla o a la de La Habana. Sin negar, por ello, la utilidad y la buena fe de la convocatoria. Como sea, la reunión que mañana empiece en Puebla es simbólicamente trascendental para el futuro de la Iglesia y de América y marcará un principio decisivo en las actividades del pontificado del papa Wojtyla.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.