En defensa de Pedro Macía
Mal empezamos el año informativo si un instrumento de uso público, pero manejado por unos pocos, últimamente por sectores ligados al Opus, no dan las informaciones veraces, ni se ajustan a la realidad.Es lamentable ver y observar cómo por ser honrado en el ejercicio de su profesión, o por lo menos imparcial a la hora de dictar comunicados, al negarse a dar una nota, que en absoluto se parece a la realidad, ni se ajusta a ella. Con esto me refiero al caso de Pedro Macía como director o redactor jefe del Telediario del mediodía (no como locutor superior, denominado después del incidente por las altas jerarquías del medio), publicada la noticia en algunos periódicos de esta ciudad el día 11 de enero, así como en tino de los partes de RNE.
¿Cómo es posible, y esto me lo pregunto yo, que, de una manera arbitraria, un jefe de servicios informativos, como Pablo Irizazábal, ímponga una nota falseada y manipulada a su antojo, como la referente a la negativa de los señores Camacho y Redondo a aceptar el diálogo sobre los problemas de la huelga de Renfe del día 11 de enero, cuando la realidad no es otra que la de dar a los televidentes y usuarios, en general, la posición de las centrales sindícales en el propio terreno de los trabajadores de Renfe?
Según un diario de esta ciudad, los señores Redondo y Camacho expusieron que para explicar la problemática de lo suscitado en Renfe era mejor la participación de los representantes de dichas centrales en Renfe, que la de los propios secretarios generales de UGT y CCOO, y que no se negaban en ningún momento a estas declaraciones que, por parte empresarial, debían ser constatadas por Ignacio Bayón, presidente de Renfe. Pues lo lógico, lo más lógico, y lo que no cabe lugar a dudas, es que para dialogar un problema como es el de este caso, no hay mejores interlocutores que los del presidente de Renfe y los de las representaciones de CCOO y UGT en Renfe, pues se hubiera podido pedir, por el contrario, para poner en ligera desventaja a este organismo (léase Renfe) en cuanto a la problemática y discusión del convenio si, en vez del presidente de Renfe, el interlocutor por parte empresarial hubiera sido el ministro del ramo, frente a las secciones sindicales de UGT y CCOO en la empresa.
Con esta somera exposición de los hechos no hago más que censurar, en mi modesta opinión, la arbitrariedad de Pablo Irizazábal, en la imposición de una nota poco veraz y la heterodoxia de sus métodos, compartida por Miguel Martín, contra un director de programa, por ser consecuente con su honradez profesional.
