Dos jóvenes armados consiguen dos milIones y medio en un asalto al Banco Central
Dos jóvenes perpetraron ayer, con la colaboración de un tercero, un atraco en la sucursal número 126 del Banco Central, instalada en el número 21 de la avenida de Badajoz. Una vez completados los primeros cálculos, se estima que lograron un botín de 2.500.000 pesetas. El suceso, cuyo desarrollo completo se produjo en unos seis minutos, tiene, respecto a otros de parecida naturaleza, una condición singular: el relato de los testigos ha permitido una rigurosa reconstrucción de los hechos.
A las 10.44 de la mañana, sólo un cliente tramitaba operaciones en las oficinas del Banco Central en la avenida de Badajoz. Cinco de los seis empleados aguardaban la llegada de nuevos usuarios en lo que parecía ser una larga mañana: el director, el gerente, dos administrativos más y el cajero o ventanillero, según se conoce en la sucursal a Antonio Esteban Cañibano, que miraba distraídamente hacia la calle a través de su mampara de cristal blindado mientras el cliente hacía las rutinarias comprobaciones.Pero a las 11.45 Antonio Esteban vio llegar a dos probables nuevos clientes. Tenían edades aproximadas a los veinte y veinticinco años, y vestían jerseys azules de cuello alto. Cuando estaban a punto de empujar la puerta, ambos se subieron el cuello de los jerseys, extrajeron dos revólveres del bolsillo, y, ya en el interior, dijeron: «Que nadie se mueva: esto es un atraco.» En aquel momento, los empleados de la sucursal no tenían demasiadas opciones. A saber: no podían alertar a la policía «porque la puesta en funcionamiento de esta alarma exige una larga tramitación, que aún no hemos podido completar»; tampoco disponían de vigilante privado «porque no confiamos excesivamente en el sistema», y no podían pulsar el activador de la cámara de televisión «porque uno de los atracadores avisó que dispararía al que hiciera algún movimiento sospechoso con las manos o los pies». Unos segundos más tarde, el director de la sucursal, cuyo puesto no está protegido, se avenía a pasar al interior de la cabina del ventanillero y a entregarle los dos millones largos de pesetas que había en caja.
La persecución del "ventanillero"
Los atracadores exigieron el jersey de otro empleado; anudaron las mangas y lo utilizaron como saco portador. A continuación salieron lentamente del local, circunstancia que aprovechó Antonio Esteban para seguirles.
El ventanillero logró darles alcance en el momento en que subían a un automóvil R-12 blanco, que un tercer joven mantenía en marcha, en cuya matrícula acertó a leer «M-CS-14 ... », en el instante en que uno de los delincuentes le hizo perder el equilibrio de una patada. Todavía pudo parar un taxi y decirle al conductor la vieja frase: «Siga a ese coche.» Más adelante, el R-12 se detuvo, y un atracador descendió de él para subir a un 131, beige.
El taxista continuó la persecución hasta un disco en rojo. Una leve circunstancia hizo que el final del suceso se produjera antes de lo previsto: los atracadores se lo saltaron, pero el taxista, no.
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