_
_
_
_
Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Que ha venido Ramoncín

Estaba yo en la peluquería, marcándome un poco la melena, y en esto que llega Ramoncín:-¿Te estás poniendo guapa, Umbral?

Se sienta a esperarme y el peluquero me susurra:

-Oiga, ese punk no irá a orinarse en la lámpara. Esta es una casa fina y...

Nos vamos donde Salud a tomar unos vinos. A Ramoncín le gusta el sitio:

-Me gustan los sitios como éste, tranquilos y molones.

Salud, muy nerviosa, quiere una foto de Ramoncín:

-Tendrás que conformarte con un autógrafo, tía.

Ramoncín ha venido a traerme su libro de versos, Animal de ojos caídos, para que le ponga un prólogo. Ramoncín trae el pelo corto y en tufo sobre la frente. Ramoncín trae Cazadora y zapatillas de baloncesto. Ramoncín pica un poco de tortilla y se toma un vino:

-Nada, Paco, que nos vamos a Estados Unidos, yo ya estuve allí año y medio, lo mío no pega por la parte de California, allí todavía andan los hippies, lo mío es para Nueva York, en Nueva York estuve mes y medio limpiando zapatos hasta que tuve dinero para venirme. Pero no veas lo que es este país, o sea los pueblos, que el otro día por la parte de Aragón se presenta un tío desnudo en el recital, y otro que iba con la navaja preparada para cuando yo le orinase, eso ya es masoqueo, macho, ese tío es un masoca, a ver si no, esperando allí que yo le orine, yo qué le voy a orinar, para sacar la navaja, que luego se liaron todo el pueblo, dentro del teatro, con el que andaba desnudo, usted aquí no puede estar desnudo, pues no pone ningún cartel que diga que no puedo estar desnudo, y se mataban los primos y los tíos, y otros esperando que yo tirase huevos, qué manía con los huevos, hasta que viene uno y me dice: «Esto de los huevos se va a acabar, porque usted y yo les vamos a cortar el culo a todas las gallinas.»

Ramoncín, niño solo, trae su arandelita en la oreja derecha y se toma la tortilla con buen apetito:

-A la vuelta de Estados Unidos canto en Barcelona y en Madrid.

«Animal de ojos caídos, hombre de pelo negro, mentiroso, suicida y homicida, naciste en la ciudad, oh, marica de terciopelo... Marica de terciopelo, polvoriento, sutil y retorcido, urbanita enamorado, Balzac de segundo orden, onírico contagioso.» Me cuenta Ramoncín una historia de Vallecas: había un chico que pinchaba ruedas a los coches. Un señor con escopeta le esperó noche tras noche. Cuando por fin llegó a su coche, el señor de la escopeta, que le tenía bien apuntado, le disparó y le mató. Una vida por un neumático. Ramoncín ha hecho su poema:

«Murió en el barrio, le dispararon, una sucia bala acabó con él. Se llamaba Chuli, nació en la calle y la calle le vió morir. El frío le mantuvo vivo hasta la mañana y, en la mañana el Chuli murió.» Son historias del libro negro de Vallecas. Historias de ahora mismo.

Pero está, sobre todo, el poema No tengas tanta cara (dedicado al cheque al portador): «Sales pidiendo a la calle, quejándote de la vida, no das un palo al agua, te pasas sobando el día. Tendrás que buscarte un curro, no tengas tanta cara, olvídate de los porros, no tengas tanta cara. Te gusta vivir de gorra dándole el queo a tu tronca, te gusta tirarte el rollo bailando en el Chachapoga. ¿Quieres dar un braguetazo? Cambia la chupa de cuero, córtate el tomo a navaja, vete a ponerte moreno. Soplarás cuchara caliente, llevarás un terno italiano, chanarás un rato de cine y tendrás la pasta en tu mano. Saldrás cogido de ella, seguido de mayordomos, tendrás el buga en la puerta, tendrán tu vida en las manos.»

-¿No te parece que este libro puede ser un buen bisines?

-Sí, Ramoncín, puede ser un buen bisines.

Y Ramoncín se va, niño solo y asténico, aterido bajo la lluvia, dentro de su cazadora y sus zapatillas de baloncesto. Pero me deja su última palabra de masoca de las calles, de poeta punk, de ácrata bello: «Seremos fácilmente destruidos como frascos de perfume.»

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_