El Papa Juan Pablo II invita a buscar formas de vida fraternas
El papa Juan Pablo II exhortó ayer a los cristianos a la búsqueda de formas de vida fraternas, las «menos expuestas a la tiranía de los instintos de posesión y dominio», y señaló que habría que estudiar los factores, muchas veces espirituales, de vida y progreso o de aspiraciones de igualdad y libertad que inspiran muchas revoluciones, en el transcurso del sermón pronunciado en la solemne ceremonia que inauguraba la Jornada Mundial por la Paz, bajo el lema de «para lograr la paz, educar hacia la paz», y coincidiendo con el primer día del Año Internacional del Niño.
En su mensaje, según informa la agencia Efe, recordó el Papa que la idea de dedicar el primer día del año a la paz fue instituida en 1968 por su antecesor Pablo VI, del que destacó su labor en favor de la paz. «De sus manos -dijo- recojo el bastón de peregrino de la paz.»Se refirió, también, a las dificultades que conlleva la consecución de la paz, que topa, dijo, con obstáculos desesperantes, y se manifestó nuevamente dispuesto a llamar a las puertas de los Estados, de las naciones, de los regímenes políticos y de las organizaciones internacionales para que no dejen de trabajar por la paz.
En la segunda parte de su discurso, el Papa dio un repaso al tema concreto del día, la educación de los niños para la paz, y habló de la necesidad de estudiar la historia de los pueblos atendiendo, no sólo al fuego de las guerras, sino a los momentos de paz y progreso que jalonan la historia de todas las sociedades. Y en este sentido habló de los factores de vida y progreso de las revoluciones. «A veces -dijo- las revoluciones provienen de aspiraciones de orden distinto al de la violencia: son deseos de naturaleza espiritual, tales como la voluntad de ver reconocida una dignidad común a toda la humanidad, o la de salvar el espíritu y la libertad de un pueblo.» El Papa exhortó a continuación a la búsqueda de modos de vida «menos expuestos a la tiranía de los instintos de posesión, de consumo y de dominio, y más tendentes a la amistad y fraternidad», y pidió que, como paso previo para poder educar a los niños en este espíritu, los adultos «llenemos nuestras miradas con horizontes de paz». Pidió que se busquen esos ejemplos diarios que se encuentran en individuos y hogares que dominan sus pasiones y practican el mutuo respeto, «así como en los pueblos que probados en el sufrimiento, se han forjado en su sabiduría milenaria, en torno al bien supremo de la paz». Habló más tarde del lenguaje que debe usarse en la educación de los niños, y dijo que «a fuerza de expresar todo en términos de fuerza, lucha, amigos y enemigos, se ha creado un terreno propicio al odio y al terrorismo». «La paz hay que aprenderla -dijo- y por tanto, hay que educar hacia ella. Este aprendizaje -añadió- se refiere tanto a los niños como a los que dirigen las naciones.»
Por último, el Papa se refirió al quehacer de los cristianos en la consecución de la paz del mundo, y antes de recitar la oración por la paz, el papa Wojtyla pidió «que Dios nos libre de la guerra, del odio y de la destrucción de la vida humana». «No permitas que matemos -rezó-, te lo suplica un Papa, hijo de una nación, Polonia, tan probada por el dolor.»
Contra el divorcio y el aborto
Por otra parte, y según la misma agencia Efe, el pasado día 31 el Papa calificó el divorcio y el aborto como «desastres humanos, sociales y políticos», en el discurso, que la citada agencia califica como «contundente e inesperado», pronunciado durante la misa de fin de año. El Papa ha resucitado, con ocasión del último día del año, la tradición, interrumpida hace más de cien años, de rezar un solemne Te Deum el día de San Silvestre, y en su sermón sobre la vida, dijo que es difícil para un cristiano «comprender a quien traiciona la fidelidad rnatrimonial o a quien permite que se atente contra una vida que se encuentra aún en el seno matemo».Por otro lado, y con la misma fecha, Radio Vaticano difundió una pastoral de los obispos polacos en la que se recuerda que «el uso de los anticonceptivos es un pecado grave que ofende a Dios, destruye la vida de la gracia y, lo que es más doloroso, hiere el amor de la pareja».
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