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Bajo el signo de la incertidumbre

Sobre la economía española se ciernen en estos últimos días de diciembre importantes y numerosas interrogantes como consecuencia de la ralentización que se ha imprimido a la política económica que hace ya bastantes semanas propició el equipo gubernamental. Cuando falta menos de una quincena para que termine 1978 y cada vez son menos los que creen en la posibilidad de que se firmen esos acuerdos entre el Gobierno, empresarios y trabajadores capaces de arrojar luz sobre el futuro inmediato de nuestra economía, el equipo de compuesto por Enrique Fuentes (director), Julio Alcaide, Manuel Lagares y Victorio Valle, realiza un intensivo análisis de las coordenadas en que se deberá mover nuestra economía en su próximo futuro.

Más información
Balance de situación
Previsión del cuadro macroeconómico-Año 1978

La economía española vive los días finales de 1978 en un ambiente de inquieta incertidumbre. La hora de los pactos, iniciada en el otoño, transcurre sin que, en vísperas de la llegada del invierno, se registre su firma final. Todos los intérpretes del proceso económico contemplan el paso del tiempo con el desasosiego propio de quien carece de los datos decisivos para construir su futuro inmediato. Hacia ese futuro las incógnitas son todas. Los datos, ninguno.Trabajadores y empresarios desconocen las pautas a que habrán de ajustarse salarios y costes de trabajo para orientar las negociaciones colectivas, algunas con plazos ya vencidos, y convenios diferidos. El presupuesto del sector público, condicionante de tantas actitudes y decisiones económicas -públicas y privadas-, ha retrasado las fechas señaladas por la ley y las costumbres establecidas para su discusión y aprobación por las Cortes. La política monetaria -con tanto protagonismo en el año que termina y que con tanta atención sigue el empresario- no ha fijado aún sus esperados objetivos para el año que vamos a comenzar. La tormenta que sobre los cambios exteriores ha desatado la especulación del dólar y su intento reciente de estabilización han alterado el funcionamiento de ese motor de la demanda que son las exportaciones, que había funcionado con singular energía en los siete primeros meses del año. La política, en fin, que tanto había ayudado a la economía al ofrecerle los datos básicos para construir el futuro de 1978 en los acuerdos de la Moncloa de octubre del pasado año, extiende sobre el año que tenemos delante la espesa niebla de sus indecisiones. Un horizonte cerrado -económica y políticamente- parece negar a empresarios, trabajadores, ahorradores y ciudadanos los datos fundamentales que precisan para tomar sus decisiones de cara al tiempo que viene.

La economía española se ha reducido así a su más puro y escueto presente.

El presente de la economía: un análisis obligado con dos escenarios

Por tanto, lo único que hoy podemos hacer es valorar lo que tenemos: el presente económico, tratando de analizar dónde está la economía española y qué posibilid.ades y alternativas se ofrecen para ganar unfuturo comprometido por tantas incertidumbres.

Pues bien: ¿dónde está hoy la economía española?

Una respuesta escueta indicaría que son dos los escenarios en los que debe fijarse la atención del público, el análisis de los economistas. y las actuaciones de la política económica.

Hay, en primer lugar, un escenario para la esperanza, que nace de la situación singular que hoy vive la economía española en relación con su pasado desde la aparicíón de la crisis de los setenta. Esa singularidad deriva de que los datos que transmiten el pulso de la actividad económica apuntan el comienzo de una recuperación que por vez primera coincide con ganancias positivas en el equilibrio interno de lospreciosy en el exterior de la balanza de pagos.

El segundo escenario constituye el centro que atrae las preocupaciones mayoritarias del momento y en el que se manifiestan los problemas que reclaman solución para consolidar una recuperación duradera y no efímera de la coyuntura económica. Este escenario es el de las tensiones del mercado financiero interior, consecuencia de la acción de dos fuerzas opuestas: de una parte, del incremento de los costes empresariales, y de otra, de la limitación de las disponibilidades de crédito por el respeto obligado a los principios de una política monetaria antiinflacionista.

Sólo un atento repaso a lo que sucede en estos dos escenarios permite valorar la coyuntura económíca española.

El escenario económico de la esperanza: comienzo de una recuperación y mejora sustancial en los equilibrios interno y exterior

Los últimos indicadores disponibles sobre el comportamiento de la coyuntura confirman, al finalizar octubre, con mayor claridad que en meses anteriores, una perceptible recuperación de la actividad productiva. El lector tiene disponible en el cuadro 1 el parte coyuntural que se desprende de un balance de la situación económica.

De ese balance se deduce que son dos las fuerzas fundamentales que sostienen el ritmo de crecimiento de la actividad económica: los resultados de un excelente año agrícola y de un buen ejercicio en el sector servicios, en especial del dominante sector turístico, que arrastra un conjunto de importantes actividades derivadas. Apoyada en esos buenos resultados productivos se ha fortalecido la demanda interna de bienes de consumo. Por otra parte, la contención del crecimiento de los precios ha aumentado la renta real de las familias, favoreciendo también así la mejora de la demanda de bienes de consumo. Los indicadores de la actividad industrial revelan una posición más entonada de la producción causada por esa mayor demanda de consumo.

Como consecuencia de las mejoras del segundo semestre en producción y demanda todos los cálculos anticipados y provisionales sobre la tasa de crecimiento del PIB elevan las cifras adelantadas a comienzos de otoño. Existe hoy una coincidencia general en afirmar que la tasa de crecimiento del PIB en 1978 se situará en torno al 3% (ver cuadro 2). Resultados productivos totales que se han conseguido con un segundo se,mestre superior al primero, pues este segundo semestre está registrando los efectos de las buenas cosechas y del singular año turístico sobre la producción industrial. Las consecuencias estimulantes de esos resultados productivos se han visto reforzadas por la paulatina desaceleracíón de los precios, que ha elevado la capacidad de compra de las familias.

La recuperación limitada de la actividad económica que apunta hoy en los datos de la coyuntura coincide con ganancias sustanciales en. los equilibrios interno y exterior de la economía. El cuadro 3 recoge el comportamiento de estos dos equilibrios desde el mes de junio del pasado año, hasta el mes de octubre del actual. Los resultados son claros, y las ganancias conseguidas, también.

El índice de precios de consumo inicia en septiembre de 1977 una desescalada continua que ha llevado su tasa de variación desde el 28,4% en que se situó en agosto de 1977, hasta el 16,1 %, en que se ha colocado en octubre del corriente año: más de doce puntos ganados mes a mes. Un resultado en el que unos pocos creían cuando en octubre de 1977 se firmaban los acuerdos de la Moncloa.

El equilibrio exterior ha conseguido mejoras aún más claras que el equilibrio interno. Para apreciarlas, el cuadro 3 recoge los saldos en millones de dólares de la balanza por cuenta corriente (registro de caja) desde el mes dejunio de 1977. El déficit alcanzaba en su movimiento anual -5.386 millones de dólares en el punto de partida del mes de junio del pasado año. Ese déficit se va reduciendo hasta convertirse en superávit en mayo de 1978, superávit que continúa ininterrumpidamente desde entonces para alcanzar los 1.261,7 millones de dólares en el pasado mes de octubre.

Se ha producido así uría coincidencia nueva en el comportamiento de la coyuntura española posterior a la crisis: la de la recuperación que apunta en los índices de actividad con la mejora sustancial de los desequilibrios. Las recuperaciones de la economía han significado en el pasado inmediato una cara cuyo reverso era la cruz de una aguda inflación y de un enorme desequilibrio exterior que paralizaban inmediatamente la continuidad de la reactivación económica. Los desequilibrios interno y exterior hipotecaban el futuro de la recuperación antes de que ésta se hubiese consolidado en valores significativos. Ahora esta situación no se ha producido. La recuperación a que apuntan los índices de actividad puede alentarse, porque esta vez no está hipotecada por los graves desequilibrios a que ha estado sometida en situaciones semejantes anteriores.

Las posibilidades que esta situación actual tiene para alentar un crecimiento económico no pueden perderse, pues de esa doble coincidencia de mayor produccióncon equilibrios mejores de precios y balanza de pagos depende la corrección del importante pasivo actual de la coyuntura: las tasas negativas de inversión y las preocupantes cifras de actividad y paro. Dilapidar este activo de los mejores equilibrios de la economía sería una grave irresponsabilidad en que ningún grupo social o político debe incurrir.

Si estos equilibrios, ganados con tanto esfuerzo por todos, se deteriorasen por una precipitada política de expansión que no cumpla con las condiciones de estabilidad, las consecuencias serían muy graves para el futuro de la economía y para las propias posibilidades de construir una democracia estable. Nuestro país sejuega en el mantenimiento de esta situación demasiadas cosas importantes. Las fuerzas políticas de nuestra naciente democracia -todas: Oposición y Gobierno- y las fuerzas sociales -trabajadores y empresanos- deben ser conscientes de ello ahora que aún es tiempo de dialogar, constructivamente y probar a todos los ciudadanos que España puede remontar la crisis gracias al esfuerzo en el diálogo y a la transigencia en los intereses de las fuerzas sociales y a la colaboración y dirección de los partidos políticos que han definido la Constitución democrática de 1978.

Alentar la expansión económica aprovechando las posibilidades actuales es una política con condiciones claras, que se comprueba cuando se atiende al segundo y complicado escenario de la presente coyuntura.

El escenario económico de la preocupación: las tensiones del mercado financiero interno

El mercado financiero, a lo largo de los meses de 1978 y, en especial, desde comienzos del segundo trimestre, ha estado sometido a tensiones crecientes reflejadas en tres indicadores: las elevaciones de los tipos de interés y otros costes de crédito; las limitaciones de la actividad empresarial por bruscos cortes en los créditos disponibles y la continuada apelación de las empresas a los mercados exteriores para suplir las deficiencias de suministro de un mercado financiero interno, caro y racionado.

Las tensiones que esos índices reflejan son producto de dos fuerzas diferentes: el aumento en los costes de las empresas, de una parte, y, de otra, la limitación de las disponibilidades de crédito.

Las noticias que nos ofrecen los índices de coyuntura sobre la marcha de los costes de las empresas son escasas y confusas. Según la estadística de salarios del INE el mes de septiembre incorpora un aumento por hora efectiva trabajada del 29,9%, que para el índice del movimiento anual es del 26,7%. Si los salarios por hora crecen el 26,7 y los salarios por persona lo hacen según el límite máximo pactado en los acuerdos de la Moncloa al 22%, ello supondría una caída en el número de horas efectivas trabajadas por asalariado del 3,9%, lo que no parece verosímil. El crecimiento del coste salarial unitario, por persona y del conjunto de las rentas salariales y de trabajo, se sitúa en una zona de gran oscuridad difícilmente penetrable con la información estadística actual. Una encuesta reciente realizada entre grandes empresas españolas revela el respeto de los límites salariales fijados en los acuerdos de la Moncloa, en torno al 22%, al menos en la primera mitad del corriente año. Es probable que las rentas de trabajo, apreciadas por la masa salarial, estén creciendo hoy al menos al límite superior pactado en los acuerdos de la Moncloa, quizá con algunas excepciones por encima, tanto más numerosas en la medida en que se ha ido acercando el final del ejercicio. Los costes del trabajo derivados de la Seguridad Social han crecido a ritmos que aunque hoy no sean precisamente conocidos para el total de la economía, porque ningún dato de la Seguridad Social es claro ni preciso, superan los inicialmente previstos en los acuerdos de la Moncloa.

Difícil cuantificación del aumento de los costes financieros

Además de los costes de trabajo las empresas han debido aceptar un aumento de sus costes financieros, consecuencia de la tensión del mercado de crédito, que ha elevado los tipos de interés y otras partidas del coste asociadas a los préstamos. Esta elevación no es fácil de cuantificar para el sistema económico en su conjunto y probablemente existan desviaciones importantes según empresas y sectores. Ahora bien, el aumento de los costes financieros, aunque de difícil cuantificación, resulta innegable. Tres índices lo prueban: 1.º El tipo de interés del mercado monetario, día a día, que sin duda exagera el movimiento alcista y que ha pasado del 9,20% a comienzos del año al 40,23% en octubre. 2.º El tipo de interés en las cuentas interbancarias a tres meses que ha aumentado del 14,70% en enero al 21,70% en octubre. 3.º El rendimiento interno de las obligaciones, que por ser un valor medio subestima el alza, pero que, pese a todo, también la acusa, habiendo pasado del 12,43 % en enero al 12,91 % en septiembre y 12,70 en octubre. Todos los indicadores reflejan un hecho indiscutible: el crecimiento de los costes financieros que han soportado las empresas. Como se ha indicado, el mayor coste se ha distribuido con desigualdad por sectores y entidades, y no es fácil calcular un valor medio de aumento más que preguntándoselo a quienes han pagado esos costes: es decir, a las empresas. Pues bien, una encuesta realizada a mitad del actual ejercicio entre grandes empresas apuntaba mayoritariamente hacia una elevación de los costes de financiación próxima a tres puntos en el actual ejercicio.

Este crecimiento de los costes de las empresas constituye el cimiento desde el que se ha construido la inflación que padecemos.

Pero el crecimiento de los costes empresariales no explica, por sí mismo, la tensión del mercado financiero interno. Si la autor ¡dad monetaria hubiera ofrecido las disponibilidades líquidas suficientes para ratificar todos los aumentos de los costes, la tensión del mercado financiero se habría evitado. La cantidad de dinero habría aumentado... y los precios también. Una autoridad monetaria que se precie de tal no puede adoptar una actitud pasiva ante el crecimiento de los costes y sancionar sin más su elevación con un laxismo irresponsable. Es necesario definir una política monetaria que centre sus actuaciones sobre una variable operativa capaz de condicionar la marcha del gasto nacional y, por ende, de los precios. Esa política monetaria responsable ha existido en el actual ejercicio y la variable operativa sobre la que ha actuado han sido las disponibilidades líquidas o cantidad total de dinero, cuyo crecimiento en 1978 se debería ajustar a una tasa del 17,50%, con una banda de fluctuación del + 2,50%. Esa tasa de crecimiento se está cumpliendo con gran sentido de su responsabilidad por parte del Banco de España en el actual ejercicio. Pero la forma en que esta obligación ineludible se ha cumplido ha estado interferida por una serie de circunstancias que han originado una tensión excesiva sobre el mercado financiero interno y, en particular, sobre el crédito del sistema bancario al sector privado.

Como es bien conocido, los activos líquidos del sistema financiero -elemento esencial para el control de las disponibilidades líquidas- tienen tres componentes distintos: los superávit de caja creados por el sector exterior, los déficit originados por el sector público y el crédito ofrecido por el Banco de España. Los dos primeros componentes son autónomos para la autoridad monetaria: se los dan hechos el sector exterior y el público. Si se desea gobernar el crecimiento de las disponibilidades líquidas por una determinada tasa no hay más alternativa que ajustar el crecimiento del crédito al sistema financiero ofrecido por el Banco de España. ¿Qué es lo que ha sucedido en el actual ejercicio? El cuadro 4 ofrece la respuesta en lo que respecta al crédito total percibido por el sector exterior, por el sector público y por el sector privado.

A la vista de sus cifras puede comprobarse cómo el crédito al sector exterior y el crédito al sector público durante el referido período han aumentado considerablemente el peso relativo, mientras que el crédito al sector privado ha perdido importancia. Esas variaciones constituyen, sin duda, uno de los

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factores que más han influido en las tensiones del crédito y en los niveles alcanzados por los tipos de interés.

Unas cifras pueden, seguramente, ayudar a comprender las causas de las tensiones que se han venido padeciendo por el mercado financiero interno en los últimos meses. Si la estructura del crédito que existía en diciembre de 1977 se hubiese mantenido sin variación hasta octubre de 1978, el sector priva do habría recibido aproximadamente unos 219.000 millones de pesetas adicionales de crédito sobre los que ha recibido hasta ese momento, mientras que el sector exterior habría recibido unos 281.000 millones de pesetas menos y el sec or público habría recibido también unos 107.000 millones de pesetas menos de crédito de los que efectivamente ha recibido hasta el mes de octubre de este año. La diferencia entre esas cifras se habría saldado con un crecimiento neto adicional de las restantes cuentas del balance del sistema financiero por una cuantía aproximada de unos 169.000 millones de pesetas.

La redistribución que se ha producido en contra M crédito al sector privado se ha originado por movimientos en buena parte inevitables del sector exterior y por comportamientos inadecuados del sector público.

Es evidente que corregir, en la medida que se pueda, la conducta del sector exterior y público para asegurar un crecimiento regular y sin saltos bruscos del crédito al sector privado ha de ser un objetivo complementario al del crecimiento de las disponibilidades líquidas por la política monetaria en el próximo futuro.

Es preciso mejorar también los sistemas de control monetario suministrando al Banco de España los medios necesarios (emisiones continuas y sistemáticas de fondos públicos, dirección y administración del recurso al mercado financiero exterior). Es preciso conseguir, asimismo, un mejor comportamiento de las instituciones financieras privadas para adaptarse fielmente y en todo momento a los objetivos del crecimiento del crédito fijado por las necesidades del control monetario. Y, finalmente, aunque nunca en último lugar, es imprescindible reformar nuestro sistema financiero eliminando sus ostensibles rigideces actuales.

Todo esto significa que debe perfeccionarse el control monetario, pero que en manera alguna debe desaparecer.

Alternativas frente a una tensión

La tensión del mercado financiero interno ofrece, pese a su apariencia neutral y técnica, el escenario en el que ha de decidirse el futuro de la economía española. Esa tensión refleja la oposición entre un crecimiento de los costes empresariales (origen de la inflación) y las exigencias de la disciplina financiera.

Toda tensión puede resolverse a favor de una de las fuerzas en conflicto. El futuro de la coyuntura se decidirá por la opción que se realice frente a esas fuerzas en conflicto,.

Cabe en primer lugar ceder en los objetivos de la política monetaria y ratificar el crecimiento de los costes empresariales. La tensión desaparecería del mercado financiero y se trasladaría a los precios acelerando el grado de inflación. Las consecuencias de esa alternativa serían graves para el futuro de la economía española porque esa facilidad monetaria generaría, en breve plazo, más paro del que hoy existe y mucha mayor inflación de la que padecemos. Los márgenes logrados en el equilibrio exterior desaparecerían pronto y la economía española se encontraría de nuevo con la necesidad inevitable de un reajuste en medio de un caos social que alimentaría una crisis política.

Si renunciar a esta solución es obligado porque constituye un pasaporte hacia el desorden económico, no queda más que una sola alternativa: aplicarse con energía y eficiencia a limar los costes empresariales que constituyen el factor impulsor del proceso inflacionista y el causante último de las limitadas oportunidades para aumentar el empleo. Sin disminuir los costes empresariales no será posible disminuir la inflación y sin aminorar la inflación resultará inasequible el alivio en las tensiones del mercado financiero interno. De ahí la importancia crucial que un acuerdo sobre el crecimiento de las rentas (rentas salariales y otras rentas) tiene como condición de partida para desarrollar la economía y el nivel de empleo. Y de ahí también la importancia de aminorar, en la medida de lo posible, los costes financieros para ayudar a la misma tarea de recuperación económica.

España tiene hoy posibilidades claras, que muy pocos discuten, para lograr tasas de expansión económica crecientes en los próximos ejercicios. Se ha iniciado un proceso de recuperación de la actividad económica sin que exista una grave hipoteca de desequilibrio exterior y del crecimiento de los precios que en otras ocasiones había paralizado el proceso de desarrollo. Hoy esa situación no se da porque los equilibrios han mejorado sensiblemente. Sin embargo, los desequilibrios no se han remediado totalmente. Cualquier intento de animar el gasto nacional sin atender a las condiciones de una disciplina de costes malbarataría en pocas semanas el esfuerzo que ha costado bastantes meses. Una contención de los costes de producción empresariales constituye el teatro de operaciones en el que ha de reflejarse el verdadero interés de los distintos grupos sociales y políticos por ayudar a la solución de los problemas que hoy plantea la coyuntura económica española.

Sin este apoyo dé la sociedad entera y sin el liderazgo y compromiso de los partidos políticos democráticos en la orientación de la marcha de la economía difícilmente encontrarán solución los problemas con los que nos enfrentamos. El futuro de la coyuntura económica española depende del esfuerzo de todos y del cumplimiento de un conjunto de condiciones que los datos actuales muestran con claridad rotunda para quien quiera y pueda ver. Si estas condiciones no se cumplen es muy probable que su coste no sea sólo el desembocar en un nuevo proceso inflacionista que se añadiría a otras tristes experiencias anteriores, sino que se arriesgaría la construcción de una democracia que precisa de una base económica saneada como fundamento indispensable para construir la convivencia.

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