Callaghan sobrevive por diez votos en el Parlamento
El Gobierno británico ha sobrevivido por diez votos cercana la medianoche, a una votación de confianza en los Comunes sobre su política económica. El primer ministro había anunciado previamente, que si la Cámara retiraba su apoyo al Gabinete iría a unas inmediatas elecciones generales, probablemente a finales de enero. Su tabla de salvación han sido esta vez algunos nacionalistas escoceses y protestantes del Ulster.
Callaghan ha pedido a los diputados su «confianza en la determinación del Gobierno para fortalecer la economía, controlar la inflación, reducir el desempleo». Su victoria, si bien permite al primer ministro mantener las riendas durante algunos meses más, no significa en modo alguno el refrendo de su rígida política salarial, decididamente echada a pique la víspera en el Parlamento.Casi en la madrugada del jueves, el Gobierno laborista fue derrotado por dos veces consecutivas en la votación de una moción conservadora que se oponía a las sanciones económicas decretadas por el señor Callaghan y su ministro de Hacienda, Dennis Healey, contra las empresas que concedieran aumentos salariales por encima del 5%. La firma automovilística Ford, que reciente mente ha negociado con sus trabajadores una subida del 17%, era la prueba de fuego que el Gabinete de Callaghan no pudo superar, al unirse todos los partidos minoritarios con su voto a la oposición conservadora.
A pesar de haber ganado anoche la cuestión de confianza -la segunda planteada en seis meses-, el precario mantenimiento del Gobierno laborista, en minoría parlamentaria respecto al conjunto de los demás partidos, se ha vuelto a poner, agudamente, de manifiesto. Si no hay elecciones este invierno no es porque la política económica de James Callaghan sea mayoritariamente compartida en la Cámara, sino, porque no les interesa a los partidos minoritarios, de los que el premier depende para sobrevivir. Los nacionalistas escoceses quieren el referéndum sobre su autonomía regional el 1 de marzo, como les ha sido prometido, y esta fecha no se habría alcanzado porque una cláusula de la ley de Devolución veta la posibilidad de un referéndum a menos de tres meses de unas elecciones generales. Los protestantes del Ulster, por su parte, están pendientes de una ley para ampliar su representación en los Comunes, de doce a diecisiete escaños, ley que habría quedado congelada caso de haber sido derrotado el Gobierno anoche y haber sonado la hora de las urnas.
El primer ministro ha tomado buena nota del callejón sin salida a que le ha llevado su firme determinación de hacer cumplir el 5 %. El señor Callaghan anunciaba en el Parlamento horas antes de la decisiva votación y tras una reunión de urgencia de su Gabinete que el Gobierno abandona la política sancionadora «a pesar de seguir creyendo que el tope del 5 % es lo mejor para el país en las presentes circunstancias ». La Confederación de Empresarios ya, se había apresurado a dar por muerta la aplicación de sanciones inmediatamente después de las dos derrotas de la víspera.
En el curso de la batalla para imponer su política, el primer ministro y su alter ego económico, Healey, se han ido enajenan do todos los apoyos posibles. Primero fueron los sindicatos, que dijeron «no» al 5% en su conferencia de octubre. Después, el propio Partido Laborista mostró su división sobre el tema. Final mente, la oposición conservadora y los empresarios han hecho frente común. La derecha consideraba en peligro la economía de mercado y una herejía la imposición de sanciones a una de las pocas grandes empresas, la Ford, con una contabilidad saneada. La izquierda culpa de frivolidad a un Gobierno que pretende controlar a toda costa los salarios en ausencia de una política global de rentas que centre su atención en los beneficios y las inversiones.
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