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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Lucha por el poder en Pekín

ARROPADA EN los objetivos de modernización, aumento de la productividad y apertura al exterior, China está viviendo una auténtica campaña de «desmaoización» destinada a humanizar a Mao Tse-tung y acabar radicalmente con el culto a su personalidad y a sus teorías, bastantes de las cuales hoy son, oficialmente, erróneas. Detrás de los últimos movimientos políticos, apoyados desde las calles por una sospechosa proliferación de «dazibaos» (carteles murales) que piden el revisionismo de la obra del «Gran Timonel», y el propio aliento de la prensa oficial, se está jugando en los corredores políticos de Pekín una fuerte lucha por la orientación del Poder de la República Popular China.Es difícil creer en la espontaneidad de las manifestacionespopulares de libertad de expresión mural, curiosamente toleradas por la policía desde hace dos semanas, o de la manifestación de varios miles de jóvenes que el lunes recorrieron las calles céntricas de Pekín gritando «¡Viva la democracia! »; pero estas expresiones denotan la intención de un sector de la dirección china de aprovechar este empuje del «pueblo» para encarrilar una nueva política que, en muchos temas, hace tabla rasa del pasado.

La agitación, artificial o no, de los últimos días esconde el enfrentamiento personal, de intereses y de grupos, de los dos hombres más poderosos de la China actual: Hua Kuo-feng primer ministro y presidente del Partido Comunista, y Teng Hsiao-ping, viceprimer ministro y vicepresidente del PCCH. A pesar de que este último, un astuto político, pragmático ciento por ciento, verdadero delfín de Chu En-lai, haya desmentido que no pretende desbancar a Hua, la verdad es que la posición del «número uno» está cada vez más debilitada.

La legitimidad misma del poder detentado por Hua, verdaderio albacea testamentario de Mao y designado dirigente a su muerte como solución de compromiso, ha sido atacada en la calle por la última campaña de carteles murales. Un «dazibao» explicó a los pekineses que su actual primer ministro fue el responsable de la represión de las masas, el 7 de abril de 1976, en la plaza de Tien An-men y de la consiguiente depuración de Teng Hsiao-ping de todas sus funciones en el partido y en el aparato estatal. «Las decisiones de entonces -se afirma ahora- no fueron el producto de una decisión marxista, sino el fruto de una voluntad feudal y fascista. Fueron adoptadas en contra de la democracia, del sistema legal y contra la voluntad del pueblo.»

La fuerza de Hua como sucesor de Mao, cuya obra está siendo revisada a fondo, pierde así su principal punto de apoyo y su dimensión política queda muy reducida. Al mismo tiempo Teng Hsiao-ping emerge como el auténtico «puro», el hombre que resistió a la nefasta «banda de los cuatro.» y a la «dictadura fascista» de Lin Piao. Teng estaría utilizando un vago sentimiento popular democrático, plasmado en las manifestaciones de los últimos días, para reforzar su posición de fuerza y quizá posteriormente colocar a sus hombres en puestos claves de la dirección. Esta semana se está celebrando una reunión de dirigentes al más alto nivel, en Pekín, para preparar un pleno del Comité Central del Partido Comunista que podría decidir cambios en el Buró Político.

Al tiempo que se magnifica la figura de Teng en el interior, en proporción directa al «entierro» de Mao, sus repetidos viajes al exterior aumentan cara a Occidente sus proporciones diplomáticas y políticas. Es posible que la lucha por el poder no ofrezca resultados espectaculares a corto plazo y que Hua y Teng resuelvan sus diferencias de una forma pragmática, olvidando el viejo estilo de la violencia y la depuración. En cualquier caso nada en China volverá a ser igual después de que ya se afirma en el interior del país que la «banda de los cuatro» era la «banda de los cinco» y que Mao era su verdadera cabeza. Se abre posiblemente una nueva primavera en China mientras sus dirigentes abandonan la vía revolucionaria y apuestan por la modernización, para convertir a este inmenso país en una gran potencia industrial en el año 2000.

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