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Las autoridades mexicanas ensalzan el proceso democrático español

Los reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, recibieron una cariñosa acogida popular en Veracruz, Guadalajara y Guanajuato, en su periplo por tierras mexicanas. A las muestras de simpatía popular se han sumado las declaraciones oficiales que ensalzan el proceso democrático español y la progresión de las relaciones culturales y económicas entre ambos países, reguladas por numerosos acuerdos sellados en la capital mexicana. En la mañana de ayer, don Juan Carlos, acompañado del presidente López Portillo copresidió el desfile deportivo con el que se conmemoró el 68 aniversario de la revolución mexicana. El domingo por la tarde, los Monarcas españoles visitaron, en el puerto de Veracruz, la fragata española Extremadura, que rindió honores militares a los Reyes. En la tarde de ayer don Juan Carlos y doña Sofía recibieron a la viuda del presidente Azaña.

«México aprecia en todo su valor el proceso democrático español», declaraba el presidente López Portillo en la cena de honor con la que agasajó a los Reyes de España en el palacio de Chapultepec, de la capital mexicana. Palabras similares fueron reiteradas por las autoridades civiles de los distintos estados mexicanos que don Juan Carlos y doña Sofía han visitado en las últimas 48 horas, a la vez que el jefe de la diplomacia española, Marcelino Oreja, declaraba a la prensa mexicana que este proceso democrático y constituyente era «irreversible», contaba con el apoyo mayoritario del pueblo español y no estaba amenazado, de ninguna manera, por los acontecimientos políticos de la pasada semana, que dieron luz en Madrid a un burdo proyecto de golpe militar.El denso programa de la visita oficial de los Reyes de España a México discurre en medio de la simpatía popular que despiertan los Monarcas hispanos en estas tierras. El pasado domingo, los Reyes iniciaron un largo viaje desde la capital federal al este y al oeste del país. Veracruz fue la primera etapa del recorrido oficial, que se inició con una visita a la Escuela Naval de México, donde don Juan Carlos y doña Sofía recibieron honores militares. El Rey, con uniforme de la Marina española, dirigió unas palabras a los oficiales y cadetes de la Escuela, en las que dijo: «Quiero dejar patente entre vosotros la disposición de ánimo en que se encuentra la Marina española en sus relaciones con la mexicana. Ofrecemos nuestra experiencia y nuestra cooperación con verdadero espíritu de fraternidad y admiración por México y sus hombres del mar.»

De la Escuela Naval, los Reyes se trasladaron en helicóptero al centro de Veracruz donde, desde las primeras horas de la mañana, les esperaba un cálido recibimiento en las calles de esta bella ciudad marítima que bien recuerda a la Andalucía occidental y que tenía sus calles y plazas abarrotadas de público y orquestinas para acoger a los Reyes. Los ballets folklóricos, los mariachis y las orquestinas y coros siguen a los Monarcas, con relevos puntuales, en todos sus desplazamientos. Pero en Veracruz, bajo un sol duro de soportar, la fiesta fue especial. En coche descubierto atravesaron las calles centrales de la ciudad, y después de una breve visita al Casino español -la colonia española también constituye otra constante del viaje- llegaron al palacio municipal de Veracruz, donde recibieron múltiples regalos y las llaves de la ciudad, en la que don Juan Carlos dijo: «Quisiera recordar la rendición del 18 de noviembre de 1825, en que mexicanos y españoles dimos al mundo una prueba significativa de grandeza en el comportamiento, tras la tenacidad en la defensa y el asedio, la dignidad militar en la capitulación y la generosidad magnánima en la victoria.»

Al término de esta visita, los Reyes visitaron en el puerto de Veracruz la fragata española Extremadura, que recibió a los Monarcas con los tradicionales vivas a España. Don Juan Carlos saludó a los oficiales del buque y conversó con ellos durante unos minutos. También los informadores subimos a bordo del buque, que manda el capitán de fragata Rafael Galdón Barberán, y en el que pudimos detectar entre los oficiales un interés especial por los acontecimientos militares hispanos de la pasada semana, de los que estaban puntualmente informados a través de la prensa y de la radio y sobre los que eludían todo comentario, aunque mostraban su preocupación.

En la tarde del domingo los Reyes llegaron al estado de Jalisco. En su capital, Guadalajara, señorial, de nobles y bellos edificios, los Monarcas también fueron acogidos por muestras de simpatía popular por varios miles de personas concentradas en torno al palacio de Gobierno y teatro del Degollado, adonde llegaron los Reyes ya entrada la noche, después de una visita a una exposición de artesanía de la región. A la salida de estos palacios, y después de admirar las obras del pintor Orozco, que representan los momentos clave de la revolución mexicana, la reina doña Sofía liberó dos palomas que llevaban en sus alas los colores de ambos países. Por la noche, el gobernador de Jalisco ofreció a los Reyes una cena de honor en el patio del Hospicio de Cabañas, sobrio y bello edificio que comenzó a construirse en 1803. Al término de la cena, iluminada con más de 5.000 velas y amenizada por coros, bailes y mariachis, don Juan Carlos pronunció unas palabras en las que dijo: «Nos ha conmovido la atención y el esfuerzo dedicados a conservar de la acción destructora del tiempo los vestigios históricos y artísticos que la ciudad alberga como tesoros. »

Los Reyes pernoctaron en Guadalajara, y en la mañana del lunes se trasladaron en avión a México capital, donde don Juan Carlos participó, con el presidente López Portillo, en el desfile deportivo con el que tradicionalmente se conmemora en este país el aniversario de la revolución.

A media mañana los Reyes acogieron en la nueva residencia del embajador de España a representantes de la colonia española.

Emotivo y multitudinario acto. Muchas personas quedaron fuera, y la comitiva se vio asaltada en el recorrido oficial de estos días por centenares de personas que solicitaban invitaciones para asistir al acto. Intelectuales y políticos republicanos españoles, entre los que se encontraba la viuda del ex presidente de la República Manuel Azaña, fueron invitados. Al principio del acto los Reyes conversaron unos minutos en privado con Dolores Rivas, viuda del ex presidente de la República española Manuel Azaña. Dolores Rivas, de 84 años, dijo al Rey que estaba muy emocionada y que a su marido le hubiera gustado vivir ese momento del encuentro, porque él estaba a favor de la reconciliación de todos los españoles. El Rey respondió que sabía bien este pensamiento de Azaña porque había leído sus libros.

En una breve conversación con informadores españoles, la señora Rivas declaró que no pensaba volver a España, porque cree que no lo soportaría por la emoción, diciendo que prefería guardar la imagen de España en el recuerdo, como una reliquia. Asimismo, dijo que los Reyes de España eran una pareja encantadora y que «lo estaban haciendo muy bien». La viuda de Azaña insistió en la necesidad de que los españoles se unan. Durante la recepción en la embajada, adonde acudieron más de 5.000 personas, don Juan Carlos pronunció unas palabras en las que dijo saber el sufrimiento pasado por muchos españoles en su emigración a México, les pidió que mantuvieran su españolidad y prometió seguir con interés sus inquietudes.

No estaban todos los que son, pero sí parte de ellos. Por la tarde, los Reyes emprendieron vuelo a Guanajuato, cuna de la revolución mexicana y la más típica ciudad de estas tierras.

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