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Entrevista:

Enrico Chiavacci: "El Evangelio no ha dado recetas eternas sobre la sexualidad"

Juan Arias

EL PAIS. Alguien ha dicho que la presencia de un moralista católico desentonaba en un congreso mundial de sexualidad.Enrico Chiavacci. A mí me ha invitado el congreso. Lo cierto es que actualmente en el campo médico existe una atención mayor a los problemas éticos en la investigación y en la terapia de la sexualidad. Los mismos sexólogos se han dado cuenta de que al elemento puramente científico le faltaba algo. No es casual que el mismo Money hablara en su relación de ética y de religión a pesar de que esta autoridad mundial es una de las voces más críticas contra las Iglesias que condenan el sexo. Ya desde el I Congreso Internacional de París, donde yo presenté la ponencia católica, hubo una reacción muy viva y muy positiva hacia la dimensión ética de la sexualidad. Nos dimos cuenta de que también en este campo es necesario crear cosas nuevas, porque no existe literatura. Todo se acaba en la clásica deontología médica, mientras han surgido problemas nuevos que ponen interrogantes nuevos a la ética y a la moral.

P. ¿Es la ética la que ofrece material a la investigación del sexo o también ocurre lo contrario?

R. En realidad, este problema es interesante también en sentido opuesto, porque los problemas éticos necesitan el apoyo de los hechos. Hoy, por ejemplo, existen hechos nuevos, sobre todo referidos a distintos comportamientos. Ningún manual de moral ha pensado nunca en una masturbación con finalidad terapéutica. Por otra parte, una terapia que rehabilite a una pareja tanto a nivel de entrega recíproca como a nivel de procreación plantea una interrogante moral muy explícita: se trata de usar comportamientos normalmente prohibidos para devolver a una pareja funciones que le pertenecen como derecho de naturaleza.

P. ¿Qué otro problema nuevo plantea hoy la moderna ciencia de la sexualidad?

R. Por ejemplo, el de la transexualidad. Si se descubre que un hombre o una mujer poseen dentro de su ser una identidad sexual opuesta a su sexualidad morfológica y social, ¿es lícito ofrecerle todos los instrumentos de la ciencia y de la técnica para cambiar su sexo en todos los sentidos? Son problemas inéditos sobre los cuales la moral católica aún no puede hablar, porque aún no tiene respuestas adecuadas. En estos casos es mejor dejar a los especialistas y a la gente que estudien, que piensen, que dialoguen. Para condenar o dirimir, existe siempre tiempo.

P. Entonces, ¿en qué situación se halla la moral católica con respecto al sexo?

R. La moral católica está en movimiento. La investigación está siempre abierta, porque cada día surgen problemas distintos y existe una conciencia más profunda de las cosas. El Evangelio, por ejemplo, no ha dado recetas eternas sobre los problemas de la sexualidad. Esto lo admite hasta el especialista más novato en la Biblia. En materia de sexualidad nunca existió un magisterio dogmático de la Iglesia. Existe sólo un crecimiento continuo de conocimientos científicos y de fe. En los últimos tiempos se ha dado un cambio de mentalidad muy importante. Hoy, por ejemplo, se sabe, gracias a Freud, que la sexualidad es un hecho profundamente humano y no sólo biológico. Esta ha sido la base para una concepción de la sexualidad «unitaria y procreadora» al mismo tiempo. Es decir, la sexualidad no ligada exclusivamente a la procreación sino también a la comunicación humana, como se advirtió ya en el Concilio, en la Gaudium et Spes y, sobre todo, aunque pueda parecer paradójico, en la encíclica Humanae Vitae.

P. ¿Esta investigación es un privilegio de los cristianos?

R. En la valoración de los hechos no existen privilegios cristianos. Los hechos son lo que son. Por eso, cuando se llega al momento de analizar los hechos, el cristiano se encuentra como los demás hombres que aceptan el valor objetivo de la ética, es decir, la vida vivida no de modo individualista, sino en función del prójimo. A este respecto, el papa Wojityla tuvo durante el Concilio una intervención muy importante cuando dijo que los cristianos se unen a todos los hombres para «buscar juntos la solución a los graves problemas individuales y sociales de nuestro tiempo, con el único denominador común de la fidelidad a la propia conciencia».

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