Plaza de Santo Domingo, cambiar vecinos por oficinas
La plaza de Santo Domingo, antes entrañable rincón heredado de nuestro Madrid clásico, está sufriendo una nueva transformación, que incidirá negativamente tanto en su fisonomía y utilización como sobre todo el tráfico rodado del centro de Madrid.En la actualidad la plaza aparece bordeada por tres amplios solares vallados que ocultan celosamente el nacimiento de sendos edificios de diez plantas destinados a oficinas y estudios-apartamentos. El actual aparcamiento público será ampliado. Dicha ampliación, unida a los estacionamientos privados de los nuevos edificios, pretende en teoría agilizar el tráfico de la Gran Vía mediante una mayor capacidad de absorción de vehículos en la plaza.
La realidad será, por desgracia, bien diferente. La sustitución de los edificios actuales destinados a viviendas por otros dedicados a oficinas cambiará totalmente el esquema vital del barrio. Si los actuales vecinos (más de un 60% de población activa, empleados y obreros) mantienen una estructura familiar, aunque dislocada por la actual congestión, el ritmo propio de las oficinas y su trasiego transformarán dicha congestión en un verdadero caos. En este aspecto las tesis del Ayuntamiento en su pretensión de hacer más fluida la circulación mediante aparcamientos en el centro se dan amistosamente la mano con los deseos de las inmobiliarias que pueden lograr una mayor y más rentable densidad de edificación en la zona (más tráfico, por supuesto). La solución obvia pasaría por una mejor organización y mayor frecuencia de los transportes urbanos, aparcamientos en la periferia de las zonas aglomeradas y no en la atracción del tráfico hacia ellas.
Por otra parte, de continuar el proceso de expulsión de los vecinos del centro de Madrid, sustituidos por oficinas y locales comerciales (los vecinos nunca vuelven a la zona) se configurará un lugar inhóspito, de paso, en el cual no existe más tipo de convivencia o ambiente que el de una marea humana abrumada por las prisas, los embotellamientos y la incomodidad.
Este proceso que ya tuvo lugar de forma dramática en el barrio de Pozas (hoy hotel Princesa y Corte Inglés de Princesa), se da en la actualidad en la plaza de Santo Domingo, sin duda como continuación lógica de lo emprendido con el Corte Inglés y Galerías de Preciados. Pero para lograrlo la Administración ha recorrido una larga singladura. Ya en 1929 aparece el primer plan de transformación de la zona que trataba de unir las plazas de Callao y Santo Domingo mediante la calle de Jacometrezo.
Sin embargo, el alto coste de las expropiaciones frenó el proyecto. No hace veinte años el espacio ajardinado de la plaza se ve sustituido con gran sorpresa de propios y extraños por un voluminoso aparcamiento público explotado por una empresa privada (¡¿?!). Sin embargo, el Plan Especial de Reforma Interior y las nuevas fórmulas de colaboración entre el Ayuntamiento y la iniciativa privada permiten más amplios horizontes.
El proceso se inicia con una concentración de la propiedad en la zona, previa a toda actuación. En la actualidad, la mayor parte de los terrenos pertenecen a tres personas.
Por otra parte, se ha pasado de la expropiación directa a una forma más sofisticada, con la creación de las llamadas Juntas de Compensación Mixta. Según este procedimiento, los propietarios de las parcelas se comprometen a realizar las obras que imponga la nueva ordenación, lo cual, a la larga, deviene en la expropiación de los pequeños propietarios, que no pueden hacer frente a las condiciones económicas que se imponen.
La conclusión, que por la situación de la zona y el carácter sintomático de la actuación afecta a todo Madrid, es que el Ayuntamiento potencia, sobre discutibles presupuestos de racionalidad, la destrucción de la vida vecinal de un barrio, un mayor desbarajuste del tráfico y la creación en suma de una lucrativa zona de hormigón que ni siquiera posee el tranquilo y vacío encanto de la City londinense, a la que nuestros planificadores parecen referirse.
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