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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Café con Singer y Cela

No sé por qué me tomo la molestia de pretender explicar a unos señores desconocidos que leen el periódico como yo, cada mañana, los matices del soliloquio que mantengo desde hace unos días con el primer café y el quinto o sexto cigarillo. Pero es que ya se están poniendo un poco pesados con presumir de ignorancia acerca de la obra del pobre don Isaac. Sí, don Camilo, usted también se pasa un pelín.Yo no creo que nadie tenga obligación de leer o haber leído al denostado premio Nobel. Pero en España se han publicado, por lo menos, media docena de títulos del bueno de don Isaac, que ha podido leer quien haya querido, igual que los de don Camilo, por ejemplo.

Lo demás es cuestión de gustos y de envidia. No quiero valorar objetivamente a don Isaac y a don Camilo porque creo que es muy difícil valorar de esa forma una obra literaria y, en todo caso, no es ese mi oficio. Pero, subjetivamente, quiero decir -sin que ello signifique que no me gusta Cela- que recuerdo con más agrado algún cuento de Singer como el Espinoza de la calle Market, que las obras de nuestro ínclito senador real y las de muchos otros. Naturalmente, ello no significa más que lo que en sí mismo dice: que me gusta más la historia de un señor que se pasa la vida leyendo la ética de Espinoza en la buhardilla de un «ghetto» polaco que la de otro que se va de putas vísperas de nuestra sobada guerra civil por ejemplo otra vez.

Léanselo ustedes, ahora que se pondrá de moda. Y usted también, don Camilo, si es que su nuevo oficio se lo permite. Me atrevo a aventurar que no se aburrirán tanto como dicen unos y otros: menos de lo que yo me he aburrido con sus dos últimas entregas, don Camilo. Por lo demás a mí me da igual que le den el Nobel a usted a don lsaac o que lo supriman. Lo que no quisiera nunca por nada del mundo es que me lo pudieran dara mí. De esa forma, no podría caer en la inmodestia de hablar en primera persona del plural del presente de indicativo... «Nosotros, los muchachos del Nobel». Y, en consecuencia, no le haría atragantarse con el café a un sufrido lector.

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