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El Rey de España, en Perú

Catedrático de la Universidad ComplutenseMuchos nos hemos preguntado por qué, durante los siglos de gobierno español en América, ningún soberano español visitó las prodigiosas Indias occidentales, de las que era supremo monarca. Y creo haber hallado la contestación contemplando simplemente la naturaleza de los monarcas de las dos dinastías de los siglos XVI al XVIII: porque sólo dos de ellos fueron viajeros, Carlos I y Felipe II. Y este último solo realmente antes de su reinado, a Flandes o a Inglaterra. Desde entonces -Felipe III- el rey es como un faraón, según agudamente lo observó ya el doctor Marañón en uno de sus ensayos. Rey de corte, rey palaciego, de escasísima movilidad (a veces sólo de un palacio a otro), lo que Felipe V y su sucesor Fernando VI, agudizarían. A tales faraones no se les podía ni siquiera proponer la idea de una larga movilización, y menos a ultramar. Quizá Carlos V o Felipe II sí lo hubieran hecho, pero aún las Indias no estaban maduras institucionalmente para tales visitas. Y América era todavía tierra de conquista y de misterio.

Ahora, un Rey español va a visitar el fabuloso Perú -no olvidemos que aún se dice en castellano para ponderar algo, que «vale un Perú»- el más brillante v extenso de los virreinatos americanos, sin que esto pueda doler a los novohispanos o mexicanos, ya que desde Lima se administró, durante la dinastía austríaca. desde Panamá a Tierra de Fuego, y desde el Pacífico hasta la frontera indecisa y selvática de la gran amazonía y del Chaco.

Yo he llamado, en mi Historia de América (Madrid, 1954), al Perú «el fuerte reducto español en Suramérica», porque fue allí donde no sólo se mantuvo por más tiempo la administración española, por el tesonero empeño del virrey Laserna, sino donde, y esto es muv significativo, se hizo entrega de los poderes españoles en América al mariscal de Ayacucho, Sucre, en la firma de la rendición del ejército español. en 1824.

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En la historia de España en América hay pues, dos fechas cruciales, una antillana -el descubrimiento, 1492- y otra peruana: la batalla de Ayacucho, 1824. Entre ambas los 332 años de acción hispana. que para el Perú suponen la sustitución de una soberanía propia por otra foránea, la fundación de Lima, el descubrimiento y fundación de Potosí, las Ordenanzas del virrey Toledo (llamado el Solón peruano), la defensa de las costas contra todo género de asaltos piráticos, la penetración civilizadora en la región selvática de los Moxos y Chiquitos, la creación de la Universidad decana de América -la Mayor de San Marcos, en Lima- el descubrimiento de la salvadora quinina o Chinchona, por el nombre del virrey Chinchón, el descubrimiento -en 1574- de la ruta para viajar -cortando la corriente de Humboldt, hasta el archipiélado diminuto de Juan Fernández- desde el Callao a Valparaíso, y tantas cosas que harían interminable la lista. Entre ellas la aparición del aún vivo Mercurio Peruano, adelantado de toda la prensa periódica del hemisferio occidental.

El Perú había dado anteriormente hombres grandes a España, como Pablo de Olavide, ejecutor de la repoblación humana de Sierra Morena, después de haber sido poderoso ejecutivo de la reconstrucción de Lima, tras uno de los sismos habituales en aquellas castigadas tierras.

La amistad renovada entre el Perú y España viene por la vía humanística de los estudios peruanistas, por el renacimiento del interés de España por las cosas del Perú, en especial las relativas al pasado prehispánico. En el último tercio del siglo XIX el gran americanista español Marcos Jiménez de la España competía con los grandes americanistas europeos en el conocimiento del pasado indígena, publicando sus Relaciones geográficas de Indias, que son en realidad relaciones peruanas, donde hizo gala de su enorme erudición sobre el Perú y su conocimiento del lenguale quechua.

Pero ha de ser en este siglo cuando la amistad intelectual se fortalecerá, no solo por la presencia en España del gran historiador peruano -nunca suficientemente llorado- Raúl Porras Barrenechea, que publicaba en nuestras revistas sus estudios sobre Pizarro y las crónicas primitivas, sino por las iniciativas españolas, científicas, en tierra peruana. En 1951 una amplia misión científica española (que tuve la honra de presidir) llevaba a Lima, con ocasión del I Congreso Internacional de Peruanistas, el original perdido -y hallado por mí en la biblioteca del duque de WeIlington, en Reding- de la Historia General del Perú del mercedario Martín de Murria.

Cuando el ministro Castiella y el director general de Relaciones Culturales, Alfonso de la Serna, crearon la Comisión de Protección v Conservación del Patrimonio Cultural de Hispanoamérica y Filipinas, la primiera misión (de 1967 a 1971) que se envió al exterior fue al Perú, descubriéndose los palacios incaicos de Chinchero (en la sierra del Cuzco) y estudiándose la antropología y el arte de este maravilloso y único -por sus valores tradicionales y artísticos- pueblo andino. Tuve también el honor de dirigir esta primera exploración científica en el Perú.

Desde entonces, el interés histórico, artístico, arqueológico y lingüístico por el Perú no ha decrecido. En 1970 se iniciaba -organizado por el Departamento de Antropología y Etnología de América de la Universidad Complutense- una exploración sistemática en la zona selvática del Madre de Dios, bajo la dirección del profesor del Pino primeramente y del profesor García Morcillo últimamente, y que ha contado con la entusiasta colaboración de los ministerios de Agricultura y Bienestar Social y Minería del Perú. Una prueba más de este interés es el convenio entre el Instituto Nacional de Cultura del Perú y el departamento citado de la Complutense, para el estudio arqueológico y planificación de los trabajos restauradores en el complejo arqueológico más importante del Perú: el llamado «Templo de Viracocha». en San Pedro de Racchi, que cuenta ya con dos campañas.

Y otros, en el terreno industrial y financiero podrían decir lo mismo, pero yo me he limitado a lo histórico, que es realmente lo que más peso específico tiene en las relaciones entre los pueblos, sobre todo si tienen una misma estirpe cultural. Que es lo que el primer Rey de España que visita el Perú se va a encontrar allí.

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