Juan Pablo II: "Estaré más cerca de quien conoce el dolor"
Esta mañana, Juan Pablo II recibirá en audiencia a los periodistas acreditados permanentemente ante el Vaticano. y a todos los informadores que han seguido los trabajos del cónclave. Esta vez podrán asistir también otros periodistas no acreditados. Bastará retirar una credencial en la oficina de prensa de la Santa Sede. Quizá nunca como ahora existió tanta expectación en los ambientes de la información porque este Papa está cambiando muchas de las costumbres seculares del Vaticano y resulta un enigma para todos.
Cada gesto suyo es una sorpresa. Por ejemplo, que desayuna, sin sotana, huevos fritos y jamón; que en el Vaticano se están preparando campos de tenis y de voleibol; que recibe a los cardenales de pie porque no le gusta el trono; que ha empezado a invitar a amigos para comer juntos. Pero, naturalmente, toda la curiosidad se está centrando en Roma sobre lo que podrá ser la «nueva política del Vaticano», con un Papa polaco, que ha venido de un país comunista, en el cual mantenía relaciones cordiales con las autoridades.Su discurso de ayer a los representantes del cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, al que asistieron más de cien embajadores, está siendo estudiado con lupa. El papa Wojtyla habló en francés y en primera persona, sin el plural mayestático usual. Su elección como sucesor de Pedro le ha dado, dijo, una nacionalidad mundial: «Mi patria de origen ya no cuenta: como cristiano, y sobre todo como Papa, seré el testigo de amor universal.» Pero añadió que estará más cerca «de quienes conocen el dolor». Las relaciones diplomáticas serán, según Juan Pablo II, «estables, recíprocas y leales», pero «sin confusión de competencias». Por nuestra parte, recalcó, «no significa la aprobación de este o aquel régimen, porque esto no me competeni, por supuesto, la aprobación de todos sus actos en la conducta de las cuestiones públicas, sino más bien un aprecio de los valores temporales positivos, una voluntad de diálogo y un apoyo a las causas humanas que ellos apoyan».
¿Cómo desea realizar esta ayuda a la justicia y la paz? Lo concretó también a los embajadores: «A veces será con intervenciones directas, pero, sobre todo, con una formación de las conciencias». Y tocó un tema muy delicado: la Santa Sede no pide «privilegios especiales» para los católicos, pero, eso sí, desea que en justicia se les considere en todo «ciudadanos con pleno derecho, con la posibilidad de participación total a la vida social».
Terminó diciendo que en el mundo existen aún «demasiadas miserias físicas y morales que dependen de la negligencia, del egoísmo, de la ceguera y de la dureza de los hombres. La Iglesia, aun con el riesgo de no ser comprendida, desea - dijo el Papa- contribuir, con sus medios pacíficos, a disminuir estas miserias».
Y mientras se prepara con gran entusiasmo la fiesta de la «inauguración del pontificado» del nuevo Papa, con la presencia de miles de polacos y con el anuncio de personalidades políticas y religiosas de confesiones no católicas que nunca asistieron a un rito semejante, siguen corriendo las ndiscreciones sobre el cónclave-sorpresa que dio a la Iglesia un Papa no italiano.
Ayer, Repubblica publicó en su primera página una entrevista con el cardenal Jubany en la cual se dejaba entrever que existió un duelo entre Siri y Benelli hasta la noche del domingo, manteniendo los dos candidatos cincuenta votos cada uno pero sin que ninguno de los dos grupos cediera. Fue entonces cuando un grupo de cardenales empezó a pensar en la candidatura de un no italiano y, concretamente, de Wojtyla. El arzobispo de Barcelona desmintió la entrevista a las pocas horas, distribuyendo el texto escrito original. De todos modos cada vez esta versión parece la más auténtica, con la diferencia de que Benelli pasó sus votos a Wojtyla mientras una buena parte del grupo Siri siguió fiel al intransigente cardenal hasta el final.
En una entrevista, Benelli ha polemizado duramente con el cardenal de Génova, el cual había dicho al salir del cónclave «que no recordaba el discurso del nuevo Papa». Benelli le respondió diciendo: «y eso que lo ha escuchado hace sólo media hora. »
Lo que sí pone de relieve toda la prensa es que uno de los «grandes electores» del papa Wojtyla fue el cardenal Jubany. De hecho fue el primero que llegado a Roma dijo sin pelos en la lengua que había llegado la hora de «votar a un no italiano», y nombraba a Pironio, Lorscheider y Wojtyla. En la entrevista a Repubblica, en el texto oficial lo justificó con tres motivos: que no existen «argumentos apodípticos» para que un Papa sea italiano, que entre los otros cardenales existían personas de grandes valores personales y que un Papa no italiano habría sido el signo de una Iglesia esencialmente católica.
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