Subnormales profundos, los más desasistidos
Hace algún tiempo un hombre se ahorcó en Cartagena con su hijo de dieciocho años, un muchacho subnormal profundo. ¿Era un loco, un asesino o, simplemente, un padre angustiado que prefirió poner fin a la vida de su hijo antes que dejarlo bajo la tutela de una sociedad que no garantiza a los deficientes profundos ni unas mínimas condiciones de supervivencia?
En el terrible suicidio de Cartagena, más que una noticia de la página de sucesos o una imagen de la España negra hay que ver el trágico desenlace del drama que viven muchas familias que tienen un subnormal profundo en casa.«Yo a éste me lo llevo por delante se oye decir a algunos padres, que sin medios materiales y ya de avanzada edad, temen por el futuro de sus hijos. La muerte es para ellos el único medio de librarles de un destino peor: el de convertirse en víctimas inconscientes de una sociedad que condena a la marginación a todos aquellos que le resultan improductivos.
Centros estatales: pocos y por poco tiempo
¿Cuántos subnormales profundos hay en España?. En 1974 la Seguridad Social contabilizó un número total de 11.900 deficientes con cociente intelectual inferior a veinticinco, esto es, subnormales graves y profundos. Hay que contar con que las estimaciones oficiales suelen pecar de optimistas y que muchas veces se aplican índices que corresponden a sociedades tan distintas a la nuestra como pueda ser, por ejemplo, la sueca. Por otra parte, la distribución de los profundos, como la de la población de deficientes en general, es muy irregular; varía según regiones y condiciones socioeconómicas de las familias.
La más reveladora en el baile de las cifras, es el 1,40, que refleja el número de plazas estatales que existen por cada cien subnormales profundos. Se da lá contradicción de que precisamente los más necesitados de cuidados especiales y continua atención son los más desasistidos.
En España hay sólo cuatro centros del Estado donde puedan ser internados. En conjunto reunen 1.400 plazas para niños de seis a dieciocho años. Que sean estatales no implica una gratuidad absoluta, ya que los padres que no cuentan con becas deben pagar 7.500 pesetas al mes.
Sin embargo, los padres que consiguen ingresar a su hijo en uno de ellos se pueden dar por satisfechos. Hay que tener en cuenta que miles de candidatos están inscritos en las listas de espera y que por menos de unas 30.000 pesetas mensuales es imposible encontrar plaza en un centro privado.
Pero tampoco para estos padres con suerte el problema está resuelto más que de forma provisional. Al cumplir la mayoría de edad, el chico tiene que abandonar el centro y volver a casa o a la calle. Cuando se trata de un profundo, que no tiene posibilidad de recuperación y exige atención constante, la situación de la familia, especialmente de las económicamente débiles, se hace insostenible. Y sin salida posible.
El drama de las familias
«Mi hijo sufre ataques violentos y se quiere tirar por la ventana. Como ya es más alto y fuerte que yo, cada vez que viene a casa de vacaciones tengo que ponerle la camisa de fuerza dos o tres veces al día», explica la madre de un muchacho que está a punto de cumplir la edad fatal. «Me dicen que vaya buscando un sitio para internarlo, pero, ¿cuál?»
Con dinero no hay problema. En Moratalaz, por ejemplo, existe un internado para niñas deficientes donde están perfectamente atendidas. El secreto de este centro modelo es que cada padre ha invertido en su creación medio millón de pesetas a fondo perdido, aparte de los gastos de mantenimiento.
Pero las familias que viven en barrios obreros, que es donde los índices de subnonnalídad e Inádaptación resultan más preocupantes, no pueden permitirse el lujo de suplir la ineficacia de la Administración.
«No es extraño que la Administración fomente la iniciativa privada en este campo: le interesa que paguen los padres. Pero ése no es el camino para resolver el problema», apunta un trabajador de uno de los barrios de Madrid donde es fácil encontrar en la misma calle varias familias con subnormales.
«Yo mismo tengo dos chicas deficientes. Por cada una de ellas debo pagar 16.000 pesetas al mes. Pero hay casos peores. Conozco a un jubilado que cobra 12.000 pesetas de pensión y paga 10.000 para que atiendan a su hija subnormal. »
Los problemas económicos, la inseguridad, la angustia, repercuten inevitablemente en toda la familia: matrimonios que se separan, enfermedades, mentales, dificultades de convivencia...
«Muchas familias que van saliendo del paso con las becas están constantemente preocupadas porque tal vez el año próximo no se las concedan.»
«Cada vez que viene el niño de vacaciones mi marido sufre unas tremendas crisis depresivas y tengo que internarlo en un sanatorio psiquiátrico. La convivencia de los dos es imposible.»
¿Qué puéden hacer los padres de un subnormal profundo cuando la sociedad se desentiende del problema y echa sobre sus espaldas toda la responsabilidad, incluso la penal por los delitos que sus hijos irresponsables pudieran cometer... ?
«Pueden intentar meterlo en La Barranca, el único centro para deficientes profundos adultos que existe en España, pero yo, la verdad, preferiría llevar a mi hijo directamente al crematorio. «La Barraca es peor que una cárcel y los noventa internados -hombres todos ellos- reciben un trato peor que el que se da en muchas prisiones. Además, ellos no pueden siquiera quejarse.»
El caso de La Barranca, que funciona en pésimas condiciones, ha sido denunciado por los padres sin ningún resultado. La única medida que se ha tomado es prohibir la entrada a los visitantes. Lo mismo ocurre a otros niveles. Los responsables de la Administración prometen soluciones que no llegan, demoran los asuntos más urgentes. La sociedad se lava las manos y carga a los padres con todo el peso del problema.
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