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Reportaje:Diez años de guerra en Irlanda del Norte / 1

Una comunidad dividida

Hace diez años, los católicos del Ulster iniciaron una rebelión bajo el eslogan «un hombre, un voto». Desde 1968 hasta nuestros días, la situación ha ido degradándose y tanto católicos como protestantes están cansados de tanta violencia. Este dramático hecho, junto con la evolución demográfica han propiciado un acercamiento entre las dos comunidades que parecen comprender ahora que tan imposible es una solución católica, como una protestante, aunque esto no quiere decir que el odio mutuo haya desaparecido. Sobre la situación en Irlanda del Norte nuestro enviado especial Luis Reyes ha elaborado un informe que ofrecemos en tres capítulos.

La década de violencia que padece Irlanda del Norte, pequeña guerra colonial enquistada en un rincón de Europa, tuvo su origen hace ahora justo diez años, en octubre de 1968, cuando la comunidad católica de esa provincia británica inició su rebelión en demanda de derechos civiles.No se puede perder de vista este antecedente, porque si resulta insólito que en una región del Mercado Común existan campos de concentración o un Ejército de ocupación en pie de guerra, aún más inexplicable parece que se haya sometido a una parte de la comunidad ciudadana a una discriminación social, económica y política en base a su confesión religiosa. En 1968, los católicos de Irlanda del Norte se levantaron para conseguir cosas como «un hombre, un voto». Los protestantes respondieron con un progrom que podía haber terminado en una matanza, si los católicos no hubieran sido capaces de defenderse hasta que el Gobierno central de Londres actuó como bombero. Son datos que no pueden olvidarse.

«Sin embargo, estos años de violencia y de angustia han servido para que se tendieran muchos puentes entre las dos comunidades -explica un profesor de la Queen's University de Belfast-. Está, por ejemplo, el caso del partido Alianza, un partido surgido hace unos pocos años como específicamente interconfesional. Ciertamente, no tiene base popular, es un partido de profesionales, de gentes de educación superior, pero ha sido capaz de restarles votos a los partidos tradicionales protestantes y católicos; el alcalde de Belfast, por ejemplo, un protestante casado con una católica, es del Alianza, y en las próximas elecciones para el Parlamento Europeo, en las que Irlanda del Norte va a designar, por primera vez, tres representantes, es posible que uno de ellos sea del Alianza, lo que supondría todo un test. Luego está el Peace People Movement; es un movimiento que no tiene una ideología ni un pro grama definido, y los radicales lo acusan de estar manejado por el Gobierno inglés, pero es representativo de un estado de ánimo, de una rebelión espontánea de gente sin criterio político, mujeres principalmente, gente de ambas comunidades, contra la situación de guerra. Lo que importa no es lo que hace, sino lo que representa, y supongo que por eso ha tenido tanto eco y respaldo en el extranjero. Por último, están los contactos entre extremistas, el IRA, por una parte y los paramilitares lealistas, por otra. Hace poco hicieron en la televisión una rueda de opinión con un político católico, otro protestante, un representante del IRA y otro de los paramilitares. Los políticos se tiraron a matar, los extremistas, en cambio, estaban de acuerdo en muchas cosas ... »

La violencia cansa

La población está cansada, eso explica el parcial acercamiento entre las dos comunidades. La vida en el Ulster ha ido degradándose progresivamente. No se puede coger un, autobús tranquilamente ni enviar una carta por correo normal con seguridad, porque los servicios públicos son blancos del sabotaje del IRA, que los ha sustituido en sus zonas de influencia por servicios paralelos. No se puede tomar una copa tranquilamente en un pub -la principal distracción de los irlandeses-, porque han sido objetivo favorito de atentados de unos y otros durante estos años, y los centros sociales con que han sustituido a los bares en los barrios, son verdaderos bunkers, donde tomar unas copas produce claustrofobia.

Pero no sólo es el cansancio de violencia lo que promueve los acercamientos. Hay también, después de diez años de intransigencias, una toma de conciencia en los extremistas de ambos lados de que resulta imposible que una comunidad se monte sobre la otra, que se imponga una solución católica o una solución protestante en Irlanda del Norte. Uno de los factores principales que han conducido a esta conclusión es la alteración demográfica ocurrida durante este decenio, que inevitablemente conduce a que la minoría católica iguale en número a la hasta ahora mayoría protestante.

Los católicos aumentan

«En estos momentos hay más niños en edad escolar católicos que protestantes -me informa un funcionario del departamento de Educación- En las escuelas católicas había en enero de 1977 190.000 niños, mientras que en las protestantes sólo había 178.000.» Estadísticas en mano, esto significa que dentro de treinta años habrá mayor número de católicos que de protestantes, aunque, en realidad, el equilibrio demográfico entre ambas comunidades se dará de hecho mucho antes, tan pronto como los niños de hoy sean adultos. La explicación del fenómeno no reside sólo en la tópica alta natalidad de las familias católicas, sino también en el proceso migratorio. «Antes los trabajadores católicos teníamos que emigrar si queríamos ser tratados como personas, ahora las leyes discriminatorias han desaparecido», explica un sindicalista católico. Por el contrario, son muchos los protestantes que no pueden soportar la pérdida de su «paraíso» y han engrosado considerablemente las cifras de emigración de su comunidad.

Pero pese a los «puentes interconfesionales» referidos, no hay que ilusionarse demasiado. La verdad es que los odios, el desprecio, el temor mutuo entre ambas comunidades subsisten, incrementados por las recíprocas violencias, por los crímenes sectarios que se han infligido unos a otros. El hecho de que los paramilitares lealistas, oficialmente el sector protestante más extremista, pero de base proletaria urbana, estén dispuestos al diálogo, no impide que todavía exista una mayoría silenciosa protestante, agricultores y pequeña burguesía, fundamentalmente, que se identifica con el pastor Ian Paisley en su odio visceral y su horror sacrosanto ante los «papistas».

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