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Tribuna:UCD, ante su primer congresoTRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Un partido interclasista con vocación mayoritaria

Coordinador general de UCD

El primer congreso nacional de la Unión de Centro Democrático es un acontecimiento político que rebasa los límites de su propia formulación. No se trata, en efecto, de un congreso cuya virtualidad queda circunscrita a la consolidación de una fuerza política más de las que actúan en el arco parlamentario español, aunque esto, por sí sólo, sería suficiente para concertar la atención de propios y extraños, al igual que ha sucedido con los congresos de otros importantes partidos políticos españoles.

Este primer congreso marca un hito en la evolución histórica de la España de la transición a la democracia, porque significa el final de una etapa en la cual la fuerza política mayoritaria asumió la responsabilidad de llevar adelante una política de Estado, antes que una política de partido, Con este congreso -que muchos han llamado constituyente, pero que en realidad no es sino la expresión formal de algo que ya estaba constituido y gobernando- Unión de Centro Democrático se dispone a cumplir la función preponderante que le corresponde en el abanico político español, después de actuar como gozne en la difícil transición de un sistema autoritario hacia una Monarquía constitucional y democrática.

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En estos momentos creo que conviene hacer una breve recapitulación de las principales características de Unión de Centro Democrático a lo largo del año y medio de poder, como consecuencia de su victoria en las elecciones de junio de 1977. UCD, que como coalición obtuvo el favor de más de seis millones de electores, fue desde el principio la expresión más cabal de la reconciliación nacional. Aquella coalición era, en muchos sentidos, la plasmación de la concordia, al componerse de gentes que años antes estaban en actitudes opuestas, pero que comprendieron que sólo mediante una sincera colaboración para consolidar la democracia sería posible la transición con el mínimo riesgo de traumas que un período de esta naturaleza lleva inevitablemente consigo.

UCD, además, se encontró con la enorme responsabilidad de hacerse cargo del Gobierno en la etapa constituyente. Los pasos dados a partir de la victoria electoral en la dirección de convertirse en un partido unitario, ha habido qué darlos con prudencia y seguridad, porque lo primero era hacer una Constitución de todos los españoles. En este sentido, debe decirse que UCD, pudiendo haber usado legítimamente de la fuerza de sus escaños parlamentarios, prefirió anteponer el sentido de su responsabilidad histórica a las justificables apetencias de hacer una Constitución a su medida. Es cierto que a esta operación de lograr una Constitución de consenso han contribuido todas las fuerzas políticas parlamentarias; pero ello no quita el indudable mérito que Unión de Centro Democrático exhibe con orgullo, en cuanto era el partido con más posibilidades de vencer, y ha preferido convencer en beneficio de todos.

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Consumada, o, a punto de consumarse, la etapa constituyente, UCD se apresta a adquirir plenamente sus perfiles de partido político capaz de seguir gobernando, más cohesionado, más definido, mejor pertrechado para el inmediato futuro. Porque es un hecho innegable que el congreso habrá de poner de manifiesto que Unión de Centro Democrático sigue siendo la fuerza política mejor preparada para protagonizar la responsabilidad de gobernar, tanto por la valía y experiencia de sus cuadros, como por la creciente implantación en cada vez más amplios sectores de nuestra sociedad.

¿Cuál es van a ser los aspectos más sobresalientes de este primer congreso nacional de UCD? En una especie de síntesis, sin duda incompleta, pero suficientemente ilustrativa, a mi juicio van a ser tres las características descollantes, que marcarán la impronta de estos días decisivos para el partido: la plasmación de su ¡dentidad ideológica como partido centrista y reformista, el establecimiento de una estructura orgánica presidencialista, y la elaboración de un marco programático de partido en el que habrá de insertarse su acción política en el futuro inmediato.

Respecto de lo primero conviene dejar constancia de un hecho que con frecuencia se ignora en los medios de comunicación, no sé si como producto de la inercia, o como fruto de la tendencia a identificar lo que ocurre en España con lo que se arbitra en Madrid. Este hecho es la acelerada tendencia de afiliados y votantes de UCD a identificarse con el conjunto del partido. No hay más que asomarse a cualquiera de nuestras provincias para comprobar que la mayoría de los hombres y mujeres de UCD no se identifican ya con las antiguas corrientes que constituyeron la coalición. Estas matizaciones forman parte, cada día más, de una distinción teórica, muy poco basada en la realidad. El transcurrir de la vida cotidiana y la consolidación del partido en todos los órdenes definen como irreversible la trayectoria de unificación de aspiraciones e intereses políticos. Desde este punto de vista, lo más probable es que la tan pregonada pugna entre los diferentes sectores ideológicos no sea más que la expresión de puras aspiraciones personales de algunos notables.

Este congreso habrá de servir, por consiguiente, para acabar definitivamente con lo que ya hoy es un análisis abstracto de una realidad concreta, y UCD dibujará sus perfiles ideológicos de manera que todos se sientan representados en ellos y nadie puede monopolizarlos.

La estructura presidencialista del partido, delineada en una ponencia de estatutos coherentes, responde a un criterio básico en cualquier aspecto de la vida, y sobre todo de la vida política. Este criterio es el de atenerse a la realidad de los hechos. Y esta realidad, hoy, es que en UCD el presidente Suárez es el hombre indiscutido, que debería ser elegido para este cargo de la máxima importancia y la máxima responsabilidad. La estructura presidencialista, que es tan democrática como cualquiera otra, se apoya en estos dos pilares correlativos: de una parte, máxima democracia en la elección de presidente; de otra, amplias atribuciones y plena capacidad de decisión presidencial sujetas a control y responsabilidad política. En cualquier caso, la pureza del sistema queda garantizada por el mecanismo electoral: sufragio secreto, exigencia de mayoría absoluta y libertad de presentación de candidaturas. Se ha preferido, en suma, por ese criterio de realismo a que aludía más arriba, elaborar unos estatutos que se cumplan, antes de inventarse un organigrama fantasmagórico, quizá muy brillante y espectacular, pero ajeno a la realidad del partido y cuyo destino fuera servir a ambiciones personales o su incumplimiento sistemático; o unos estatutos tan genéricos y vagos que en la práctica dejasen importantes cuestiones a la interpretación en beneficio de los órganos dirigentes.

Por último, unas breves líneas dedicadas a lo que será el programa básico de Unión de Centro Democrático para el futuro próximo. Las distintas ponencias que se debatirán y aprobarán, en su caso, con las oportunas modificaciones, responderán a lo que UCD considera que es el marco programático en que ha de desenvolverse su acción de partido en los próximos dos años. Se tratará, por tanto, de unos documentos básicos de trabajo, vinculantes pero. no dogmáticos, en los que se inicia un proceso de reflexión del partido.

El congreso de Unión de Centro Democrático será el primer encuentro en el plano nacional de los representantes de millares de mujeres y hombres que vienen trabajando por el bienestar de los españoles desde tareas de diverso orden. UCD no es lo que se conoce como un partido de cuadros, sino un partido abierto que practica en su seno la más amplia movilidad, y en cuyas filas se encuentra buena parte de lo mejor que España tiene para su conducción política. Tampoco es lo que la izquierda llama un partido de masas en el sentido de que éstas se contraen habitualmente a la movilización de su propia militancia, y poco más. UCD es, sobre todo, y así espero que se demuestre en el congreso, un partido de muy amplias bases de afiliación activa y todavía más amplio espectro de votantes. Un partido interclasista con vocación de seguir siendo mayoritario al servicio del conjunto del pueblo español.

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