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Tres cardenales piden que el cónclave se celebre fuera de la capilla Sixtina

«La rapidez de este cónclave ha sido obra del Espíritu Santo y de las difíciles condiciones de la capilla Sixtina», comentó un cardenal poco después del cónclave que eligió papa a Juan Pablo I. Efectivamente, el enorme calor del mes de agosto romano y el gran aumento cuantitativo que experimentó el Colegio Cardenalicio durante el papado de Pablo VI hizo muy incómodo el último cónclave. Es quizá por ello por lo que ayer por la mañana tres de los cuarenta cardenales que se reunieron en congregación pidieron que el próximo cónclave no se celebre en la capilla Sixtina, sino en otro lugar que reúna mejores condiciones. La propuesta fue denegada.

Bajo una fuerte lluvia, comenzaron ayer los preparativos del funeral de Juan Pablo I. Aunque es muy posible que la celebración tenga lugar dentro de la basílica, fuera en la Plaza de San Pedro, han comenzado a colocarse las sillas y las vallas que delimitan los distintos espacios acotados para autoridades, periodistas y público, en previsión de que, en el último momento, aparezca de nuevo el Sol.La afluencia de visitantes ha disminuido el lunes. El domingo, sin embargo, unas 100.000 personas más pasaron frente a los restos del Papa muerto, después de que, a las siete de la mañana se permitiera, de nuevo, la visita. Bajo la columnata, los vendedores ambulantes aprovechaban para hacer negocio. Vendedores de postales de Juan Pablo I, de monedas conmemorativas de poco valor, de impermeables, de folletos, jóvenes propagandistas de la GAM (Juventud Ardiente Mariana) y hasta un cantor de baladas napolitanas completaban la abarrotada Plaza de San Pedro, que estos días se encuentra fuertemente vigilada por la policía.

En todo Roma las paredes estaban cubiertas de carteles del Ayuntamiento, firmados por Giulio Carlo Argan, el alcalde comunista. Uno al lado del otro los carteles llevaban dos mensajes diferentes: unos mostraban condolencia por la muerte de Juan Pablo I, los otros por la del joven Ivo Zini, muerto el mismo día en un atentado fascista.

Sellos y monedas para sufragar el cónclave

La misma mañana del viernes, inmediatamente después de que se conociera la noticia de la muerte del Papa, los diseñadores de sellos y monedas conmemorativas de la Sede Vacante -como se llama oficialmente al período que va de la muerte de un Papa a la coronación del siguiente- comenzaron su trabajo. De su labor dependerán en buena parte los ingresos que habrán de sufragar los gastos del cónclave.El Vaticano, como de costumbre, silencia absolutamente todo lo relacionado con sus finanzas. Sin embargo, se puede estimar que el costo de un cónclave oscila entre los cuatrocientos y los ochocientos millones de pesetas. La mayor parte de este presupuesto se destina al pago de los desplazamientos de los cardenales y a los dos haberes extraordinarios que los 3.000 empleados pontificios y curiales perciben durante la Sede Vacante.

Cuando murió Juan Pablo I, aún estaba a la venta una parte de las 200.000 monedas emitidas en conmemoración de la muerte de Pablo VI. Había de dos tipos: unas llevaban la efigie del papa Montini y otras la del cardenal Jean Villot, cabeza del Colegio Cardenalicio durante la anterior Sede Vacante. Con un valor nominal de quinientas liras (cincuenta pesetas), alcanzaban en el mercado un precio de 6.000 liras (seiscientas pesetas). El viernes se suspendió la venta, que se reanudará el jueves, después de los funerales y el entierro.

Testamento de Juan Pablo I

Antes de morir, el papa Juan Pablo I estaba redactando un breve testamento. Todavía no han sido encontradas las notas en que manifestaba su última voluntad. Se supone que debido a lo inesperado de su muerte, este testamento tenía que estar todavía en un estado muy rudimentario. Posiblemente, sólo se trataba de una serie de notas apresuradas, escritas en un cuaderno y con una extensión de quince o veinte líneas.Juan Pablo I estaba preparando otros documentos la noche de su muerte. Posiblemente se trataba de su primera intervención ante la curia. En cualquier caso, Radio Vaticano desmintió ayer al mediodía que tuviese entre las manos un ejemplar del Kempis. Este desmentido puede hacer suponer -según ciertas fuentes- que ciertos sectores vaticanos más tradicionales hayan tratado de manipular la muerte del papa afirmando que murió mientras leía la citada obra, que, según los católicos más renovadores, «contiene un tipo de religiosidad muy superada». Otros, por su parte, afirman que no ha existido ninguna manipulación, sino sólo un error. Según estos, cerca de la cama se encontraba el Kempis, que el Papa habría estado consultando para la elaboración de algún trabajo.

En cualquier caso, estos documentos se encuentran todavía en las habitaciones del Papa fallecido. Según la costumbre, las dependencias pontificias privadas fueron selladas después de su muerte y no serán abiertas de nuevo hasta después del entierro.

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