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La crisis portuguesa podría alargarse varios meses

Rechazado su programa por la mayoría absoluta del Parlamento, el primer ministro portugués, Nobre da Costa, se mantiene en funciones, hasta el nombramiento del nuevo jefe de Gobierno; tarea de la competencia exclusiva del jefe del Estado, para la cual la Constitución no fija ningún plazo.

La crisis portuguesa sigue, pues. ¿Por cuánto tiempo? Nobre da Costa hablaba de un mes, pero en los círculos del Partido Socialista, más conocedor, tal vez, del verdadero contencioso entre los partidos, se alargaba el plazo hasta dos o tres meses. ¿Hasta las elecciones anticipadas? Los partidos afirman no desearlas pero no temerlas tampoco.

Socialistas y demócratas cristianos se afirman convencidos de la posibilidad de llegar a un acuerdo y a un Gobierno estable en el cuadro del Parlamento actual. Freitas do Amaral, presidente del CDS, si bien excluye la posibilidad de un nuevo acuerdo bilateral entre PS y CDS, citó tres salidas posibles. En primer lugar, un acuerdo a tres (PS, PSD, CDS) sin coalición, fórmula difícilmente aceptable por los socialdemócratas. Sa Carneiro, que hacía su primera intervención después de una ausencia parlamentaria de más de un año, ha insistido sobre su fórmula de «Gobierno de salvación nacional», bajo los auspicios del presidente Eanes, inaceptable para los socialistas.

La segunda hipótesis había sido sugerida por Eanes en su discurso del 10 de agosto: un pacto entre el presidente y, al menos, dos partidos para asegurar una base parlamentaria estable a un Gobierno encargado de llevar a la práctica una plataforma de acuerdo. Esta solución, que era encarada en algunos medios de los tres partidos interesados (PS, PSD y CDS) como la más verosímil, depende, fundamentalmente, de la iniciativa del presidente Eanes. Ha sido notado el cuidado con que todos los partidos —con excepción del diputado único de la UDP (extrema izquierda)— han tratado de demostrar que esta derrota parlamentaria de Nobre da Costa dejaba incólume la autoridad del jefe del Estado. Mario Soares puso énfasis en la voluntad de su partido de colaborar con el general Eanes para la solución de la crisis.

Pero es imposible adivinar las conclusiones que el presidente sacará del debate del jueves. Puede verse tentado de seguir las reacciones de algunos llamados «presidencialistas» y cavar aún más el foso que creó entre él y Mario Soares, transformando el enfrentamiento en auténtica prueba de fuerza.

Las declaraciones de algunos socialdemócratas, o de los más recientes tránsfugas del PS, en los corredores del Parlamento, iban en esta dirección.

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La tercera hipótesis de Freitas do Amaral era un nuevo Gabinete independiente, pero contando a la partida con el apoyo del PS y de, al menos, otro partido, con poderes limitados en el tiempo y el alcance, y sin «ministros controvertidos», o sea, una nueva versión, mejorada del Gabinete Nobre da Costa.

El debate, que todos los portugueses han podido seguir en directo por radio y televisión, ha sido poco tranquilizador en, al menos, dos aspectos. Lejos de aproximar a los partidos, ha dado lugar a nuevos motivos de irritación entre ellos.

Demócratas cristianos y socialistas están indignados porque los socialdemócratas aplaudieran el discurso «antiparlamentario» de Nobre da Costa y acusan a los comunistas de «doble juego», mientras el PSD tacha de «antipatriótica» la actitud de los socialistas de «no querer gobernar ni dejar que otros gobiernen». Por otro lado, la sorprendente intervención de Nobre da Costa dejó planear sobre el hemiciclo una amenaza confusa y velada. ¿Cuáles eran las verdaderas intenciones de Nobre da Costa al acusar a los partidos, sin excepción, de ser responsables por la «falta de operacionalidad del Parlamento» y al recordar a los diputados qué había en Portugal unos 6.500.000 « independientes», número aproximado de los electores no inscritos en ningún partido? No se puede esperar de todos los diputados, ni sobre todo de todos los militantes de los partidos atacados, el fair play de un Mario Soares que atribuía la agresividad de Nobre da Costa a su falta de experiencia parlamentaria y al cansancio de cinco días de debates.

Para otros muchos, el discurso del primer ministro, en la línea de las más recientes intervenciones de Eanes, sonó a campaña electoral, a llamada a las filas de la famosa «mayoría silenciosa», contra los partidos que no «entienden la gravedad de la situación del país» y han postergado, una vez más, la solución de las terribles dificultades que enfrenta «el pueblo, sufrido y laborioso». Los políticos más experimentados de este país están realmente preocupados con la insistencia en que se sugiere a este «pueblo», mal informado, y confrontado con condiciones de vida durísimas, que los partidos son la causa de todas sus desgracias.

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