Divorcio y capitalismo

Hay parejas, como la firmante de la carta aparecida en EL PAÍS número 722, que ven en el divorcio el hundimiento de la familia y el principio del fin de la sociedad. Parece que piensan que, una vez aprobada la ley que regule el divorcio, tendrán forzosamente que divorciarse. No se dan cuenta que sus augurios no se cumplen ni se han cumplido en ninguna de las decenas de naciones donde está admitido.No advierten que la futura ley de Divorcio lo único que hará será someter a normas, iguales para todos, una situación: el matrimonio roto, imposible, no por culpa de esa ley, sino por culpa de una sociedad capitalista deshumanizada: que no ofrece una vivienda digna y asequible a la familia (España ocupa uno de los primeros lugares en Europa por el número de chabolas), que no ofrece adecuados puestos escolares y lugares de esparcimiento a los hijos, que fomenta el afán de lucro y consumo desenfrenado, que niega el trabajo a un millón largo de parados.

Estas lacras son las que están acabando con la estabilidad de la familia y la sociedad españolas. Por favor, no nos engañemos: en la actualidad, sin divorcio, son miles y miles las familias deshechas. No queremos atribuir a algo que todavía no existe la situación caótica de nuestra sociedad, en la que una ley regulando el divorcio tratará de poner un poco de orden.

En cuanto a la postura de la Iglesia católica, apostólica y romana, no olvidemos que, con el Evangelio en la mano, a lo largo de su dilatada historia ésta ha hecho lo que ha querido: desde fomentar guerras y matanzas hasta negar que la Tierra se mueve o atribuir todos los males de este mundo a la mujer, por aquello del pecado original.