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Tribuna
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Dos millones de superávit en el Atlético

El Atlético cerró la temporada anterior con un superávit de algo más de dos millones de pesetas, mientras que, para la presente, el presupuesto de gastos calculado asciende a 481 millones, y el de ingresos, a 446, por lo que se espera, en principio, un posible déficit de 35 millones. Estos números -que se negaron a aprobar cinco compromisarios, no por desconfianza, sino por lo de siempre, desconocimiento-, el desahogo anual de algunos socios en su turno de ruegos y preguntas, y la intervención presidencialista de Vicente Calderón, completaron el panorama de la asamblea del club rojiblanco, en la que pesó como una losa la mala campaña anterior y la severa derrota en Gijón. La asamblea atlética transcurrió, un año más, como todas. Al fútbol aún no ha llegado el «cambio». Aparte del desinterés probado que existe, por regla general, a la hora de asistir -acudieron 245 compromisarios de los 1.252 previstos-, el socio llega a ellas con absoluto desconocimiento de la situación. Le llenan el cerebro de números y, aunque, lógicamente, las cuentas estén claras y avaladas por censores jurados, como en este caso, algunos se resisten a aprobar unos balances económicos que conocen durante dos minutos. Esto y la incongruencia de, además, tener que aprobar toda la cuestión económica incluso antes de preguntar nada (?), porque así lo estipulan los estatutos en el «orden del día», hace que estas asambleas no valgan absolutamente para nada, salvo, claro está, para aprobar el presupuesto, que, en realidad, es lo único de lo que se trata.

En definitiva, y tras la memoria del acta de la temporada anterior, el tesorero pasó al abrumador tema de los números. Los ingresos del ejercicio anterior fueron de 446.137.921 pesetas, y los gastos 444.132.806, lo que arrojó el superávit citado de Más de dos millones. Para esta temporada, los ingresos previstos son de 446 millones, y los gastos, de 481, con un déficit calculado, pues, de 35 millones. Hubo consenso general, salvo cinco socios, que se negaron a aprobar estos balances económicos, no por desconfianza, sino por un lógico desconocimiento.

La pequeñísima válvula de escape anual de los socios llegó en el consabido turno de ruegos y preguntas. Se plantearon, entre otras cosas, puntos tan claros como que con anterioridad, de la asamblea se enviara a los compromisanos copia de las cuentas -Calderón, más tarde, dijo que esto era imposible, porque la reglamentación estaba así, y nadie lo hacía...-, precios más baratos para los jubilados -a partir de enero habrá un 50% de rebaja en la cuota de abonados de jubilados con veinticinco años de antigüedad en el club-; que se mantuviera la demanda judicial hasta sus últimas consecuencias contra el escritor que dijo aquello tan «afortunado» de: «Soy del Madrid, como toda persona honesta»; que las asambleas se celebraran antes de los plenos, para que el club llevara las propuestas de los aficionados -obviamente, esto también figura en el reglamento...-; se polemizó sobre el fichaje de Héctor Núñez; se pidió exigencias a los jugadores para que rindieran más en el campo, de acuerdo a sus fuertes ingresos económicos, un compromisario criticó la supuesta animadversión de la prensa hacia el Atlético -Calderón diría luego que sería porque los del Alético son antipáticos-, y se solicitó un emo cionado recuerdo para Santiago Bemabéu. La última media hora -de las casi dos y media que juró la asamblea- la completó el discurso del presidente atlético Vicente Calderón, que intentó dar contestación de forma global a las sugerencias planteadas por los socios. Calderón, muy serio siempre el descalabro atlético en Gijón flotó en el ambiente de forma clara señaló que el Atlético no podía variar las estructuras del fútbol, que el futuro de éste es incierto, que los jugadores -generalizó a todos los equipos- de antaño primero sudaban la camiseta y luego iban a cobrar, y que hoy la única preocupación era la última; rechazó cualquier desconfianza hacia la gestión de su junta directiva -no la hubo, lo que se planteó fue escasez de conocimiento-, que se recurriría al bingo o a una nueva subida de cuotas para cubrir los enormes gastos motivados por las reivindicaciones económicas de los jugadores; pidió confianza para el cuerpo técnico rojiblanco, en esta campaña «se ha perdido una batalla, no la guerra», y recordó también con especial cariño la figura de Santiago Bernabéu.

El aplauso de ritual puso fin a esta asamblea atlética, que transcurrió, pues, sin más novedades que las de comprobar el intento de algunos socios por ocuparse y conocer la situación real del club. Las estructuras no se lo permiten.

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