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La grandeza del fracaso político de Rousseau

Clausura de las jornadas sobre el pensador francés

El profesor Antonio Gimeno, alma e inspirador de este coloquio internacional sobre Rousseau, clausuró el ciclo de conferencias con unas breves y enjundiosas palabras que resumieron los resultados de todas las ponencias: la grandeza del fracaso político de Rousseau se debe a que no pudo conciliar la igualdad abstracta del cuerpo político con la desigualdad concreta de la sociedad. Agradeció la participación en el coloquio de los mejores especialistas mundiales de la obra de Rousseau.Anteriormente la profesora Domergue, de la Universidad de Toulouse, nos explicó con una erudición impresionante los procesos de la Inquisición española contra las obras de Rousseau. La importación de libros de Rousseau se llevó a cabo a través del País Vasco, sus lectores favoritos fueron en su mayoría abogados y médicos, las obras de Voltaire, que fueron prohibidas y condenadas, eran literarias, pero las de Rousseau, políticas, pues se le juzgaba un hereje peligroso. La conferenciante demostró que la Inquisición no pudo impedir la difusión en España de las obras de Rousseau, pero creó un terror difuso sobre las conciencias. Al leer un documento de un proceso en que se condenaba como subversivas y heréticas las obras de Rousseau, intervino el profesor Trías Vejarano, para manifestar que el lenguaje inquisitorial de esa época recordaba términos y expresiones similares de dirigentes políticos de la pasada dictadura.

También intervino con una ponencia original la profesora Geoffiand, que estudió el feminismo en Rousseau. Citó las virulentas y pintorescas declaraciones antifeministas de Rousseau, pero a la vez explicó la idolatría que sintió por ciertas mujeres, y el elevado concepto que tuvo de la mujer como guía espiritual del joven y madre del hombre débil y desamparado. El profesor de la Universidad de Bolonia, Corrado Rosso, trató de la idea de igualdad en Rousseau. En el Contrato social, dijo, la igualdad se impone al individuo aislado, a quien se obliga a ser como los otros, equiparándose todos por el interés general. En La nueva Eloisa propugna una sociedad fundada sobre el amor, o sea, basada en la igualdad que crean los amantes. La unidad amorosa forja la verdadera igualdad por la identidad hipostática de la fusión, o narcisismo a dos. En El Emilio, a través de sus célebres máximas, trata Rousseau de infundir en el alma de su discípulo un sentimiento igualitario, abriéndole el corazón a los otros, para crear una similitud psicológica. Rousseau llega a la convicción de que existe una substancia humana común e idéntica. Sin embargo, el profesor Rosso duda de que Rousseau, solitario individualista, sienta verdaderamente la igualdad con los otros. Participa en el concepto del profesor Colleti sobre la identidad de la idea de igualdad entre Rousseau y Marx. Sin embargo, Marx criticó siempre la liberación igualitaria, expresión de la envidia del pequeño propietario. Por el contrario, creemos que Marx buscó la realización de la desigualdad de la igualdad.

El profesor Antonio Truyol, de la Universidad de Madrid- disertó sobre la guerra y la paz en la obra de Rousseau, Kant y Fichte. En una clara y concisa exposición explicó cómo Rousseau había establecido la paz entre los hombres mediante el pacto social. Más tarde se dio cuenta que entre los Estados soberanos existía virtual estado de guerra permanente, por lo que se hacía necesario un nuevo pacto social, es decir, crear una comunidad internacional que, resolviese los conflictos entre los Estados. Pero ese derecho de gentes es una ficción, pues, aunque regula la guerra, al carecer de sanción, no puede evitarla. Rousseau propuso soluciones al estado de guerra virtual entre los Estados. Pero no creía en la paz perpetua del Abate Saint Pierre y sugiere una confederación de Estados. Por el contrario, Kant afirma la paz perpetua como idea reguladora que busca realizar mediante la creación de un Estado mundial o sociedad de naciones, ideal del cual también participa el joven Fichte.

Intervino el profesor José María Ordóñez, de la Universidad de Madrid, que en una densa conferencia, rica de conceptos originales, nos expuso la influencia de Rousseau en el constitucionalismo postliberal. Nos explicó cómo Rousseau ha sido el punto de partida de una elaboración constitucionalista que buscaba la homogeneidad de la sociedad para superar su división en clases. Este constitucionalismo, que empieza en 1848, con la aparición de la clase obrera como clase autónoma, culmina en las constituciones de 1947, que liquidan el liberalismo clásico para crear un Estado social de derecho, en que el Estado se convierte en mediador de los conflictos sociales y trata de crear una sociedad homogénea que garantice los intereses políticos del gran capital.

Por último, el profesor Ripalda, de la Universidad Libre de Berlín, disertó sobre Hegel y Rousseau, con rigor y a la vez con ironía, gravedad y ligereza, muy propias de la nueva filosofía española. Su conferencia, distante, a veces agresiva, con alusiones sarcásticas a la realidad política española, fue siempre estimulante en su regodeo especulativo. Se centró en la crítica de Hegel a la ley del corazón de Rousseau, como una dialéctica sin salida, pues, la subjetividad no puede objetivarse jamás. Sin embargo, Hegel aprende de Rousseau el ideal de una comunidad humana, ese universal que está en oposición a ese reino animal del espíritu en que la lucha de los individuos se encarniza hasta el extremo de aniquilar el interés general, la propiedad que ellos mismos buscan desesperadamente.

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