Con Iberia no habría llegado
A pesar del nuevo aeropuerto, a pesar del dinero gastado en pintar el símbolo monárquico en los aviones, a pesar de los uniformes que estrenan con frecuencia las azafatas de la compañía, los métodos de trabajo de Iberia siguen siendo los mismos. Treinta minutos tuvimos que esperar el día 31 de agosto los pasajeros de un vuelo charter de Finnair, procedente de Helsinki, vía Copenhague, a que trajesen la escalerilla y el autobús para poder bajar del avión y llegar al edificio. Pero no fue eso todo; una vez en la sala de entrega del equipaje, nuestra espera se prolongó por otros tres cuartos de hora. Al parecer, nadie se había enterado de la llegada del avión. Los empleados del aeropuerto, dependientes de Aviación Civil, nos explicaron que los responsables eran los de Iberia. El caso es que nadie asumió la responsabilidad. Ni una sola explicación, ni una disculpa. La única salida, nos dijeron los mozos, acostumbrados a este tipo de situaciones, que se repiten casi diariamente, era pedir el libro de reclamaciones o escribir a un periódico. He decidido hacer esto último.
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