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Israel planteará el problema de Líbano en la "cumbre" de Camp David

La situación en Líbano está provocando en Israel una intensa, incluso febril, actividad diplomática y política. El primer ministro, Menahem Begin; el ministro de Asuntos Exteriores, Moshe Dayan, y el de Defensa convocaron al encargado de negocios de la embajada de Estados Unidos para comunicarle que «Israel no permanecerá inactivo frente a cualquier intento de genocidio en Líbano. » Dayan reveló ayer que su delegación planteará al presidente norteamericano en la cumbre de Camp David el problema de Líbano.Según se nos ha afirmado, por otro lado, el ministro de Defensa, Weizman, permanecerá posiblemente en Israel y no se desplazará a Estados Unidos, ante el inquietante desarrollo de los acontecimientos libaneses.

Cuando estos días se pasea por las calles de Tel-Aviv o Jerusalén se puede apreciar un clima de tensión, de nerviosismo no habitual. En los comercios, los cafés, autobuses, las conversaciones se interrumpen bruscamente en el momento en que se inician los servicios informativos de las emisoras de radio y las gentes caminan con el transistor pegado a la oreja.

Día tras día, los medios de comunicación suministran informaciones cada vez más inquietantes y alarmistas: «Moscú se compromete a ayudar a Siria en caso de intervención libanesa», «al minimizar la gravedad de las operaciones sirias, Washington permite a Siria aplastar a los cristianos libaneses.»

Este clima y la intensa actividad político-diplomática hacen difícil deslindar dónde termina la guerra psicológica y dónde empiezan los preparativos para la guerra.

Ante esta situación, en la clase política israelí se oponen dos concepciones y la línea divisoria atraviesa tanto los medios políticos como los militares.

Los duros mantienen que Israel debe trazar una «Iínea roja» en Líbano y hacer saber a los sirios que si van más allá de esa línea les espera una respuesta militar israelí. Esta nueva «Iínea roja» debería englobar los flancos meridionales del monte Líbano, donde está concentrado el grueso de las fuerzas cristianas, así como el puerto de Junieh, único punto de aprovisionamiento de los cristianos al norte de Beirut.

La respuesta israelí no sería, necesariamente, una guerra generalizada, mantienen los partidarios de la «Iínea roja», sino más bien una respuesta selectiva: raids aéreos contra las concentraciones de tropas sirias, operaciones de comandos, etcétera.

Los partidarios de una «Iínea diplomática» mantienen que cualquier respuesta selectiva puede degenerar rápidamente en una guerra generalizada. Quienes mantienen una línea prudente lo hacen no sólo por temor a que una intervención israelí arruine las esperanzas puestas en la cumbre de Camp David, sino, también, porque temen que Israel esté siendo manipulado por los dirigentes extremistas cristianos que pueden intentar, con la protección de Israel, desembarazarse de sirios y palestinos y proclamar un «Estado libanés cristiano» a sangre y fuego.

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