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Un tradicionalista sin experiencia diplomática

Juan Arias

El nuevo Papa se llama Juan Pablo I. Se trata de Albino Luciani, patriarca de Venecia. tiene 66 años. Nació en Forno de Canale el 17 de octubre de 1912. Su padre era un albañil que cada año emigraba a Alemania y durante el invierno hacía política activa a favor de los socialistas, pero respetando siempre la vocación sacerdotal del hijo. Estudió teología en la Universidad gregoriana de Roma y fue uno de los primeros obispos que hizo Juan XXIII. Fue nombrado patriarca de Venecia el 15 de diciembre de 1969. Después del Concilio declaró con gran candor que la tesis que más le había costado aceptar había sido la de la libertad religiosa, ya que durante años había enseñado las tesis de Derecho público del cardenal Ottaviani, según las cuales sólo la verdad tenía derecho, pero añadió que nos habíamos equivocado. En Venecia fue acogido como patriarca con mucha ilusión porque se presentaba como el pastor de los pobres, pero poco a poco su acción pastoral se hizo cada vez más tradicional. Disolvió las organizaciones católicas más progresistas. Estuvo siempre contra el divorcio y contra los católicos avanzados.

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El cardenal Luciani, elegido Papa, adopta el nombre de Juan Pablo I

Un laico escribió de él antes del cónclave: «Lo menos que se puede decir del cardenal Luciani es que es el líder reconocido por la derecha eclesiástica, una reedición veneciana del cardenal Ottaviani.» Pero él dijo a un periodista. «Soy sólo un pobre hombre acostumbrado a realizar cosas pequeñas y en silencio.» En los centros, industriales de Mestre, a dos pasos de Venecia, combatió siempre la pastoral avanzada de los sacerdotes obreros. Estuvo siempre muy preocupado por la apertura teológica, hasta el punto que en 1967 le había dedicado un pequeño silabo. Cuando fue nombrado cardenal en 1973, en las palabras dirigidas a Pablo VI en nombre de los demás cardenales. afirmó: «El Concilio Vaticano I tiene muchos seguidores. Lo mismo el Vaticano III, pero muy pocos el Vaticano Il.» En las biografías que estos días se publicaron de él se le llama un cardenal «con los pobres. pero no a la izquierda ».

La elección del nombre Juan Pablo I puede indicar que desea realizar un pontificado que sea una síntesis de los dos últimos Papas. Su elección, después de una incertidumbre de casi una hora sin saber si la fumata era blanca o negra o, como decía Radio Vaticana, gris clara o blanca sucia o casi blanca, ha supuesto un mentís a toda la prensa internacional, ya que nadie se esperaba ni una elección a la tercera votación ni un candidato tan tradicional, con tan poca experiencia diplomática y tan poco conocedor de otros países. La gente, cuando apareció al balcón de la logia de San Pedro, después del anuncio del cardenal Felici, con cara de fiesta, decía: «Tiene cara de santo.» Volvió a salir al balcón cuando las armas del Ejército aparecieron, con retraso, en la plaza de San Pedro para rendir los honores de la nación italiana al nuevo Papa.

Se puede decir que la Iglesia católica tiene un nuevo Papa, que es un hombre muy espiritual, más bien tradicional, muy amigo de los púbres, pero muy preocupado por los fermentos que se agitan en el mundo de hoy por las tesis de la izquierda civil y religiosa.

Antes de entrar en el cónclave, el nuevo Papa había dicho a la televisión: «Cada momento histórico tiene sus problemas. Recemos para que los cardenales escojan el Papa que mejor pueda resolver los problemas de la Iglesla. O mejor, que Dios nos dé ese Papa, ya que es él, y no nosotros, quien decide.» Lo que rnás sor prendió al millar de observadores presentes en la sala de prensa del Vaticano, a orillas de la plaza de San Pedro. fue la rapidez de esta elección, con un candidato del que menos se había hablado desde la muerte de Pablo VI. La gente decía que había sido un milagro de Juan XXIII. Un teólogo que estaba con los periodistas, un poco consternado, añadió: «Esperemos que sea un verdadero santo.» Juan Pablo I es el tercer patriarca de Venecia que llega a Papa en este siglo. Los dos anteriores fueron Pío X y Juan XXIII.

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