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El camino de la "normalización"

A las cuatro de la mañana del día 21 de agosto, los tanques llegan frente al edificio del Comité Central del Partido Comunista. Las torretas giran y dirigen sus cañones frente al edificio. Es curioso: los tanques, que han llegado, supuestamente, para «prevenir el peligro de una contrarrevolución», no se colocan como para evitar un hipotético ataque a la sede del Comité Central, sino que apuntan sus armas contra él. Dentro del edificio, la tarde anterior había comenzado una reunión para preparar el XIV Congreso del partido. La noticia de la invasión empezó a ser conocida entre los dirigentes después de la medianoche. Algunos fueron acudiendo a la sede del Comité Central.Los soldados de los ejércitos de ocupación entraron en el edificio. Durante horas, los dirigentes comunistas checoslovacos, entre los que se encuentra su secretario general, Dubcek, serán obligados a estar de pie, apuntados por las metralletas.

Una extraña emisora, bajo el nombre de Radio Voltava, comienza sus emisiones. El acento de los locutores es extraño. Su lenguaje está lleno de giros extraños. Su postura pro soviética hace pensar que son rusos.

Radios clandestinas

Según se van enterando de la noticia los checos comienzan a organizar la resistencia pasiva. Los periodistas acuden a sus emisoras y periódicos. Los obreros de una fábrica de transistores deciden trabajar las veinticuatro horas para que los ciudadanos puedan disponer de aparatos de radio y mantenerse así informados. Durante los dos primeros días, algunas emisoras de radio y televisión oficiales podrán continuar informando libremente. Poco a poco, tarde o temprano, los ejércitos extranjeros las van ocupando. La dispersión de las emisoras -motivada quizá por razones estratégicas- dificultará su toma inmediata por las tropas invasoras. Curiosamente, las medidas pensadas para una posible entrada en Checoslovaquia de tropas de la OTAN se vuelve en contra del Pacto de Varsovia.

Cuando las radios oficiales van desapareciendo de las ondas, otras nuevas ocupan su lugar. Según parece, estas nuevas radios clandestinas estaban situadas en camiones que, años atrás, regaló el Ejército soviético al checoslovaco en previsión, también, de una posible invasión de la OTAN.

Los checos salen a la calle. Frente a los tanques soviéticos se van reuniendo en pequeños grupos en torno a un transistor. Muchos llevan banderas checoslovacas que guardaban en sus casas. Esas banderas habían sido hechas para un uso diferente. Todas las comunidades de vecinos estaban obligadas a disponer de un buen número de ellas para colgarlas en las ventanas durante las fiestas oficiales y cuando alguna personalidad extranjera visitaba el país.

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Comienzan los primeros disparos

A primeras horas de la mañana del día 21 se empiezan a escuchar los primeros disparos. Según aumenta la violencia, algunos grupos de jóvenes levantan barricadas. Un camión con municiones y varios tanques son destruidos por las llamas. Comienzan a caer las primeras víctimas. Aún hoy, diez años después, no se sabe con exactitud el número de personas muertas. La cifra más prudente es la que las sitúa en torno al medio centenar. Las tropas checoslovacas, mientras tanto, permanecen en sus cuarteles.

«Resistir hubiera sido absurdo», afirma hoy Frantisek Kriegle, entonces miembro del Presidium del partido y en la actualidad uno de los disidentes más vigilados de Praga. «Por su especial geografía, éste es un país muy vulnerable. Resistirse habría significado la muerte y una derrota segura. Además, la URSS habría visto en la resistencia la confirmación de la contrarrevolución de la que venían hablando.»

«Checoslovaquia no es un país de guerrilleros. Es un país muy pacífico», afirma, por su parte Zdenek Mlynar, antiguo secretario del partido, hoy exiliado en Viena.

Mientras la radio y los periódicos piden insistentemente calma las paredes se llenan de carteles. Las imprentas comienzan a funcionar a tope. Las sedes de los periódicos van siendo ocupadas. Los periodistas comienzan a preparar sus publicaciones en la clandestinidad. Veintitrés años después de la derrota nazi, el Rude Pravo, órgano de los comunistas checoslovacos, es de nuevo un periódico hecho a escondidas.

Veintidós miembros del Comité Central se reúnen en el hotel Praga, en el centro de la ciudad, y deciden celebrar urgentemente el XIV Congreso. El día 22, en una factoría metalúrgica de los alrededores de Praga, comienzan las sesiones. Asisten 1.192 de los 1.543 delegados elegidos. Falta un buen número de representantes eslovacos, a quienes las tropas soviéticas han cortado el paso. Entre ellos está el actual dirigente checo, Gustav Husak, Svoboda, Dubcek, Cernik, Smrkovsky, Cisar, Simon, Spacek y Kriegle, que no han podido acudir por estar detenidos por los soviéticos, son los primeros elegidos para el nuevo Comité Central.

Los ciudadanos, mientras tanto, comienzan a dialogar con los soldados ocupantes, algunos de los cuales creen estar en Alemania Federal.

El viernes 23, las emisoras de radio clandestinas comienzan a leer la lista de las matrículas de los coches de la policía checoslovaca que están colaborando con los soviéticos en la detención de ciudadanos que han participado en manifestaciones. Inmediatamente después de que una emisora de la correspondiente consigna, desaparecen todos los rótulos indicadores de las calles, los números de las casas y hasta el nombre de los inquilinos que se encuentran escritos en los buzones. Sólo quedan en pie los rótulos de carretera que indican la dirección que lleva a Moscú.

Se inicia la depuración

Según parece, en un primer momento, los soviéticos intentaron sustituir a los dirigentes más liberales por aquellos otros, como Kolder, Bilak o Indra, más partidarios de las posiciones de Moscú. Sin embargo, es posible suponer que la resistencia popular de los checoslovacos les hizo cambiar de opinión. Hacía falta adoptar una solución política de mayor credibilidad.

El día 23, los dirigentes checos fueron convocados a Moscú. Para algunos de ellos eran las primeras horas de libertad que disfrutaban desde la madrugada del día 21. Dubcek tenía una herida en la cabeza. Las reuniones, que duraron hasta el día 26, fueron muy tensas. Kriegle se negó a firmar el acuerdo y los soviéticos quisieron encarcelarlo en Moscú. Finalmente, la insistencia de sus compañeros lograría liberarlo.

El documento suscrito en Moscú hacía referencia a los acuerdos adoptados en Cierna. Los checos aceptaron la presencia de tropas soviéticas «hasta la normalización de la situación» y se comprometían a no plantear el caso en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

A la vuelta de sus dirigentes, los checos abandonaron la resistencia. Comenzaba la normalización. Meses después, Gustav Husak tomaría el poder. Un tercio (medio millón) de los militantes del partido seria depurado. En algunos niveles y en ciertos sectores intelectuales, el porcentaje de expulsados ascendería a un 70%. La libertad de expresión desapareció inmediatamente.

Aún hoy, los soviéticos no deben de creer que el proceso normalizador ha acabado. Las tropas soviéticas, diez años después, continúan en Checoslovaquia.

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