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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Pornografía

El erotismo y la pornografía han sido siempre negocios de tradición inmemorial, que en la actualidad ha adquirido proporciones considerables debido a la perfección creciente de las técnicas de difusión, de publicidad o de venta. Es bien sabido cómo, por ejemplo, las películas pornográficas son las más baratas del mundo -algunas se han realizado en cuatro días- y que constituyen un negocio rentable, en el que no entra para nada la creación artística, porque su único objetivo es el lucro.Los propagadores de esa avalancha de pornografía y de violen cia -en lucha abierta contra las exigencias morales del cristíanismo- han encontrado un eficaz aliado en el influjo que algunos espectáculos de masas ejercen en el ánimo de los espectadores. Cada vez con más intensidad en los últi mos años se asiste a una prolifera ción de espectáculos que, bajo excusas de sinceridad, arte y ensayo, libertad o sociología fomentan los instintos animales, las bajas pasio nes y destruyen el amor casto, la santidad del matrimonio y hasta las más íntimas situaciones de la vida familiar. De este modo, colo cando al hombre en situación clara de pecado -cuando no indu ciéndole al inisino-, intentan asegurarse para el futuro una rentabí lidad todavía mayor. La difusión de estos espectáculos se realiza a través de una propaganda cada vez más agresiva, que no tiene ningún reparo en presentar sus productos como «exclusivamente pornográficos». Otras veces, como es lógico, se emplean coartadas literarias o psicológicas, afirmando además que lo que ellos hacen es «erotismo sano», mientras que lo de los demás es porhografía. De este modo todos pretenden evitar que se les aplique el calificativo de «recaudadores de negocios lucrativos» que degradan la dignidad de la persona.

Generalmente, el llamado cine porno se comenzó a proyectar en salas especiales -que más tarde fueron hábilmente calificadas de «arte y ensayo»- a partir de la medianoche. Luego se pasaba en salas más importantes todavía en la timidez de los espectadores, que entraban y, salían con disimulo. Y, finalmente, ha llegado a ensuciar la mayoría de las pantallas del cine internacional. Para justificar esa ola de pornografia o de violencia suelen acudir al argumento de que las escenas que escandalizaban en otros tiempos pueden ser contempladas hoy por el «hombre adulto actual» sin que les afecte en nada, sea a juzgar por los notables resultados económicos obtenidos por los que realizan tales espectáculos. Pero el hombre es el mismo ayer, hoy y siempre, en vez de dejarse llevar por la corriente y abandonarse en el destino, en definitiva, que no modifique la sociedad hacia el progreso (tanto material como espiritual), sino que los propios cambios lo modifiquen.-

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