En Arganda funciona el único centro de rehabilitación de toxicómanos de España
A las seis y media de la tarde del sábado día 13 de agosto, dos de los jóvenes, Mercedes y Juan José, denuncian, exaltados, que alguien les ha robado siete ampollas de metadona. Las sospechas recaen inmediatamente sobre un joven que desde el principio se ha mostrado más reacio al trabajo en común.La metadona es uno de los fármacos utilizados en el tratamiento de los internos. Oswaldo Gibelli, presidente de la Unión Nacional de Defensa contra la Droga, ingeniero de 54 años, casado y con tres hijos (uno de ellos toxicómano); el doctor José Luis Viejo, y la asistente social que trabaja con el grupo saben que la metadona, un fármaco que tiene las mismas características que la heroina, pero que no exige un aumento continuo de la dosis, no cura a un drogadicto, aunque sí al menos le permite ganar tiempo sin empeorar, en tanto aquél busca otra actividad u otras motivaciones que le permitan salir del círculo de la droga.
Posiblemente, ni los vecinos de Arganda del Rey sepan que el colegio nacional Nuestra Señora de los Milagros ha sido cedido por cuarenta días, aprovechando las vacaciones veraniegas, a la Unión Nacional de Defensa contra la Droga, ni puedan identificar a los grupos de jóvenes que trabajan en uno de los campos agrícolas de la Diputación Provincial como a heroinómanos que pretenden buscar una salida a su problema. La UNDCD pagó por adelantado 600.000 pesetas por el alquiler del campo, si bien esta cifra pudo deducirla de la subvención de tres millones de pesetas concedida por el Instituto Nacional de Asistencia Social, único organismo oficial que ha prestado su ayuda a la experiencia de Arganda y, en general, a la asociación.
El régimen de vida de los jóvenes toxicómanos en el centro escolar de Arganda es bastante libre. No existe, por lo demás, ningún tipo de vigilancia. El único trabajo obligatorio es el que se realiza de nueve de la mañana a una de la tarde en el campo agrícola, donde se recogen patatas, se seleccionan, se transportan balas de heno y cosas por el estilo. Después, la comida. Las horas de la tarde se dedican a actividades personales libres, que, por lo común, suelen ser de tipo artesanal: cerámica, madera, etcétera. O, simplemente, leer, tocar la guitarra, charlar. La convivencia es uno de los factores en los que se basa la experiencia.
Los jóvenes viven en las aulas del colegio. Cada aula está ocupada por grupos de jóvenes, sin separación de sexo. Los grupos se han formado por afinidades personales, en las que ha jugado un papel importante el grado o la clase de adición que se padeciera. El cuidado de las aulas corre a cargo de los jóvenes.
La vida de los jóvenes drogadictos no ha estado exenta de incidencias de todo tipo. «El equilibrio emocional del toxicómano es muy inestable», dice Oswaldo Gibelli. «Una promesa sin cumplir, por mínima que sea, un roce entre ellos, puede desencadenar un retroceso grave en el proceso de recuperación.» Hace sólo unos días, una joven aquejada de una profunda depresión quiso abandonar el centro a causa de una agravación de sus relaciones familiares.
A los pocos días de estar allí dos de los jóvenes robaron un coche. Detenidos por la Guardia Civil fueron presentados ante el juez. quien tras apreciar la peculiaridad de su situación les dejó libres sin cargo alguno.
Falta información y sobra dramatismo
Los resultados de esta primera experiencia de rehabilitación no se podrán conocer hasta dentro de algún tiempo, y serán, en todo caso, difíciles de valorar en sí. Porque, por un lado, no se trata de una rehabilitación propiamente, dicha, ya que no exíste un tratamiento psiquiátrico específico (son los propios jóvenes los que se administran, la metadona) y, por otro, el régimen de vida de la comunidad (que se autogobierna por la vía asamblearia) está inspirada en el principio de libertad del individuo.
El contenido experimental, en cualquier caso. es el verdadero valor de esta etapa, opina el señor Gibelli. Porque no han de ser organizaciones privadas las que se preocupen del tema del consumo de drogas y de la rehabilitación de los drogadictos, sino la propia Administración la que tome las riendas del problema.
La Unión Nacional de Defensa contra la Droga nació el 28 de diciembre de 1977 y fue legalizada el 11 de febrero de 1978. La filosofía de la asociación es muy clara: conseguir de las nuevas generaciones que abandonen el consumo de las drogas, pero no por medios represivos, sino tras una amplia campaña de información sobre sus, ventajas y desventajas y de una concienciación a nivel general.
«La idea de la asociación surgió cuando nos dimos cuenta del drama de muchas familias que acudían a las comisarías para preguntar por sus hijos, escapados de casa o detenidos por consumo de estupefacientes. La dificultad primera con que encontramos fue la absoluta falta de información global de que se dispone, La policía sólo cuenta con un fichero de detenidos, muchos de los cuales son al mismo tiempo traficantes y consumidores. Tampoco la medicina forense ha unificado sus datos y no se sabe el número de muertes por sobredosis.»
«El problema de la sociedad española -continúa Oswaldo Gibelli- es que se ha encontrado con el tema de repente, en pocos años, y no hay estructuras adecuadas para hacerle frente. No existen hospitales especializados -sólo conocemos el Penitenciario de Carabanchel, donde es muy normal que un joven entre con dependencia de ácidos y salga inyectándose heroina-, y la legislación está totalmente desfasada. Nuestra asociación se basa no en la prohibición ni en el dramatismo, sino en la información y en la búsqueda, junto con el propio drogadicto, de nuevas motivaciones personales, con fuerza suficiente, que le permiten abandonar su dependencia.»
Política oficial negativa
Especialistas diversos en el tema opinan que la política oficial en torno al tema del consumo de drogas es negativa. No se puede negar la evidencia de un problema que está a flor de piel, opinan, porque sería practicar la política del avestruz.
No se dispone de datos reales sobre los índices de consumo de drogas y evolución del mismo. Por supuesto, no hay datos oficiales publicados sobre el tema. La única estadística fiable, hoy por hoy, es que durante el año pasado fueron detenidas solamente en Madrid 15.000 personas acusadas de consumo y/o tráfico de drogas. Se puede añadir a esta cifra que el número de farmacias asaltadas en busca de productos psicoactivos aumentó de 46, en 1974,a 718,en 1977. Hasta el punto de que hace unos meses se dictaron normas, de común acuerdo entre el Gobierno Civil, la Brigada de Estupefacientes y el Colegio de Farmacéuticos, para retirar de las farmacias los depósitos de productos de estas características, limitando su existencia a cantidades mínimas para atender casos de urgencia.
Las cifras entrarían dentro del carácter meramente policial que se le ha dado al problema del consumo de drogas. Porque expertos y personas que están trabajando en los últimos meses sobre el mismo sitúan, solamente en Madrid, la cifra de personas que utilizan con alguna asiduidad determinados tipos de drogas (si en este concepto se incluye la marihuana) arededor de 150.000.
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