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Hay otra izquierda

Cualquiera que sea el tiempo y lugar en que la acción se desarrolle, la esencia de la actividad política consiste en asumir e interpretar una de estas dos posturas: la de creer sustancialmente válido el sistema establecido y que rige la vida comunitaria, por lo que debe ser conservado, o la de estimarlo tan caduco, injusto o falso, que resulta imperioso propugnar y facilitar su cambio. La primera postura, esencialmente conservadora, es propia y sustantiva de los hombres y las fuerzas que, convencionalmente, llamamos «de derechas». La segunda postura, en esencia innovadora, es la que da sabor y sustancia a las fuerzas y las personas que llamamos «de izquierdas». Planteadas así las cosas, claro está que aparece como inconcebible una posición «de centro»: no se puede considerar válido y falso, al mismo tiempo, el sistema por el que se rige una comunidad humana. Sí caben, por el contrario, distintas maneras de entender y vivir la derecha o la izquierda, algunas de ellas situadas en un punto tal que resulte difícil saber, incluso para sus propios mantenedores, si lo que pretenden es conservar algo echando todo lo demás por la ventana; o, al contrario, si lo que quieren es innovar lo mínimo indispensable para poder conservar lo restante.La extrema derecha, según este punto de vista, estaría constituida por cuantos no desean cambiar nada, o muy poco, del sistema vigente, o por aquellos que pretenden ignorar el, paso del tiempo y hacen todo lo que está a su alcance para conseguir que vuelvan a ser realidad procedimientos y fórmulas que tuvieron vigencia y efectividad años antes. La izquierda extrema, de igual forma, estaría integrada por las fuerzas y los hombres que no encuentran absolutamente nada de válido en cuanto se encuentra instalado como sistema de convivencia en un lugar concreto y, en un momento dado. Es evidente que tan antagónicas posturas no se dan con absoluta pureza en ninguna parte. aquellas que se aproximan a tan radicales extremos no tienen, por fortuna, muchas probabilidades de éxito, al menos en circunstancias ordinarias.

La derecha admite en su seno diversas variantes, según el número y calidad de los componentes del sistema que estima intangibles, o según el ritmo con que está dispuesta a tolerar sean cambiados. Es más derecha, como parece lógico, cuanto menos acepta cambiar, o cuanto más despacio quiere hacerlo. Pero también es una actitud de derechas el patrocinar y protagonizar un cambio en virtud del cual parece expulsarse todo. cuando lo que en verdad se hacer sustituirlo por otra cosa que encubre la intagibilidad de lo que la derecha entiende como sustancial. Un gran aparato patriótico e incluso religioso. demasiado enfático para ser verdadero y tener auténtica calidad ampara muchas veces la defensa de intereses materiales. En otras ocasiones las derechas juegan a ser avanzadas: modifican el sistema mediante unas reformas o ampliaciones jurídicas v sociales. concediendo a los trabajadores -por ejemplo- una homeopática participación en los beneficios de la empresa privada o pública, o asesgurándoles ciertas ventajas o prestaciones sociales para los casos de enfermedad. vejez o muerte. Pero la derecha nunca aceptará porque es lo que de verdad defiende Y en lo que se encuentra instalada la necesidad. de sustituir el sistema liberal-capita lista por otro más ético y más justo.

También dentro de la izquierda coexisten diversas variantes, según el número y la entidad de los factores del sistema que pretendan cambiarse o según el tiempo en que se quiera realizarlo. Es más izquierda. por tanto, la que busca un cambio más radical. o más profundo. o más rápido actitudes no siempre compatibles deseables. Aunque en principio superficialmente no lo parezca, también es una actitud de izquierda el patrocinar y protagonizar un tiempo de reformas lentas. pero intensas sustantivas. no aparentes o teatrales. La revolución. se ha dicho puede iniciarse en la calle pero debe hacerse en los códigos para que llegue a instalarse en los hogares y despachos. El mero afán de cambio puede producir un infantil resultado: que todo permanezca igual bajo un disfraz adecuado.

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En la España de hoy asistimos a un fenómeno extraordinario: la identificación entre izquierda Y marxismo. Aquí NI ahora. todo lo que no proceda en línea directa o indirecta de Carlos Marx parece que no pretende innovar nada ni ser democrático. Es. como resulta lógico una deformación infantil más o menos interesada de lo que constituye la gran tarea de nuestro tiempo. Una gran parte de los españoles somos conscientes de que debemos cambiar en profundidad y cuanto antes el sistema establecido del cual las vestiduras política s son simples -y por supuesto importantes- fórmulas. Tan importantes como que ellas pueden facilitar o dificultar la realización de la revolución moral que constituye el aran reto de esta época. Sin ese profundo cambio moral. que engloba en su seno una radical transformación económica Y social. no podremos aspirar a que España sea de veras una auténtica y, completa comunidad de vida.

Esa innovación vital ese profundo cambio moral con fundamento y repercusión económica es la gran tarea de la izquierda actual no utópica, de la izquierda posible y necesaria. Nos conformaremos con dejar el campo libre a la versión marxista de esta necesidad histórica, cuando todos sabemos que el marxismo. en sus realizaciones políticas. encierra al pueblo en sistemas dictatoriales de difícil salida y de vida injusta?

Tengo para mí que somos muchos los españoles anhelantes de otra solución. Somos muchos los convencidos de que hay otra izquierda Y de que es deber nuestro hacerla realidad cotidiana y alternativa viable.

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