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En noviembre funcionará totalmente el primer vertedero controlado de España

Desde el pasado mes de marzo, las basuras que los madrileños arrojan cada día -alrededor de las 2.400 torteladas- no producen olores, una vez que llegan, al vertedero. La razón de esta nueva situación higiénica está en la entrada en funcionamiento de un nuevo vertedero, el de Valdemingómez, que viene a sustituir al antiguo de Vaciamadrid, ambos situados en la carretera de Valencia, con una distancia entre sí de unos cuatro kilómetros.

La razón por la cual las basaras, una vez vertidas, no producen olores está en que la nueva instalación realiza un control constante de la temperatura, y la fermentación alcanzadas por los residuos acumulados, control que permite a los operanios, que atienden el servicio efectuar aquellas modificaciones que sean necesarias en el momento en que uno de estos factores se ve alterado. En el antiguo vertedero de Vaciamadrid -Autocampo-, el sistema seguido para el vertido de las basuras se basaba en la acumulación de los residuos en la zona que estuviera en aquel momento en explotación, su esparcimiento en una capa delgada y su cobertura con arena, sobre la cual venía a colocarse una nueva capa de basura. La diferencía entre el rudimentario, sístema y el que se aplica ahora en Valdemingómez estriba, fundamentalmente, en que una vez que la basura ha sido colocada en una capa extendida sobre el terreno y ha sido cubierta con su correspondiente capa de arena, comienza un proceso de seguimiento de qué es lo que está pasando en esa basura que ha comenzado a degradarse. De ahí el nombre que recibe el sistema vertido controlado. Si, en un momento determinado, los factores que intervienen en el proceso -fundamentalmerite, temperatura y fermentación- se alteran, la anormalidad es corregida inmediatamente mediante la acumulación de más arena o su reducción, en caso necesario.

La instalación de Valdemingómez estará completa en el mes de noviembre próximo, cuando entre en funcionamiento la planta de trituración y la de cremación de animales. La prlmera de estas plantas tendrá la misión de reducir al mínimo cada uno de los componentes de los residuos, con el fin de propiciar su más rápida degradación. A la de cremación irán destinados los cadáveres de animales que, hasta ahora han ido a parar, como una basura normal, al vertedero hasta su putrefacción total.

A pesar de lo costoso de la instalación de Valdemingómez -alrededor de los doscientos millones de pesetas sólo la planta trituradora- la vida de este vertedero se calcula entre los diez y los quince años, teniendo en cuenta el ritmo de crecimiento de la ciudad.

En la actualidad, el vertido de residuos sólidos en Valdemingómez le cuesta al madrileño sesenta pesetas por tonelada. Cuando, en el mes de noviembre entre en funcionamiento la planta de trituración -el concepto más caro- el precio que los habitantes de esta ciudad habrán de pagar para verse libres de las basuras que diariamente producen se elevará hasta las 350 pesetas por tonelada -aparte del transporte que realiza Fomento de Obras y Construcciones, alrededor de las 1.800 pesetas por tonelada-, que iran a parar a la empresa concesionaria del servicio, Vertresa.

Al concurso convocado en su día por el Ayuntamiento, para adjudicar la concesión, no se presentaron más que dos ofertas. Siempre, según fuentes municipales, de lo poco apetecible económicamente que resulta un servicio de este tipo, Vertresa, la empresa concesionaria, está integrada por la unión de otras dos, con este fin: Construcciones y Contratas, con un 645% y Aguado e Hijos con el 3 5 % restante.

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