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El jefe de Gobiemo de Baden-Wuerttenberg obligado a dimitir por su pasado nazi

La dimisión del jefe del Gobierno de Baden-Wuerttenberg, Hans Filbinger, conocida ayer tras un largo tira y afloja con los directivos de su partido, la Democracia Cristiana, no ha beneficiado sustancialmente a esta formación política de la República Federal de Alemania. A nadie escapa que la DC trató de salvar su imagen, respaldando durante dos meses al ex juez nazi, responsable de cuatro seritencias de muerte, por lo menos, contra marineros desertores de la armada hitleriana. Tampoco escapa a nadie que, al final, conocida la cuarta pena de muerte decidida expeditivamente por Filbinger hace treinta años, la DC ha tratado por todos los medios de obligarle a dimitir para evitar un mal mayor.

Dado el prestigio del jefe del Gobierno de Baden, su partido no hubiera tenido más remedio que recuirrir al voto de confianza, lo que hubiera supuesto que, por primera vez en la historia alemana, una fracción parlamentaria hubiera tenido que votar contra su propio jefe para excluirlo de sus funciones.

Tras doce años al frente del segundo feudo más conservador de la DC, junto con Baviera, Filbinger, ganador de tres elecciones en su land, «martillo de radicales» y terror de trabajadores extranjeros (fue el primero que aplicó la norma de expulsar trabajadores no alemanes mediante una simbólica gratificación), ha sucumbido a la iniciativa del escritor suizo Hochuth, que dio a conocer la primera sentencia de muerte dictada por el juez contra un marinero que trató de desertar cuando había caído prácticamente el III Reich y sólo se mantenían en pie, en Noruega, algunas formaciones.

La última sentencia mortal que ha hecho rebosar la paciencia de los democristianos fue dictada por él contra un soldado de diecinueve años que había robado unos preservativos, lápices de labios y tres frascos de colonia en un establecimiento que había sido bombardeado por la aviación aliada.

El «caso Filbinger» se ha convertido progresivamente en un complejo nacional. Hace un mes largo, su rival en la región de Baden-Wuerttenberp, Eppler, socialdemócrata de izquierda y ex ministro, calificó al dimitido Filbinger de político animado de una «conciencia patológicarnente tranquila». Un diario liberal apostillaría que Filbinger era, un político con «la memoria patológicamente mala». El feje del Gobierno de Baden insitió sistemáticamente, tras conocerse las cuatro sentencias de muerte ya notorias, que no recordaba haber dictado ninguna sentencia capital más. En mayo había asegurado que jamás había decretado una pena de muerte. Los socialdemócratas insistieron más en la sistemática deformación de la verdad por el jefe del Gobierno de Stuttgart que en el pasado nazi del juez.

Hasta el pasado fina de semana los dirigentes de la DC alemana no habían conseguido siquiera ni el compromiso de Filbinger de formular una declaración comprometiéndose veladamente, por lo menos, a no presentarse como candidato para la reelección al frente del partido y del Gobierno de Baden-Wuerttenberg. Filbinger fue el segundo político democristiano que logró en las últimas elecciones responales un respaldo mayor de sus votantes: el 56.7%. Solamente Strauss logró en Baviera rebasar la cota del 60%, todo un récord en Alemania Federal. Casualmente o no, ambas regiones, por el mismo orden, son también aquellas en las que las formaciones neonazis organizaron más actos en 1977; para ser exactos, 61 en Baviera y 44 en Baden-Wuerttenberg.

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