Una expedición británica intenta localizar el "Titanic", buque hundido hace 66 años
El Titanic, un transatlántico de 46.000 toneladas, se hundió con todos sus tesoros el 15 de abril de 1912, en su primera travesía del Atlántico. Hoy yace a tres kilómetros de profundidad. Nadie ha podido izarlo, lo que ha hecho que su mito sea aún más incitante para los aventureros que buscan los tesoros que el mar esconde, o que los océanos se han tragado. Denise Cook ha hablado con el fotógrafo Derek Berwin, miembro de la expedición que este verano espera localizar el Titanic para sacarlo a flote y analizar todos los misterios que rodearon su mítico y trágico hundimiento.
Decir Titanic es decir mito. Es recordar un desastre marítimo rodeado de un aura de misterio comparable, o quizá mayor, al del Marie Céleste. Para la mayoría de la personas supone imaginar un bu que enorme y lujoso que se hundió a pesar del calificativo de inhundible que le había sido impuesto incluso antes de dejar los astilleros.Multitud de filmes han dramatizado la escena angustiosa en la que los pasajeros, entre niebla y champán, intentan huir del pánico de los suntuosos salones y encontrar plaza como sea en los abarro tados botes salvavidas. Prueba del interés que sigue suscitando el hundimiento es la reciente aparición de una novela de espionaje titulada Raise the Titanic (Izar el Titanic), de la que pronto se hará una versión cinematográfica. Su autor, Clive Cussler, ha elegido el caso del Titanic como escondite ficticio de una codiciada materia radiactiva conocida por Byzantium.
El hecho de que el Titanic se hundiese en su primera travesía del Atlántico en la madrugada del 15 de abril de 1912 pareció una extraña ironía del destino. El buque había sido botado entre celebraciones que anunciaban una nueva época de prosperidad y de avances tecnológicos.
La compañía marítima, White Star, confiada de la invencibilidad del transatlántico, lo había asegurado por sólo una cuarta parte de su valor total. Aún más funesta parecía la casualidad de que el operador de radio del buque Californian, que se encontraba a menos de treinta kilómetros, no estuviera de servicio cuando un enorme iceberg desgarró la quilla del Titanic. El «palacio flotante» se hundió casi inmediatamente, a 150 kilómetros de las costas de Terranova, sin que nadie contestase a sus llamadas de auxilio. Perecieron 1.513 personas, más de la mitad de los pasajeros.
El desastre tuvo repercusiones mundiales. En 1913 se convocó en Londres la primera Convención Internacional para la Seguridad de la Vida en Alta Mar. A raíz de esta convención, se hizo ley que toda embarcación comercial estuviera provista de botes salvavidas con plaza para cada viajero, y que se mantuviese un servicio radiofánico constante. También se fundó una patrulla internacional con el fin de vigilar las corrientes de hielo en las rutas marítimas del Atlántico norte.
Los tesoros hundidos
Pero al Titanic ya nadie lo podía salvar. El buque, de 46.000 toneladas, yacía en el fondo del mar, más de tres kilómetros de profundidad, aún cargado de barras de oro, de diamantes industriales y de piezas de museo. Los coleccionistas también se habían fiado de la fama del «inhundible». Entre otros objetos de excepcional valor hacían la travesía, con el fin de ser expuestos en América, una momia egipcia y una rarísima edición del Rubáiyát, de Omar Khayyám, valorada entonces en 250.000 libras (hoy cada libra vale 146 pesetas). Perdidas las vidas y los tesoros, y arruinados los constructores del buque, el Titanic paso a ser una leyenda.
Por eso es tan inesperado que un ingeniero inglés llamado Douglas Wooly se haya proclamado hace pocos años propietario del Titanic. Instigado al principio por una mera curiosidad, Wooly se dedicó a escribir a todos los sobrevivientes y a las compañías de seguros. Al enterarse de que el barco no era de nadie, lo reclamó como suyo. Hasta la fecha nadie le ha disputado su derecho. Ya que por ley, al cabo de sesenta años, el cargamento pasa a pertenecer al casco de un barco hundido, es de suponer que, hoy por hoy, Wooly tambiéni es dueño y señor del incomparable botín que alberga el Titanic.
Durante muchos años, Wooly tuvo la ambición de dirigir él mismo una expedición para localizar el buque y levantarlo a la superficie; pero para la mayoría de la gente no dejaba de ser un excéntrico, interesado en la realización de lo imposible. Un equipo americano intentó una operación similar en 1953, rastreando la zona del siniestro durante algunos meses desde un barco de pesca. Tuvieron que desistir por falta de conocimientos especializados. Estaba bien visto que cualquier intento de salvamento requeriría un apoyo monetario masivo, además de unas técnicas muy avanzadas.
Pero, por fin, ha habido suerte, y Wooly ha encontrado quien se interese seriamente por la obsesión de su vida. Recientemente, dos economistas de Londres y un ingeniero naval decidieron formar una compañía dedicada a la búsqueda del Titanic y, en noviembre de 1977, nació la Seawise and Titanic Salvage Limited. Un nombre con peso para una empresa financiada principalmente por industrias de electrónica y de submarinismo. Ya está lejos de ser una intentona a cargo de amateurs. Para este verado está prevista una expedición a la zona del hundimiento, formando el equipo fotógrafos, buzos e ingenieros. No han tardado tampoco en llegar ofertas publicitarias; también estarán presentes representantes de una productora de cine, interesada por las posibilidades comerciales de la aventura.
Douglas Wooly formará parte del equipo, pero está claro que todo queda en manos de los especialistas.
Derk Berwin, conocido fotógrafo submarino y componente de la expedición, me explicó los proyectos de la compañía de la siguiente forma: «Este verano esperamos, por lo menos, localizar el Titanic. Nos gastaremos unas 40.000 libras en rastrear la zona con un equipo que ha sido diseñado especialmente para nuestro uso. Nuestra maquinaria traza los cambios magnéticos del fondo del mar y los pasa a una cinta, que después debe ser interpretada por una computadora. En realidad, no sabremos si hemos dado con el Titanic hasta unos diez días después de estar de vuelta en Londres ... » El año que viene, llegado el buen tiempo, intentaremos fotografiar el buque. Para eso se calcula que necesitaremos, al menos, 350.000 libras más. Y luego llega la parte más difícil, pero a mi modo de ver, más apasionante, que es la del levantamiento del barco. Es tan pesado y está a tal profundidad, que no se podrá izar usando un método de aire comprimido. Pero de alguna manera lo haremos. El proyecto final es anclar el Titanic, ya rehabilitado, en el puerto de Londres o en el de Nueva York. Quizá se haga de él un museo o un hotel..., ¿quién sabe? Las posibilidades son inmensas.»
Berwin tiene ya mucha experiencia en búsquedas submarinas. El año pasado, en aguas territoriales de Noruega, intervino en una expedición para alzar un submarino torpedeado y hundido en la segunda guerra mundial. A pesar de las fuertes corrientes y de la corrosión marina que imperan en aquella zona de sólo cincuenta metros de profundidad, los buzos encontraron libros de tablas de marea perfectamente legibles, aun llevando treinta años sumergidos.
Todo hace suponer, entonces, que el Titanic, un buque recién estrenado, que se hundió en aguas tranquilas y fue a posarse en un fondo profundísimo y arenoso, seguirá. estando intacto. Casi tal como estaba en aquella fatídica noche de 1912. Los supervivientes dudan del éxito de la expedición, pero bien podría ocurrir que el augusto «palacio hundido» viera pronto la llegada de los buzos. O, al menos, eso esperan los hombres de la Seawise and Titanic Salvage Limited. Esperanzas que no falten, porque, como dice Berwin: «Parece un sueño de piratas, pero si se decide hacer algo así, ¿por qué no intentar lo imposible? »
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