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Algo más sobre la nación catalana

En modo alguno se me hubiera ocurrido escribir nada acerca del artículo que sobre la nación catalana publicó hace unos días -exactamente el 13 del corriente, en estas páginas, don Jesús Torbado -a quien no tengo el gusto de conocer-, si no hubiese sido porque en él se hace sobre mi persona una afirmación que no es cierta. Me refiero a los párrafos de dicho artículo que dicen sobre mí: «Efectivamente, en una ocasión, hace años, declaró que sólo moriría tranquilo en el puesto de aduanero de Ariza.» Y continúa: «Entendiendo quie la nación catalana llegase hasta esa ciudad castellano-aragonesa, y que él se encargaría allí de expedir mercancía para la calainitosa colonia castellana y de impedir que cruzase hacia allá un solo grito en este idioma menesteroso y ridículo en el cual él y yo nos expresamos.»Pues bien, nunca he declarado ni he escrito tales palabras. Puedo afirmarlo con absoluta certeza. Por lo que se refiere al segundo párrafo, que he destacado, no es difícil darse cuenta de que puede. ser un corolario que la imaginacion polémica del articulista ha puesto al primero. Pero tampoco he declarado, ni he escritojamas, lo que dice ese primer párrafo. Nunca he aspirado a ser aduanero en Ariza. No lo he dicho, ni lo he escrito. Pero puedo haber citado la frase. Si lo hice, fue, como acostumbro, mencionando el nombre del autor. Porque, realmente, las palabras del primer párrafo fueron dichas por alguien. Y ese alguien fue mi querido amigo don Juan Moneva y Pujol, aragonés, catedrático de Derecho Canónico en Zaragoza y catalanófilo ilustre. Cualquiera de los muchos amigos que tuvo en su,tierra puede atestiguar que las dijo con frecuencia. Ignoro si llegó a escribirlas -falleció en 1951, a los ochenta años, y no he leído sus memorias póstumas-, pero que las dijo lo sé con toda seguridad, porque, entre otros amigos, lo hizo repetidamente a mí. No intentaré, ahora, desentrañar el sentido -posiblemente, tal como él fue, irónico- que quiso darles. Pero las dijo. Y como siempre he creído que don Juan Moneva y Pujol distaba mucho de ser un hombre vulgar, es muy posible que -yo las haya citado. Pero, en todo caso, como dichas por él.

Por cierto, que las últimas veces que se las oí decir fue en ocasión del Congreso de Derecho Civil que celebramos en Zaragoza en 1946, del cual, tras una larga tramitación salió el restablecimiento parcial de los derechos civiles peculiares de las diversas «nacionalidades y regiones» que los habrían tenido, con lo cual se restableció en Cataluña -y conviene decirlo, ante el feminismo del ambiente- el derecho de la esposa a disponer libremente, y sin autorización marital, de los bienes parafernarles. Un derecho que existía en Cataluña desde el siglo XIV había sido discontinuado por la jurisprudencia en el siglo XIX, y hoy vuelve a ser vigente.

Por lo que se refiere al resto del artículo, prefiero no insistir. Nunca he pretendido discutir a otras tierras de la actual España una personalidad nacional. Quise tan sólo hacer visible que Cataluña hizo uso de su autodeterminación como nación cuando, haciendo frente a la política de Olivares, se dio, en 1640, la forma de república, y luego aceptó como rey al de los franceses, y cuando, unos años más tarde, y ante la promesa de que sería restablecida su personalidad política, volvió a tomar como rey a Carlos IV. Que esta actitud, salvo cuando fue vencida por la fuerza de las armas, y con los altos y bajos que ello produjo, nunca se alteró. Y que persiste. Y algo más: que aunque pueda escribir en castellano, y me plazca hacerlo,mi lengua es el catalán.

Y otro detalle. Que cuando el señor Torbado cita como autores destacados en lengua castellana a Cervantes y fray Luis, a Machado y a García Márquez, me siento muy de acuerdo con él. En algo habíamos de coincidir.

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