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Pesimismo sobre la capacidad del hombre para controlar el desarrollo técnico

Juan Arias

El Club de Roma acaba de cumplir sus diez años de existencia. Con este motivo han celebrado en la ciudad que le da nombre a esta entidad un congreso en el que se ha recapitulado, sobre las funciones que el club debe cumplir en un mundo en el que la tecnología y la filosofía se entrelazan y presentan problemas comunes. En este congreso, el profesor Juan Rof Carballo, miembro del capítulo español de este club, presentó una ponencia en la que recoge criterios polémicos sobre el uso de la energía atómica como alternativa ante la crisis de las fuentes energéticas convencionales. Los participantes señalaron su pesimismo sobre la capacidad humana para controlar el desarrollo técnico. Juan Arias, desde Roma, analiza el reciente congreso, al tiempo que cuenta la historia de esta importante sociedad internacional.

Componen el Club de Roma un total de cien miembros de todo .el mundo. No es ni una secta ni una religión. Sus miembros podrían a veces parecer un grupo de quijotes o de soñadores porque pretenden dar respuestas a problemas de orden planetario. Pero lo cierto es que se trata de una serie de personajes de primera plana en el campo de la ciencia, de la técnica, la industria, la filosofía, quienes se conectan, a su vez, con los mayores sabios y pensadores del mundo para estudiar juntos, los problemas a nivel «mundial».Parecen profetas porque anuncian cosas tremendas. Por ejemplo, el fundador del club, Aurello Peccei, que tiene a sus espaldas una historia de dirigente industrial a alto nivel, a la pregunta ¿cuánto tiempo le queda a la humanidad para cambiar de rumbo si desea sobrevivir?, respondió en su discurso de apertura de este congreso en el fantástico palacio renacentista de la academia de los Lincei de Roma: «Una conjetura razonable a tono con el ritmo de las cosas es que no transcurrirán más de diez años sin que ciertas opciones sobre las que todavía podemos contar hoy, desaparezcan inexorablemente.» Lo estaban escuchando, sin parpadear, el ministro, Andreotti; el presidente del Senado, Fanfani; el alcalde comunista de Roma, Julio Argan; Giovanni Agnelli, dirigente de la Fiat, y numerosos representantes diplomáticos de las diversas embajadas, entre ellas la de España. El Club Roma nació hace diez años con la convicción de que «existen barreras físicas que ponen un límite a la expansión demográfica y económica». Nació entonces la polémica acerca del «desarrollo cero». Pocos saben que el famoso libro de Dennis Meadows Los limites del desarrollo, traducido a treinta lenguas, y del cual se han vendido más ú cuatro millones de ejemplares, creando una polémica cuyo eco aún no se ha apagado, fue el primer trabajo de investigación organizado por el Club de Roma.

En este congreso, al que han asistido representantes de más de cuarenta naciones, con una nutrida representación española, se ha recordado que la actual crisis energética ha sido una demostración de que el hombre no puede y,a fiarse, como en tiempos pasados, de su capacidad de adaptación casi mecánica al propio ambiente. Ahora debe prever los cambios y poner en juego toda la capacidad de su cerebro si no desea ser aplastado por las fuerzas incontroladas que él mismo Pone en movimiento, sin ser capaz de programar y controlar sus efectos en su sentido de vida y no de muerte.

En este sentido fue fundamental la aportación del grupo español con la ponencia de Juan Rof Carballo. elaborada anteriormente en el marco de las actividades programadas por el capítulo español del Club de Roma y que fue objeto de debate por su junta directiva.

El grupo español estudió el problema de los Valores en el futuro de la humanidad. Esta humanidad, dijo el profesor Rof Carhallo, se salvará no sólo si se resuelve la grave crisis energética y los demás problemas de orden social, sino, sobre todo, si el hombre es capaz de realizar una sociedad intencional, fundada en los valores, en contra de la sociedad actual, fundada en el poder.

Pero ¿cuáles son estos valores? ¡Quién posee los criterios para analizarlos? La ponencia estuvo llena del saber actual acerca de la recuperación de conceptos que generalmente son considerados negativos y que en realidad lo son sólo en apariencia, como los pesimismos, la ambivalencia, de la cual está impregnada toda la vida del hombre.

Por eso, en esta perspectiva, el grupo español indicó la solución a la ambivalencia de la energía atómica, «que se crea para la vida y después se emplea para la muerte», no en la energía en sí misma, sino en la capacidad de recuperar, dentro y fuera de nosotros, los valores capaces de unir planetariamente a todos los hombres «con una posibilidad de vida comunitaria fundada sobre el amor y no sobre la moral», incapaz de odiar a nadie.

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