¿Por qué no Israel?
Como español y como monárquico me complace sobremanera contemplar los éxitos crecientes de nuestro soberano en sus sal Idas al extranjero. También soy consciente de la trascendencia histórica -y por diversas razones- de la visita a la inmensa China. Independientemente de las formas políticas o de la ideología, es claro que nadie puede permitirse el juego del aislamiento. El mundo es hoy más pequeño, más relacionado por simple imperativo de la necesidad. Y esto es bueno y aliviará tensiones, estoy seguro. Además, la promesa de don Juan Carlos I, al acceder al trono, fue esa precisamente: establecer relaciones normales con todos. Pero (siempre hay un pero) está el caso de Israel, con quien nos unen tantas cosas de la historia pasada que todavía están vivas y palpitantes en esa importante población sefardita del nuevo y viejo país del otro lado del Mediterráneo. Me parece extraño y hasta incoherente que nuestro ministro de Asuntos Exteriores tenga que reiterar, ante los dirigentes chinos, la negativa tajante a que España reconozca a Israel mientras no se retire de los territorios ocupados. Si mantenemos relaciones normales con un sin fin de naciones que no son muy ortodoxas a la hora de la democracia, los derechos humanos, etcétera, ¿porqué este empecinamiento a la hora de normalizar los lazos diplomáticos y culturales con el Estado judío?
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