Un tedio de negociado
La opinión pública ya hace tiempo que ha abandonado el Congreso. Y los que por obligación asistimos desde la tribuna de prensa al trámite constitucional sólo estamos esperando que Alianza Popular se aburra de su propia parodia de lanceros bengalíes para que cese la ficción y con ella esta lata formularia. El debate parlamentario se ha convertido en una caricatura: unos hacen como que están enfadados y otros como que oyen llover, dentro de un aburrimiento mortal de necesidad.La reunión del Pleno se ha convertido en un formulismo amanerado donde Alianza Popular monta todos los días el espectáculo de escalar la ley de la gravedad mientras los demás callan, leen el periódico, llenan crucigramas, sin compadecerse por un instante de este Sífiso sudado que asciende con el pedrusco de la enmienda hasta el púlpito. No se trata de un rito de tragedia clásica, sino de un palo enjabonado, coronado por un orgullito de pollo tomatero. Pero todos esperan que los lanceros. bengalíes se cansen pronto. Como lo ha hecho ya Gastón Sanz.Como lo va a hacer Gómez de las Roces cuando le abandone el prurito que tiene en la campanilla.
Desgastado el empecinamiento de las primeras sesiones, ahora cualquier evimienda suena ya a broma. Heribert Barrera defiende la República con una sonrisa de conejo, con esa cosa de sufrimiento del señor educado que tiene que dar una mala noticia a la hora de la siesta. A Fraga se le nota ya un leve desfallecimiento en la voz, como si el bromuro comenzara a hacer su efecto. López Rodó parece que al hablar cumple un voto de obediencia. Licinio de la Fuente consume con buena voluntad su turno contra el absurdo. Pero abajo hay un silencio sólido. Todo el interés se reduce ahora a saber cuándo se van a cansar estos jinetes airados y caerán en brazos del consenso. No es bueno que la Constitución nazca rodeada por un aire de parodia entre el tedio de una ficción parlamentaria. La democracia sólo es aburrida cuando funciona bien, pero cuando funciona mal, como es nuestro caso, el aburrímiento se hace muy sospechoso. De modo que cuanto antes termine la cosa, mucho mejor. Cuando los enemigos de la cemocracia manejan la metralleta como si tocaran la armónica, cualquier retraso de la Constitución se convierte en un lujo casi subversivo.
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